Epílogo

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Dos años más tarde...

Valeria no dejaba de caminar de un lado a otro por el salón de su vivienda. Margarita la observaba con atención desde el sofá y sin mencionar palabra alguna; no le hacía falta para saber lo que le ocurría a su amiga.

—Tranquilízate, Valeria, no es como si fueras a casarte mañana mismo, ¿o sí?

La pelirroja se detuvo y giró sobre sus talones para mirarla con sorpresa.

—¿Pero qué dices? No tengo pensado casarme, no de momento. Además no tengo con quien...

—Obvio que no lo decía por eso, pero este fin de semana lo ves, ¿no es así? ¿Cuánto tiempo ha pasado ya desde la última vez?

Valeria volvió a sentir la corriente electrizante recorrer todo su cuerpo a pesar de no haberlo nombrado. Frotó las manos y volvió a caminar de un lado a otro de la estancia.

—Han pasado dos años... —respondió sin fijar su atención en un lugar concreto—. Pensé que se iría por un período corto de tiempo y que volvería a verlo pronto, pero no fue así. Tampoco voy a negarte que no hice nada por remediarlo, ya lo sabes. Preferí conformarme con mantener el contacto con él mediante llamadas y videoconferencias.

Margarita, harta de verla moverse de esa forma y con los nervios dejándola en evidencia, se acercó y la detuvo colocando las manos sobre los hombros de su amiga. Inspiró hondo en un intento porque Valeria la imitara, pero esta se limitó a contemplarla como si no entendiera lo que estaba haciendo.

—Relájate, ¿vale? —Volvió a inspirar hondo por la nariz y a echar el aire poco a poco por la boca, logrando en esa ocasión que ella hiciera lo mismo—. Necesitabais tiempo para sanar vuestras heridas y ahora que ambos estáis mejor es el momento oportuno para que os veáis de nuevo. Manuel te entendió e incluso accedió a esperarte, ¿no es así? —Valeria asintió ante las palabras de la morena—. ¡Pues ya está!

—Sí, todo eso lo sé, pero no impide que siga nerviosa. —Valeria se alejó de Margarita para acercarse al balcón y asomarse al exterior. Se abrazó a sí misma mientras miraba hacia la calle con cierta melancolía que hizo sonreír a la otra chica—. No sé cómo reaccionaré cuando lo tenga delante, ni cómo lo hará él cuando me vea. ¿Seguirá sintiendo lo mismo? ¿Seguiré haciéndolo yo?

Margarita volvió a moverse para aproximarse a ella, pero permaneció alejada lo suficiente para que no sintiera más agobio del que, intuía, ya sentía.

—Puedo asegurarte desde ya y sin necesidad de que lo tengas delante de que sí, sigues sintiendo lo mismo. ¿O crees que te pondrías de esta forma si no fuera así?

Valeria frotó sus brazos con insistencia antes de voltearse hacia ella.

—Tienes razón, no sé por qué me empeño en aferrarme a estos nervios tontos y a esta inseguridad que no lleva a ninguna parte. ¿Crees de verdad que es nuestro momento? Porque yo sigo viéndome la misma tía de hace dos años.

—Eso es porque no te ves desde cierta perspectiva como sí hacemos tus amigos. —Tras titubear unos segundos, se acercó de nuevo para agarrarla de los hombros y mirarla directamente a los ojos—. El otro día hablé con León y ambos coincidimos en que ya estás más que preparada para ese encuentro. Las heridas, aunque algunas tarden más que otras en sanar, siempre terminan haciéndolo. Tú estás curada, pero quizá necesites un pequeño empujón para saber si es o no cierto. Que nosotros te lo digamos no significa nada, ¿verdad?

—Joder, Marga, claro que significa algo, pero ¿qué hago si yo...?

Su amiga siseó antes de que continuara hablando.

Sucumbir a lo prohibidoWhere stories live. Discover now