Capítulo 41: Ni las películas me entrenaron para esto

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Cada vez que Lan XiChen pensaba que por fin había perdido la capacidad de asombrarse, la realidad (en este caso especial la realidad del siglo XXI si somos más estrictos) se empeñaba en demostrarle que estaba equivocado hasta límites que ni siquiera sospecharía. Aunque lo más irónico de todo es que tampoco le hacían falta los viajes interdimensionales para darse cuenta de que no tenía razón. Sin ir más lejos, ayer en su propio mundo se encontró tan maravillado como sorprendido ante un juego de té de exquisita manufactura, obsequio directo del dueño de su corazón y de su cinta de la frente aunque él todavía no lo supiera. Por mucho que clamase que no era más que un gesto de cortesía, a Lan XiChen le había encantado. Hacía mucho que no le emocionaba tanto un regalo. Pero, para el caso que nos ocupa, los intercambios también le aportaban mucho. Y quien dice que le aportaban en realidad se refiere a que a cada hora descubría algo que le dejaba pasmado en el sitio con la boca abierta como un grandísimo idiota.

En este caso, aquella anodina mañana de miércoles para todos menos para él, su gran descubrimiento fue la radio.

Como Jiang Cheng había prometido, sin duda alguna visitar los estudios de grabación de La Sonrisa del Emperador resultó una experiencia nueva y exclusiva en la vida si perteneces al mundo del cultivo. Aunque al único al que pareció desconcertarle su visita fue a él mismo. Al resto de trabajadores se les veía acostumbrados a tenerle por allí de vez en cuando, así que recibió una gran cantidad de saludos que (por suerte, porque apenas reconocía ni una mísera cara) se quedaron en un sencillo "buenos días" o en el un poco más comprometido "hola, ¿qué tal?". Un par de clásicos a los que hasta un cultivador puede responder, en especial cuando tienes a un aliado trayéndote de vuelta a la realidad correspondiente con un codazo en las costillas bien dado cada vez que te distraes.

Su compañero le había dicho que grababan en un estudio, aunque eso en nada se parecía a los estudios con los que estaba familiarizado. Se había esperado un despacho y no, ni por asomo. El primer jade supuso que en distintas civilizaciones la misma palabra podría tener más de una acepción, así que se empapó de lo que significaba estar en un estudio de grabación, siempre dispuesto a aprender cosas nuevas. La distribución del lugar en cuestión le parecía muy extraña. El lugar en sí mismo, que era un caos. No se explicaba como un entorno de trabajo podía tener al mismo tiempo un aspecto tan impersonal como desastroso, pero el caso es que el sitio cumplía los dos requisitos al mismo tiempo. Todo estaba lleno de aparatos metálicos y grandes mesas cuyos propósitos desconocía, pero que contaban con llamativas luces parpadeantes de distintos colores e interruptores que no debería ni pensar en tocar, pero que le atraían como a un niño pequeño inquieto. A esas mismas y delante de las pantallas que parecían una versión gigante del artefacto que ahora conocía como teléfono móvil había una serie de personas sentadas que daban la impresión de estar trabajando. Aunque Lan XiChen no lo sabía, configuraban sonido e imagen antes del programa. Vio también que el estudio en sí estaba dividido en dos salas. Atendiendo a las palabras del presentador, él debía quedarse en la primera, en la de realización, mientras ellos grababan. Atosigado por la cantidad de información que estaba recibiendo en tan poco rato, el primer jade se limitó a asentir con la cabeza y quedarse al lado de la mesa de sonido. Entre tanto, su acompañante hablaba del transcurso del programa con el director.

Por alguna curiosa razón que no alcanzaba a comprender, todo ese trajín le recordaba al funcionamiento de una secta. El símil era retorcido y solo tenía sentido en su cabeza, pero el movimiento ininterrumpido y la constante gestión le transportaba a las cazas nocturnas, como a la que debería estar liderando en aquel momento. Suspiró. Por suerte su desazón quedó ahogada en todo el ruido a su alrededor.

De los tres presentadores, Jiang Cheng fue el primero en llegar. Wei WuXian y Nie HuaiSang hicieron acto de presencia cinco y tres minutos antes de empezar el programa, y se ganaron una mirada fulminante del otro locutor y de alguno de los cámaras que andaban por allí. Lan XiChen descubrió en aquel momento que grababan un programa con público, porque ajenos a los trabajadores iban entrando personas con una tarjeta colgada del cuello que se sentaban en las sillas que rodeaban a la mesa central. Nada más verlos, Wei WuXian se lanzó a hablar con ellos, tan sonriente como siempre.

Between  [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora