Capítulo 38

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Manuel reflexionó unos instantes recordando la pregunta que instantes antes le hizo su prima. Cerró las manos en un puño y se apartó de ella con la rabia en el resto. Estaba dispuesto a enfrentarse a su padre para que le dijera la verdad, pero se contuvo porque no sabía si su madre conocía esa historia. Cuando desvió de nuevo su mirada hacia la de Valeria y vio que no dejaba de llorar, volvió a aproximarse para abrazarla.

—Creo que... —empezó a decir ella con el nudo aún en la garganta—. Creo que deberíamos dejarlo aquí. Si de verdad somos hermanos...

—Si de verdad lo somos esto no debería ir a ningún lado —zanjó él y apretó los labios para evitar llorar. Pero no lo logró porque las lágrimas se derramaron por sus mejillas sin control—. ¿Qué culpa tenemos nosotros de lo que nos está pasando? ¿Qué hemos hecho mal?

Ella intentó separarse del cuerpo de su primo, pero él no se lo permitió. No quería que lo viera de esa forma.

—¿Por qué cojones mi padre tuvo que meterse con la novia de su hermano? —masculló.

—Manuel... —lo nombró con la voz temblorosa.

Al final él la dejó separarse y se contemplaron sin prestar atención a las lágrimas de ambos.

—Es la primera vez que te veo así —reconoció.

Su primo sonrió al escucharla decir eso, pero después recobró su expresión seria.

—También es la primera vez que me entero de algo tan grave como esto y que encima involucra a mi padre. Ahora entiendo por qué tu madre me miraba así a veces...

Perdió su mirada en algún punto alejado de su estudio hasta que Valeria hizo que volviera a situarse en sus ojos. Colocó sus manos en las mejillas de Manuel antes de hablar de nuevo.

—El destino se ha empeñado en que no estemos juntos.

—Si de verdad eres mi hermana no puedo luchar por lo nuestro por mucho que quiera. Una cosa es ser primos, pero otra muy distinta es que la sangre nos una mucho más de lo que pensábamos...

—Tendré que hacerme una prueba de ADN para confirmar que somos hermanos —manifestó con firmeza.

Permanecieron en silencio tras la declaración de intenciones de Valeria y, a pesar de todo, no dejaban de sentirse atraídos. Entonces cayeron en algo en lo que ninguno de los dos había pensado hasta entonces.

—Dios mío... —murmuró Valeria—. ¿Será todo esto un castigo por habernos acostado juntos?

Él agarró la barbilla de la chica e hizo que alzara su rostro hacia él.

—A pesar de todo no me arrepiento de nada de lo que pasó esa noche —confesó—. Aunque eso no quiere decir que no me cueste dormir por las noches pensando en ello. Fue lo más intenso de toda mi vida y no sé si fue porque es algo prohibido o porque te quiero de verdad.

Las palabras de su primo provocaron en ella un sollozo que hizo que su cuerpo se sacudiera.

—Yo también te quiero, pero no podemos seguir adelante. No puedo atormentarme más, no quiero seguir sufriendo por algo que no es posible. Pero si la prueba nos saca de dudas y además es favorable para nosotros...

No pudo seguir hablando porque la voz se le quebró. Manuel volvió a abrazarla y durante un rato estuvieron de esa forma, callados, disfrutando del último momento de intimidad que tendrían.

Tres golpes en la puerta los sobresaltaron y se separaron con rapidez.

—Valeria...

León la llamó en voz baja de forma que ella pudiera escucharlo. La chica se levantó del sofá y tras limpiarse las lágrimas acudió a recibir a su amigo. Dirigió una mirada a su primo y este solo asintió antes de que abriera la puerta y lo invitara a pasar.

Sucumbir a lo prohibidoWhere stories live. Discover now