Capítulo 26: Dicen que la segunda parte siempre es la más interesante

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-Ya está la cena, Wei Ying, A-Yuan.

El presentador principal de La Sonrisa del Emperador alzó la mirada, como siempre con una enorme sonrisa pintada en los labios. Estaba sentado con las piernas cruzadas en mitad del suelo del salón, con su hijito en su regazo. Jugaban juntos con unas mariposas que Lan Zhan le compró el mismo día que salió del hospital. El pequeño A-Yuan las adoraba. Apenas se despegaba de ellas en todo el día, y si no dormía con ellas era porque sus padres no lo permitían para que no se hiciese daño, se las clavase en un ojo o las rompiese. A cambio también le habían comprado un peluche en forma de pingüino que era casi de su tamaño para que le hiciera compañía por las noches. Decir que el niño estaba encantado con todas esas atenciones era quedarse corto en el mejor de los casos.

-¿Has oído a papá, A-Yuan? Es hora de cenar. -Le sonrió Wei Ying, quitándole con cuidado las mariposas y dejándolas en una mesilla cercana-. Vamos, renacuajo, después seguiremos jugando.

-Van a dar las nueve. Después de cenar, a dormir. -Rebatió Lan Zhan, firme en perpetuar los horarios que le había inculcado su tío. Aunque su adorado novio se los hiciese saltárselos cada dos por tres, estaba seguro de que al más pequeño de la casa le vendrían bien para acostumbrarse a una rutina saludable.

-Bueno, pues mañana seguiremos jugando. ¿Qué te parece eso?

-Pero yo quedo seguir jugando con papi... -Se quejó el niño con un triste puchero-. Pod las mañanas no estás...

-Mentira, mañana estaré contigo todo el día. -Prometió el presentador de radio, gesticulando con las manos de forma tan efusiva como exagerada. Funcionó, porque a su pequeño se le iluminaron los ojitos en un santiamén-. ¡Además mañana conocerás a tus tíos y a tus abuelos! Esta vez papá tiene razón, tienes que descansar muy bien esta noche.

Lan Zhan alzó una ceja, no muy conforme con el matiz que le daba a la frase el "esta vez". Suspiró. Wei Ying era así, no tenía remedio, y por eso le adoraba como lo hacía. También había tenido un éxito rotundo en la tarea de distraer a A-Yuan, así que no podía quejarse. Ahora el niño los miraba emocionado, como si estuviese deseando irse a la cama y despertarse al día siguiente para conocer a sus respectivas familias, que ahora también serían su familia.

Esbozando una casi invisible sonrisa que tenía reservada para esos dos, el profesor tomó a su hijo con un brazo como si no pesase más que una pluma (cosa que, teniendo en cuenta su fuerza de brazos, un bonito rasgo familiar entrenado en el gimnasio, así era) y con la otra ayudó a su marido a levantarse. Cogiéndole la mano, Wei Ying se puso en pie de un salto, su sonrisa imborrable siempre en orden, luminosa y radiante. Lan Zhan llevó al chiquillo en brazos hasta la cocina mientras su novio los seguía dando saltos y contándoles algunas anécdotas del día a día, como por ejemplo que Jiang Cheng le había perseguido por media cadena de radio con un guion en la mano para atizarle. Lo habían grabado y subido al canal de YouTube del programa, y el vídeo se convirtió en todo un éxito, para diversión de uno de los dos presentadores y martirio del otro. Aunque A-Yuan se rio, al más serio de sus dos padres no le hizo tanta gracia. Que a ver, sabía que su cuñado habría sido provocado hasta la extenuación, sí, pero es que no podía evitar sentirse disconforme con cada cosa que hacía y/o decía. Gajes del oficio, a veces te llevas bien con la familia política y a veces no.

La familia Lan-Wei cenaba todas las noches a las ocho en punto en la cocina del bonito apartamento en el que residían. Lan Zhan era el encargado de las comidas, porque, por el bien de todos, Wei Ying tenía terminantemente prohibido acercarse a cocinar o tocar cualquiera de los aparatos, desde la vitrocerámica al microondas. Sobre la mesa había puesto ya varios platos que conformaban una cena ligera pero equilibrada, perfecta en todos los aspectos. Y, como consideración a los gustos tan particulares de su novio, una botellita de tabasco descansaba al lado del plato de Wei Ying. Nada más sentarse a la mesa el presentador de radio ya había derramado más de la mitad del contenido de la misma sobre la tortilla francesa que Lan Zhan había escogido para prepararles aquella noche. Mirándolo de hito en hito, padre e hijo ponían justo la misma expresión entre impertérrita y aterrada. Si alguien los mirase en aquel preciso instante no podría descubrir que A-Yuan era adoptado a no ser que se lo dijeran. Hasta tenían la misma nariz, a Wei Ying le seguía alucinando eso. Como siempre, porque esa escena se repetía en cada comida, estaban asombrados. No se explicaban como es que el paladar del locutor no estaba fundido todavía. Ni siquiera sus hermanos, a quiénes les encantaba el picante, lo entendían del todo.

Between  [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora