Capítulo 24 | Parte 1

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Estar con Manuel la hacía sentir libre, viva y llena de felicidad. La noche prometía ser maravillosa solo por el hecho de estar con él, aunque solo cenaran y luego pasearan por la ciudad. No era tan grande comparada con aquella donde creció durante años, pero tampoco lo necesitaban; se perderían igual por sus calles.

Aparcó cerca del lugar, en zona azul, y, mientras la chica guardaba su mochila en el maletero, él pagó por el tiempo que intuía que tardarían en volver al coche. Caminaron cogidos de la mano hasta el restaurante y un camarero los recibió en la puerta. Valeria quedó impactada con la belleza del lugar y aún no habían entrado.

—¿Tienen reserva? —preguntó el hombre.

—Sí —respondió Manuel—. A nombre de Manuel Villarreal.

El camarero hojeó la lista y se detuvo al llegar al nombre. Quitó el capuchón del bolígrafo que tenía en la mano y puso una marca.

—Mesa para dos, ¿verdad?

—Sí.

El hombre les condujo al interior, hacia una mesa situada en una zona íntima creada para eventos especiales de pareja. Era una buena estrategia teniendo en cuenta que los alejaban de las ruidosas familias, localizadas al otro lado del restaurante. Manuel y Valeria se sentaron frente a frente y se dirigieron una sonrisa cómplice ante la atenta mirada del desconocido.

—En unos minutos vendrá un compañero a atenderles.

Los dos quedaron solos y miraron a su alrededor. Aún era temprano y el lugar no estaba tan lleno como era costumbre, pero lo prefirieron porque así podrían hablar con tranquilidad. Valeria cogió la carta y su primo hizo lo mismo, aunque sus ojos volvían a conectar mientras tomaban la decisión.

—Te recomiendo la lasaña especial de la casa —comentó él al recordar la última vez que fue a comer allí.

—¿Qué es lo que lleva? —preguntó, interesada, sin dejar de mirarle por encima del menú.

—Carne, tomate, atún, pimiento y champiñones —enumeró—. No sé si me dejo algo...

Y tras hablar volvió a echar un vistazo para asegurarse. Ella lo hizo también y se adelantó al decir:

—No olvidaste nada. Entonces me pediré una. —Le dedicó una sonrisa.

Él la miró con atención al verla sonreír y no dijo nada más. Valeria se dio cuenta de eso y sintió un calor subir hasta sus mejillas.

—¿Por qué me miras así?

—Ya sabes que me gusta cuando sonríes —respondió, encogiéndose de hombros.

Permanecieron en silencio unos minutos hasta que el camarero por fin llegó para tomarles nota.

—Hombre, Manu, has venido —saludó, mirando directamente a su amigo.

El aludido hizo lo mismo con una sonrisa.

—¿Qué pasa, Fran?

—Pues nada, aquí estoy, trabajando. —Tras eso le dirigió una mirada a Valeria y después volvió a fijarse en su amigo—. Veo que estás bien acompañado.

—Sí, ella es la chica de la que te hablé...

—Bueno, ¿qué vais a tomar?

—Yo un agua y ella...

—Agua también —coincidió la chica.

—¿Y de comer? —intervino Fran.

—Dos lasañas especiales de la casa —dijo Manuel, guiñándole el ojo a su amigo.

—Está bien. ¿Algún entrante?

Manuel y Valeria se observaron mutuamente y ambos coincidieron en su negativa.

—Perfecto —Fran terminó de escribir y se despidió.

Ella volvió a hablar cuando él se fue.

—Es simpático tu amigo.

—Sabía que de primeras te caería bien. —Manuel le dedicó un guiño.

De nuevo quedaron callados contemplándose mutuamente. Hasta que ella rompió el silencio:

—Algo extraño ocurre con mis padres, pero no me lo quieren contar. Al menos mi padre no estaba en condiciones de hacerlo, creo que le afecta mucho el tema. ¿Crees que su separación pudo deberse a una infidelidad por parte de ella? —reflexionó.

—Yo no sé lo que pasa, pero también pienso que hay algo extraño en todo esto. Tendrás que esperar a que alguno de los dos quiera hablar del tema.

Tras hablar, Manuel estiró el brazo para agarrar la mano de su prima por encima de la mesa. Ella clavó su mirada en sus manos unidas y luego posó los ojos en el rostro masculino. Mientras le miraba, un pensamiento pasó por su cabeza tan rápido que ni siquiera se dio cuenta de que lo dijo en voz alta:

—Quédate conmigo esta noche.

Sucumbir a lo prohibidoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum