Capítulo 45: Todavía no está todo dicho

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-¿Qué? ¿Qué sabes tú que yo no, A-Huan?

-Yo... En este intercambio no, en el anterior, me enteré de algunas cosas un poco turbias de... el otro sitio. De la vida de Lan XiChen.

-¿Y? ¿Meng Yao no es su mejor amigo allí también o cómo va esto?

-Su Meng Yao ahí está muerto. -Ante esa información, Jiang Cheng se quedó en blanco. Si se esforzaba, Lan Huan podría ver cómo las piezas iban cayendo en su sitio en su cerebro una tras otra-. No me quedó del todo claro lo que había pasado pero la historia es complicada. Y creo que para Lan XiChen resultó traumático.

-Ahora es normal que casi le diese un ataque cuando lo vio. -Masculló casi para sus adentros-. Joder...

-A-Cheng, no es culpa tuya. -Le aseguró, atrayéndole en un abrazo que estuvo a punto de derramar el té sobre las sábanas. No cayó una gota sobre el hocico de Zidian de milagro-. No lo sabías.

-No, pero me gustaría haberlo hecho.

Lan Huan se mantuvo unos instantes en silencio, alternando entre abrazar a su locutor favorito, besarle y acariciar a Zidian, tarea un tanto difícil tendiendo en cuenta que solo tenía dos manos. Se mantuvieron así, en esa burbuja de confort y pensamientos solemnes, durante largos minutos. El silencio, su silencio, resultaba tan reconfortante como siempre. Y para ambos, porque los dos necesitaban esa pausa en sus vidas, tomarse un tiempo para pensar acurrucados contra el pecho del otro. Esa calmada quietud no se rompió hasta que, pasados unos minutos, el presentador de radio volvió a estornudar sin control. Lan Huan tuvo que contener una risilla mientras le pasaba un pañuelo del paquete de clínex que tenían al lado en la mesilla de noche.

-Quizá deberías volver a ir a ver al alergólogo. Y yo también.

Por encima de las gafas, Jiang Cheng le fulminó por la mirada. Fue contradictorio, porque en su siguiente movimiento se acostó sin reparos sobre el pecho del escritor. Zidian le miró mal, pero luego decidió que sus piernas también eran un sitio calentito para dormir la segunda siesta del día. El presentador le rascó por debajo de la barbilla, uno de sus lugares favoritos, haciéndola ronronear.

-Quizá tú deberías pedirle al psiquiatra que te adelantase la cita.

-Auch. -Se quejó de broma el escritor-. Si le vi hace dos días. Se va a pensar que estoy majara de verdad.

-Ese es su trabajo, ¿no?

-No, su trabajo es diagnosticarme y recetarme pastillas.

-Llámame loco, pero no creo que eso acabe con estos viajes raros. Ni con el otro.

-Loco. -Entre sus brazos, Jiang Cheng bufó. Lan Huan apoyó la barbilla sobre la cabeza ajena, pensativo. Dejó la taza a un lado en la mesilla de noche sin apenas mirar dónde después de otro sorbo, prefiriendo usar ambos brazos para abrazarle y liberar los nervios-. Aunque supongo que tienes razón.

-Pues claro. Siempre la tengo.

-Y cuando no, te la tengo que dar de todas formas.

-Exacto.

El escritor se permitió una pequeña risilla antes de estrecharle y caer en la seriedad contemplativa. Zidian se pegó más a sus humanos al sentir que el abrazo en el que se entrelazaban se ceñía en esa especie de deseo compulsivo de cercanía. Aunque intentaba mantenerse de buen humor, apartar aquellas imágenes recurrentes llenas de sangre de su cabeza y tranquilizarse, Lan Huan se sentía inquieto. Muy inquieto, tanto que le costaba mantener las manos en el mismo sitio no por intenciones eróticas, sino por el mero impulso de tocar, palpar, comprobar... de asegurarse de que todo estaba bien. Necesitaba abrazar a Jiang Cheng, saber que estaba allí con él y que nada le había pasado, verle sano y entero. El presentador notó el agarre sobre su espalda intensificarse, pero no dijo nada. Con la cabeza apoyada sobre su pecho podía notar los latidos de un corazón acelerado. Iba a besarle, pero estornudó antes de poder hacerlo.

Between  [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Where stories live. Discover now