Capítulo 35: Al final lo de ir al psiquiatra no suena tan mal

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Escuchar el molesto sonido de la vieja cafetera de Jiang Cheng en pleno funcionamiento fue casi como una bendición, y eso que desde niño siempre había odiado los ruidos fuertes, por eso casi nunca acompañaba a su novio a ningún concierto. Consideró captar el aroma a café recién hecho colándose por la puerta entreabierta de la habitación todo un milagro. Lan Huan se despertó de golpe en cuanto esos dos impulsos llamaron a las puertas de su adormecido cerebro diciendo: "eh, hola, que ya has vuelto. ¿Has disfrutado del viaje?"

El escritor se sentó de repente en la cama sintiéndose medio mareado entre sábanas desteñidas que en su día fueron blancas, pero que tras una lavadora complicada se volvieron lilas. Las reconoció de golpe, porque él mismo puso esa lavadora. Aun así durante un par de minutos miró a su alrededor como si no se creyera nada de lo que veía, como si el mundo moderno le resultase de pronto ajeno. Las ventanas del cuarto estaban abiertas de par en par, aprovechando para ventilar antes de que se desatase la tormenta que de pronto prometía una de las aplicaciones de su teléfono. Llegaba del exterior el perfume de las aceras mojadas y de la lluvia que amenazaba con caer en cuestión de horas. Tocaba un día gris, tormentoso, pero el pronóstico que había leído para el viernes lo pintaba soleado. Consternado, alcanzó su móvil y confirmó sus sospechas. No solo era sábado, si no que además se había levantado casi a las diez de la mañana, una hora apenas asumible para lo que le quedaba de sus hábitos Lan.

"Ha vuelto a pasar... Ha vuelto a... ¡Jiang Cheng! Le he fallado a A-Cheng", se martirizó mientras se frotaba las sienes con una mano. "Tengo un problema serio."

Durante unos largos minutos, ni siquiera quiso salir de la cama. Le tentó mucho, demasiado, volver a tumbarse, esconderse debajo de un par de cojines y hacerse el dormido hasta por la tarde. No podía quedarse allí todo el día y lo sabía, pero es que nada le apetecía menos que enfrentarse a la confusa realidad. Una pena que su novio no fuese el ser más paciente del mundo, todo lo contrario. A juzgar por el trajín que escuchaba proveniente de la cocina, tenía cosa de tres minutos hasta que Jiang Cheng terminase con el desayuno, se hartase y decidiese sacarlo de la cama a base de golpes de almohada. Y, a ser posible, preferiría evitarlo. No sabía cómo iba a estar el humor del locutor al encontrarse después de haberle "dejado solo" en la tan temida reunión familiar, pero desde luego no quería poner de su parte para agriarlo todavía más. Su cerebro no podía con tantos dramas, muchas gracias pero no, gracias. Así, siendo consciente de su situación y con la cabeza un poco más despejada después de frotarse los ojos hasta ver puntitos de colores, se levantó y marchó hacia la barra de mármol que separaba cocina de salón.

A Jiang Cheng rara vez le daba por hacer un desayuno más complejo que una tostada, pero en determinados días le salía una vena muy similar a la de su hermana y le entraban ganas de hacerse el cocinitas. Ese fue uno de esos días. Lan Huan se lo encontró de espaldas a él, concentrado en los huevos revueltos que preparaba en la vitro. Ya solo por el aroma tenían muy buena pinta, aunque el pobre escritor sentía el estómago encogido de los nervios, la confusión y el extraño mareo mañanero que experimentaba al intercambiarse. De frente, en la barra, había dejado dos olorosas tazas de café recién hecho, uno solo muy cargado y otro con leche considerablemente más diluido. Tenía el azucarero al lado, por si acaso. Zidian vagueaba a su bola, tumbada en uno de los taburetes hecha una ovillo de pelo negro. El presentador de radio llevaba una camiseta azul claro que el reconoció como suya con rapidez. Era una de sus favoritas y, por tanto, una de las favoritas de Jiang Cheng para robarle. Por alguna razón, reconocía esa prenda como una especie de garantía de que la situación no estaba tan mal como podría haberle parecido en un principio. Jiang Cheng nunca le robaba ropa cuando estaba de mal humor, quién sabe por qué. Con el peso en su garganta un poco más ligero, se atrevió a llamarle.

Between  [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora