Capítulo 2

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Manuel recordaba a Valeria como una niña alegre y muy inteligente. Aún estaba asimilando el cambio tan drástico de niña a mujer, ya que no había podido estar presente durante la adolescencia de su prima. Y tal vez fuera mejor así, porque de haber sido testigo de todos ellos estaba seguro de que habría sido una tortura para él. La hija de su tío nunca había sido fea, pero al ser su prima, y cinco años menor que él, no se permitió verla como algo más. Negó con la cabeza ante aquellos pensamientos e intentó alejarlos de su mente lo máximo posible; debía concentrar toda su atención en los papeles que tenía delante y en la hoja de cálculo de su ordenador. Por suerte solo estaba con las cuentas de su familia, pero de igual forma necesitaba mantenerse alejado de distracciones, sobre todo si tenían que ver con su prima.

―Concéntrate... Concéntrate.

Pero por más que se lo repitiera a sí mismo en voz alta, no servía de nada. El regreso de Valeria había supuesto muchísimo más de lo que aparentaba.


···


Consiguió centrarse tanto que no se percató de que alguien llamaba a la puerta hasta que el sonido insistente de los nudillos sobre el metal le trajo a la realidad. Se levantó de la silla y abrió, encontrándose al otro lado con unos ojos verdes, una preciosa sonrisa y un cabello caoba con suaves ondas. Lo siguiente en lo que se fijó Manuel fue en su blusa verde, que iba a juego con sus iris, y en los pantalones vaqueros ajustados que vestía. Tragó saliva antes de volver a mirarla a los ojos. La sonrisa seguía dibujada en el rostro de su prima.

―¿Te has quedado a gusto?

―¿Qué?

Valeria dejó escapar una pequeña carcajada antes de responder.

―Que menudo repaso me has dado, primo.

Manuel no supo cómo responder a eso. Le había pillado in fraganti y no tenía sentido mentirle. Como hizo el día anterior, se colocó de lado y dejó que Valeria pasara al interior. Cuando lo hizo, él cerró la puerta y se giró hacia ella para contemplar sus ojos verdes desde la distancia que los separaba.

―Ponte cómoda mientras yo termino ―sugirió, rompiendo el silencio.

Valeria, que seguía en silencio, no le quitó los ojos de encima hasta que él desvió la mirada para dirigirse hacia su escritorio. Bastaron quince minutos para que Manuel terminara todos sus pendientes. Con su silla giratoria se volvió hacia la zona donde estaba el sofá y descubrió que su prima no le quitaba ojo de encima. Una gran sonrisa apareció en el rostro femenino. Manuel se levantó y caminó hasta la pequeña mesa entre el sofá y la televisión para coger el mando a distancia. Acompañó a la chica en el cómodo asiento y dio al botón para que la pantalla se encendiera.

―¿Quieres ver algo o prefieres que juguemos? ―Quiso saber Manuel.

―¿A ti que te gustaría hacer?

Tras pensarlo un rato, apagó la televisión y se giró hacia su prima en el sofá.

―Ponme al día de lo que ha pasado en tu vida. Ya sabes, lo típico de si estudias o trabajas, si tienes novio... Ese tipo de cosas.

Valeria sonrió y bajó la mirada hacia su regazo. Aquel gesto conmovió a Manuel.

―Antes de que todo esto pasara ―Valeria se refería a la separación de sus padres y a la decisión de pasar una buena temporada en el pueblo que la vio nacer―, yo trabajaba en una revista de diseño como redactora de contenidos. No es que disfrutara de lo que hacía, pero me ayudaba a pagar las facturas. Hace dos meses me di cuenta de que aquello no era lo mío, pero no fue hasta que me enteré de la inminente separación que decidí dejar el trabajo. No podía seguir ahí si ni siquiera estaba a gusto con mi vida personal. Ya te imaginarás... Lo pasé fatal y tuve que renunciar, con mucho gusto, pero también con algo de incertidumbre por lo que pudiera suceder a partir de ese momento. ―Detuvo su relato durante unos segundos, pero Manuel no dijo nada. Solo se limitó a mirarla, quizá con demasiada intensidad―. Quiero dedicar este tiempo a pensar en qué es lo que quiero hacer a partir de ahora.

Él esperó, pero la chica no añadió nada más a su relato. ¿Tenía que asumir que no había tenido, ni tenía, pareja? «¿Desde cuándo me interesa a mí eso?», se preguntó, inquieto. Sin embargo, no retiró sus ojos de los de la chica. Quedaron en silencio, pero eso no molestó a ninguno de los dos. Al contrario, parecía que estaban en pleno duelo de miradas, como si perdiera el primero que parpadease o rompiera el silencio. Vio cómo Valeria apoyaba el codo en el respaldo del sofá y luego la cabeza sobre su mano. Quedó prendado de esos ojos verdes que parecían querer atravesarle el alma, o que tal vez ya lo habían hecho desde que llegó a su estudio. Apretó la mandíbula y se mordió con suavidad la lengua mientras su mirada seguía conectada a la de la chica. Si sus padres supieran lo que pasaba por su mente, le retirarían la palabra de manera permanente. ¡Y cómo no hacerlo! Si hasta él mismo pensaba que no era normal... ¿Quién en su sano juicio se fijaría en la hija del hermano de su padre?

Sucumbir a lo prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora