Capítulo 16

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Manuel condujo hacia las afueras de la ciudad, en concreto hasta un pequeño pueblo desde cuya altura podía verse toda la ciudad y, a lo lejos, el pueblo del que provenían ambos. Aparcó en una de las calles y caminaron, disfrutando del paisaje, hasta llegar a una arboleda. Iban cogidos de la mano aprovechando que allí no les conocía nadie.

—Me conoces muy bien, ¿no es así? —Miró a su primo con una pequeña sonrisa.

Se habían detenido a unos metros de un enorme acantilado.

—Bastante bien diría yo.

—Y eso que hemos estado mucho tiempo separados...

—Sí, demasiado... —Posó sus ojos sobre ella y poco a poco subió el brazo con el que sujetaba el de Valeria para volver a darle un beso en el dorso de la mano. Lo hizo sin dejar de observarla en ningún momento—. Pero eso no impidió que siguieras siendo un libro abierto para mí.

Valeria se acercó más a Manuel sin desviar su mirada de la de él. Cuando estuvo lo suficientemente cerca apoyó la cabeza sobre el hombro de su primo.

—Y tú eres la única con la que puedo ser un libro abierto —confesó Manuel.

Ella se separó para volver a observarle y él sonrió. Bajó la cabeza para encontrarse con la boca de Valeria, pero en el último instante dudó. Miró a todos lados y, tras asegurarse de que nadie podía verlos, terminó de unir sus labios a los de su prima. Soltó su mano para agarrarla por la cintura y pegarla a su cuerpo.

—Me vuelves loco... —susurró sobre los labios de ella.

La chica reprimió un gemido que podría haber sido silenciado por la boca de él. Pronto el beso se convirtió en algo salvaje, casi animal, y del ímpetu empezaron a moverse sin saber bien hacia dónde. Hasta que la espalda de Manuel se apoyó contra uno de los árboles y Valeria cayó sobre el cuerpo de él. No pasó desapercibido para ella la excitación de su primo. Bajó la mano izquierda, oculta ante miradas indiscretas, y la posó sobre la zona de su entrepierna.

—Quiero... —empezó a decir ella.

Pero Manuel impidió que siguiera hablando, volviendo a devorar su boca. Valeria, por su parte, acarició la tela del pantalón. Él gruñó, separándose un poco de ella.

—No, aquí no... —Jadeó.

—Pero quiero hacerlo...

Sucumbir a la tentación era lo que Valeria quería y le daba igual el lugar donde pasara.

—Eres una pervertida, ¿lo sabías? —comentó él con una sonrisa.

—Tú eres el culpable de que esté tan ansiosa —contraatacó la chica.

—Y tú eres la causante de que esté así de empalmado. ¿Eso significa que estamos empatados?

Los dos rieron ante la pregunta formulada por Manuel. De nuevo juntaron sus labios en un beso que les dejó sin respiración. Las manos de él bajaron hasta las nalgas de la chica, atrayéndola aún más a su cuerpo. Suspiró cuando volvió a separarse de la boca de ella, aunque no de su cuerpo.

—Quizá deberíamos parar antes de que todo se ponga más intenso... —sugirió.

Valeria, sin embargo, quería continuar con aquello. ¿Hasta dónde serían capaces de llegar? Se acercó a la oreja de su primo y susurró:

—¿No sería excitante que te dejara tocarme aquí, a la vista de cualquiera?

Al escucharla decir aquello, él colmó de besos el cuello de su prima hasta llegar a su oído.

—No conocía esta faceta tuya, Valeria —dijo en voz baja.

Lamió el lóbulo de su oreja, provocando que ella soltara un pequeño gemido.

—Ni yo la tuya. —Valeria sonrió antes de lamer el cuello de Manuel.

Comenzaron un juego peligroso que ninguno de los dos quiso detener, pero debían hacerlo. Por eso, atendiendo a la poca cordura que le quedaba, él separó a su prima y se separó del árbol.

—Deberíamos irnos, hoy preparo la cena en casa y tengo que ser puntual.

Era una excusa pésima, aunque válida. Valeria soltó una pequeña carcajada y asintió.

—Está bien, pero esta te la guardo. —Con el dedo índice derecho le dio en la zona del pecho.

No sabía cómo, pero se vengaría por haberle dejado con ganas de más.

Sucumbir a lo prohibidoWhere stories live. Discover now