Capítulo 7

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Al día siguiente, Valeria se levantó de la cama con la intención de ducharse No había conseguido dormir tras su encuentro en la cocina con Manuel y había dado muchas vueltas. O quizá solo tenía que acostumbrarse al colchón. Con la toalla apoyada en uno de sus brazos y la ropa en el otro, fue hasta el cuarto de baño con cuidado para que ninguna prenda se cayera. La puerta estaba cerrada y llamó, acostumbrada como estaba a hacerlo en su propia casa.

―Pasa.

Creyendo que no pasaría nada por entrar, abrió la puerta y se encontró a su primo con una toalla cubriéndole la parte baja del cuerpo. Contempló su torso desnudo como quien observa una obra de arte en el museo, ensimismada y con la boca abierta ante su descubrimiento. No dudaba de lo que había intuido bajo la ropa de Manuel, pero verlo por sí misma era otra cosa muy distinta.

―Lo siento ―se disculpó ella con la intención de cerrar la puerta de nuevo.

Sin embargo, no pudo hacerlo. Manuel sujetó el pomo y terminó de abrirla para dejarla entrar.

―Ya he terminado, no te preocupes ―anunció―. Ten cuidado cuando abras el agua porque tiende a salir fría al principio aunque esté la caliente a tope.

Y le guiñó el ojo antes de salir.

Valeria entró y cerró la puerta antes de percatarse de que había dejado de respirar por unos segundos. Soltó la ropa sobre la taza del váter y la toalla la colgó cerca de la mampara con la intención de tenerla a mano en cuanto saliera. Se desnudó, colocó el camisón sobre la cesta de la ropa sucia y se metió en la ducha. Dejó que el agua fría poco a poco se tornara en caliente y, cuando eso sucedió, dejó que el agua recorriera todo su cuerpo. Cerró los ojos y empezó a masajear su cabeza, como si haciendo eso pudiera despejar todos los pensamientos extraños que estaba teniendo. Pero no lo conseguía. La imagen de su primo semidesnudo aún permanecía en su mente y las ganas de recorrer su piel con la yema de los dedos empezó a atormentarla. Abrió los ojos y cerró la llave para enjabonarse. Cuando el jabón la cubrió casi por completo, volvió a dejar que el agua la recorriera y le quitara todo rastro de jabón que pudiera haber en ella. Por primera vez en mucho tiempo el agua caliente no la estaba relajando.

Terminó y se vistió rápido para salir de allí lo antes posible. Volvió a la habitación con la toalla y el camisón. Colgó tras la puerta lo primero y colocó en la cama lo segundo, después de hacerla. Salió de la habitación para desayunar y ayudar a sus tíos en las tareas de la casa.


···


Manuel, que ya había desayunado cuando Valeria entró en la cocina, se marchó hacia su habitación para coger la colonia y algunas prendas para los próximos días. Lo último que quería era molestar a su prima por las mañanas. Nada más entrar encontró el camisón bien colocado sobre la cama y se acercó para tocarlo, como si algo dentro de él le incitara a hacerlo. En cuanto lo tuvo en sus manos, subió la prenda a la altura de su pecho para observarla y finalmente la acercó a su nariz para aspirar el aroma con los ojos cerrados. Olía a canela y vainilla mezclado con la colonia que él solía usar. Sonrió y la depositó de nuevo sobre la colcha, en el mismo sitio donde estaba. En cuanto cogió su ropa y la colonia salió de allí y se fue hasta el estudio, donde pasaba la mayor parte del tiempo mientras su prima permaneciera en la casa. Había notado un cambio en la actitud de ella, pero desconocía el motivo y tampoco se iba a permitir pensar demasiado en ello.

Como cada mañana, se sentó frente al ordenador y organizó las cuentas de la familia. Una vez que las revisó, así como la cuenta bancaria a donde iban a parar todas las facturas, se dedicó a la creación de los cuadernos artesanales. Necesitaba tener suficientes antes de poner en marcha el negocio y dejar que el boca a boca hiciera su magia. No tardó en cambiar de tarea al cruzarle una idea por la cabeza.

Dos horas después, entre cuadernos artesanales y una sorpresa que le estaba preparando a Valeria, fue a ayudar a sus padres con las tareas del hogar. No obstante, al entrar en casa de nuevo se llevó la sorpresa de que todo estaba hecho.

―No te preocupes, hijo, Valeria nos ha ayudado a hacer lo que ayer dejamos pendiente. ¿Has adelantado trabajo? ―Su madre le dedicó una sonrisa.

Valeria también sonrió desde la puerta de la habitación de Manuel.

―Sí, he conseguido hacer un par de libretas más, luego te las enseñaré. ―Miró a su prima y añadió―: Y a ti también, si quieres.

―Me encantará ver todas las que tengas hechas ―Valeria mantuvo su sonrisa.

―Entonces vuelvo al estudio. Cualquier cosa ya sabéis dónde estoy.


···


Como aún quedaba una hora para almorzar, Valeria aprovechó que no tenía nada que hacer para hacerle una visita a su primo. En poco tiempo llegó y permaneció parada ante la puerta metálica unos segundos. Mordió su labio inferior, inspiró hondo y soltó el aire antes de golpear la puerta con su puño tres veces. No esperaba que Manuel abriera tan pronto y la invitara a pasar.

―Has venido a ver los cuadernos, ¿verdad?

Valeria asintió; no podía dejar de sonreír.

―Son preciosos, aunque el mío lo es más ―comentó cuando vio los que había sobre la mesa donde los estaba haciendo. Había agregado dos más para poder trabajar mejor y depositar en una de ellas todas las que iba terminando.

―La tuya es especial. ―Manuel no pudo evitar sonreír ante sus propias palabras―. Fue la primera que hice.

Pero también lo era porque había estado pensando en ella durante todo el proceso. De solo pensar que iba a ser su libreta siempre, pasara lo que pasase, se le iluminaba la mirada.

―Entonces la atesoraré aún más ―afirmó la chica, contenta.

Que Manuel le hubiera regalado la primera libreta, la que había dado rienda suelta a su idea de crear un negocio de artesanía, la dejaba sin aliento y con el corazón encogido.

Aunque en ese instante latiera desbocado.

Sucumbir a lo prohibidoWhere stories live. Discover now