Capítulo 53: ¿Veterinario? ¿Debería tener miedo?

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Cada vez que Lan XiChen creía que las hazañas más difíciles las había enfrentado en su propio mundo entre conspiraciones palaciegas y campos de batalla, el siglo XXI se empeñaba en darle una bofetada a mano abierta. No, contra todo pronóstico la lucha más encarnizada en la que había participado no fue parte de la Campaña para Derribar al Sol, ni de broma. Tampoco la del templo GuanYin, que acababa de pasar a un flamante segundo puesto. La batalla más feroz a la que nunca le había hecho frente fue...

Meter a una gata presuntamente embarazada en un trasportín.

En un principio, todo pareció ir bien. Justo después de decirle a dónde iban a ir —pero sin explicarle qué demonios era eso; Lan XiChen no estaba seguro de si debía o no temer por su vida— el locutor desapareció en su cuarto y volvió a salir a eso de los dos minutos con una camiseta arrugada que acababa de encontrar tirada por el suelo y unos pantalones negros. Le lanzó a la cara un conjunto parecido, sencillo, porque a Jiang Cheng lo de la delicadeza no le había tocado en los genes, y le ordenó (chilló) que se vistiera, otra vez. Lan XiChen de pronto estaba perdido, porque no se esperaba que tener una gata embarazada entre manos pudiese desatar semejante arranque de histeria en un hombre adulto, supuestamente hecho y derecho. Luego descubrió a qué venía su repentino cambio de humor y lo entendió todo... más o menos.

Mientras se ponía los pantalones en mitad de la cocina (cosa que jamás pensó que llegaría a hacer y que ya no sabía si le parecía indecente o gracioso, pero esperaba que nadie le viese por la ventana) Zidian había estado a su lado, subida en el mueble. A veces le maullaba como si se riera de él y otras intentaba lamerle la cara cuando se agachaba. Todavía sin abrocharse los vaqueros, el primer jade se rio con suavidad por lo efusiva que estaba y le acarició la cabeza. En eso andaban cuando Jiang Cheng apareció por el salón con una caja de... ¿plástico? Sí, creía recordar que le habían dicho que eso era plástico, aunque más de la mitad de cosas de aquella realidad parecían ser del susodicho plástico. Todavía no alcanzaba a entender muy bien qué era esa sustancia tan misteriosa y polivalente. La caja era grande, del tamaño del microondas más o menos, y tenía una puerta al frente con rejas metálicas. En cuanto la vio, Zidian huyó como alma que lleva el diablo. Primero saltó en dirección al pecho de Lan XiChen con las garras bien afiladas. Parecía que se iba a esconder en él —hecho en el que el presentador confiaba para hacer las cosas más fáciles—, pero en su lugar le utilizó para saltar a la vitrocerámica apagada, de ahí al suelo y salir corriendo.

-¡Cógela!

-¡¿Qué?!

-¡Qué la atrapes, joder!

Una cosa más que nunca pensó que haría y allí estaba, haciéndolo. Y dejándose el orgullo en el acto. Nadie se imaginaría al ilustre ZeWu-Jun sudando para capturar una gata, pero aquel mundo nunca dejaría de sorprenderle.

Jiang Cheng y un Lan XiChen a medio vestir y todavía con los pantalones sin abrochar pudieron pasarse casi más de media hora corriendo detrás de la gata. Cada vez que parecía que iban a pillarla, ella les daba esquinazo haciendo uso de sus habilidades felinas. En algún momento dado les miró divertida, como si se estuviese mofando de ellos. Movía la cola de un lado a otro, pendenciera y orgullosa, y fulminaba a su humano con la mirada. Con un gesto brusco de la mano, el presentador le señaló que intentase ir por el lado contrario a él para tenderle una trampa. El primer jade le hizo caso, y maldito el momento en el que decidió obedecer. Zidian fue corriendo hacia él, sí, y Jiang Cheng detrás. Por instinto Lan XiChen se lanzó hacia delante para atrapar a la mascota. Su compañero locutor de radio también. Solo durante un segundo que se evaporó como un suspiro de vaho, ambos vieron la luz y a la gata dentro del trasportín.

Ja.

Zidian fintó en el momento exacto. Puede que llevase bastante tiempo sin salir de caza nocturna (gracias, Lan Huan, aunque no sea culpa tuya), pero aun así Lan XiChen todavía consideraba haberse enfrentado contra monstruos feroces. Bueno, pues a ninguno de ellos los había visto moverse con tanta precisión. Justo cuando la felina viró en dirección al salón, ellos se chocaron, frente con frente. El cabezazo les dejó tirados en el suelo durante dos o tres minutos, sobándose las sienes y viendo estrellitas tras los párpados.

Between  [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora