Capítulo 46

787 79 35
                                    

No estaba bien. No podía estarlo si en su desesperación había optado por ir a la arboleda donde había vivido ese momento tan bonito y excitante a la vez con Manuel. Habían pasado ya unos días desde que León le hizo su propuesta y ella aún no sabía qué responder. Sentía algo por él, eso no lo dudaba, pero aún no estaba segura de que fuera buena idea: ella aún sentía algo muy fuerte por Manuel y no quería precipitarse con la decisión. Sus pasos la llevaron al árbol en el que casi se metieron mano aquella vez, lo supo por la ligera inclinación que tenía respecto a otros. Recordó el instante en el que se enteró de la posibilidad de que ambos fueran hermanos y no pudo evitar que las lágrimas bajaran por sus mejillas. Su madre debió contarle la verdad bastante antes y así ella no se habría enamorado de él ni se sentiría tan sucia. Suspiró y apoyó la mano sobre el tronco, presa de los recuerdos.

—No esperaba encontrarte aquí —dijo una voz a su espalda.

Se giró y encontró a Manuel a pocos metros de ella. Lo vio especialmente guapo con la camisa blanca y los pantalones de color beige que llevaba.

—Sonará extraño, pero te echaba de menos y quise venir aquí. Guardo muy buenos recuerdos de este lugar... contigo —agregó él con una pequeña sonrisa.

—Yo no sé por qué vine y quizá deba irme ya.

Emprendió la marcha, pero él le impidió que avanzara cogiéndola por el brazo.

—¿Otra vez huyes de mí? —inquirió.

—Sí, o esa era mi intención —respondió con la poca determinación que le quedaba.

—¿Por qué?

—¿Te parece poco la posibilidad de que seamos hermanos? Si resulta ser cierto lo nuestro sería un gran pecado.

Intentó no subir demasiado la voz por si alguien se acercaba a curiosear, pero le costó. No dejaba de sentir que su cuerpo ardía y él solo estaba tocándole el brazo por encima de la blusa.

—Valeria, por favor, mírame —pidió. La chica al principio se resistió, pero finalmente lo hizo y solo entonces él volvió a hablar—: Estoy intentando reprimir mis sentimientos, pero no soy capaz de hacerlo cuando estamos solos. Durante este tiempo he preferido que ni siquiera nos viéramos, acepté que evitaras cualquier contacto conmigo, pero aquí... Estando aquí no puedo negarme a las ganas que tengo de besarte.

Tiró de ella lo justo para que se acercara más. Valeria podría haberse negado de haber querido, pero deseaba volver a juntar sus labios con los de él. No había noche que no soñara con él, con sus brazos rodeándola y sus labios besando toda su piel. Necesitaba saciarse al menos con un solo beso, aunque luego se arrepintiera. Las manos de Manuel subieron por la tela de color verde hasta los hombros y el cuello. La caricia lenta que le ofreció erizó el vello de la joven, que no dejaba de mirarlo con los labios entreabiertos. Acarició sus mejillas antes de unir su boca a la de ella y Valeria rodeó el cuerpo masculino con sus brazos. Poco a poco, mientras se besaban, acabaron de nuevo junto a aquel árbol y esa vez la espalda de la chica quedó apoyada sobre el tronco. Manuel subió los brazos de Valeria por encima de su cabeza y los mantuvo ahí con una de sus manos. Bajó por su cuello con besos hasta llegar a la zona de la clavícula. Ella cerró los ojos y gimió sin reprimirse. Le sorprendía la facilidad que tenía para ponerla así incluso cuando intentaba ser racional.

—Hoy si quieres puedo cumplir tus deseos —propuso, haciendo alusión a la primera vez que estuvieron allí.

Y mientras lo decía, su mano acariciaba el lateral del cuerpo de Valeria con la intención de provocarla. Al llegar a la cadera, y con ayuda de la otra, desabrochó el botón del pantalón e introdujo la mano izquierda. Se acercó a su oído y susurró:

Sucumbir a lo prohibidoWhere stories live. Discover now