Capítulo 22

1.4K 127 57
                                    

Se cogieron de las manos de forma instintiva, pero pronto se soltaron con la determinación de aparentar una normalidad inexistente ya entre ellos. Valeria se sentó en el sofá y él quedó al lado de su escritorio y se estiró antes de dirigirse hacia la puerta. Por el camino oyó la voz de su madre al otro lado:

—¡Tenemos visita!

—Ahora vamos —respondió Manuel.

Con un movimiento de cabeza, su prima se levantó y se acercó a él. Le dirigió una mirada confusa y él respondió encogiéndose de hombros. En silencio, Manuel abrió la puerta y los dos, uno tras otro, fueron hasta la casa principal. Por algún motivo, Valeria tuvo una sensación extraña, como si su corazón quisiera salir por alguna parte, y sus manos sudaban más de la cuenta. Se sintió como si la hubieran pillado en alguna travesura o, peor, como si fueran a juzgarla y a declararla culpable por algo. En pocos segundos supo por qué.

La visita era su madre.

No era la primera vez que tenía un presentimiento como aquel y raras veces se equivocaba al respecto, pero jamás esperó encontrar a su madre sentada en el salón de sus tíos. No después de todo lo sucedido entre ella y su padre.

—Mamá...

Carmen dirigió una mirada a su hija con una sonrisa en los labios. Levantó el cuerpo de la silla y se acercó para darle un abrazo que no fue correspondido por su hija. Aún seguía en shock.

—¿No te alegras de ver a tu madre? —preguntó al notarla tan extraña.

La chica se mojó los labios y, unos segundos después, respondió.

—¡Claro que sí! Pero no te esperaba, ¿por qué no me avisaste?

—Quería darte una sorpresa. Como en casa no puedo quedarme por el momento por tu padre, hablé con Fuensanta y me ofreció quedarme con ellos unos días.

Valeria creyó que su corazón se detendría al escuchar aquello. Mientras estuviera allí su madre tendría que ser más discreta de lo que ya era y, llegados a ese punto, iba a ser complicado. Su madre solía ver más allá, siempre lo había hecho, y compartir momentos con ella solo serviría para delatarse a ella misma. Pensó en León y en su deseo porque siguiera estando allí. Al menos así su madre no podría ver lo que realmente sucedía.

—Me alegro de que estés aquí.

Aunque esa alegría no la transmitieron sus ojos.

Manuel se encontraba tras ella, a una distancia prudencial, observando la escena. Su padre no estaba y su madre fue al cuarto de baño cuando los vio llegar. Sintió que el corazón le saldría por la boca, de no ser porque en realidad seguía en su pecho, latiendo con fuerza. Sus manos sudaban y las secó en el pantalón, aunque saludaría a su tía como siempre. A pesar de todo la seguía considerando como tal.

—Que bien que estés aquí, tía —comentó, acercándose a ella tras apartar con suavidad a su prima del paso. La saludó con dos besos y le dio un abrazo—. ¿Qué tal el viaje?

—Bastante bien, han sido unas cuantas horas en el autobús, pero estoy acostumbrada a cosas peores... —Dejó de hablar un rato para mirarle de arriba abajo—. Te has convertido en todo un hombre. Y bastante guapo, además.

Con el apunte de su madre, Valeria notó sus mejillas arder y rezó porque no se diera cuenta de ello. Valeria miró su teléfono y vio que era la hora de comer.

—Me voy a casa que ya es hora de comer y papá debe estar esperándome —anunció.

Se aproximó a Carmen y le dio dos besos antes de darse la vuelta para irse.

—Te acompaño —dijo su primo.

Carmen se quedó mirándoles mientras se iban.

Cuando estuvieron lejos de la casa de Manuel, de camino a su casa, Valeria volvió a hablar.

—¿Pero qué hace aquí? Debió avisarme o al menos a mi padre. Se supone que terminaron bien, no tiene que venir en secreto. Ni siquiera por mí.

—¿Estás segura de que terminaron bien de verdad? —intervino su primo.

Ella permaneció callada durante un rato sin saber qué responder.

—¿Has pensado que tal vez quisieron aparentar que todo estaba bien para no hacerte más daño? No sé qué pasó entre ellos para que se separaran, ni la gravedad de la situación, pero podría ser una posibilidad...

La chica reconoció que lo que decía su primo tenía sentido.

—¿De verdad piensas que pudo pasar eso?

Manuel detuvo sus pasos y ella hizo lo mismo. Se giró hacia su prima y la miró con el rostro serio.

—No quiero que sufras, Valeria.

—Tranquilo, no creo que sufra más de lo que ya sufrí cuando se separaron. Es cosa suya, además, si acabaron mal tuvieron que decírmelo... ¿Para qué mentirme? Ya soy mayor de edad y creo que lo suficientemente madura como para afrontar las cosas de la mejor manera posible. —Reprimió un sollozo que subía por su garganta—. Que no confiaran en mí y en mi fortaleza solo me confirma que no me conocen tanto como yo creía... Tendré que hablar con mi padre para que me aclare esto.

Manuel, sin decir nada, la atrajo con su brazo derecho y la abrazó. Depositó un beso en el pelo de la chica y la apretó fuerte contra él. Valeria le rodeó con los brazos y percibió cierto aroma a canela que la enloqueció. Tuvo que contenerse para no hacer algo que la pudiera delatar. Con su madre en casa de sus tíos y los vecinos al acecho desde sus hogares no se lo podía permitir.

—Esto va a ser una tortura... —manifestó ella.

—Lo sé, pero lo llevaremos lo mejor posible. Mi madre me comentó que solo serían un par de días o tres, así que no tendremos que reprimirnos tanto.

Valeria se separó de él para mirarle a los ojos.

—¿Lo sabías?

—Sí, pero no cuándo vendría... Siento no habértelo dicho, pero era una sorpresa y le prometí a mi madre que no te contaría nada.

Ella se quedó callada un rato.

—¿Estás enfadada conmigo? —quiso saber él.

—No, me habría gustado que me lo dijeras, pero la culpa la tiene mi madre por no decírmelo personalmente. Me llama para tonterías, pero no para decirme que vendrá a pasar tiempo conmigo. —Chasqueó la lengua.

Él la contempló y, al ver que bajaba su mirada, alzó su barbilla para que volviera a conectar los ojos con los suyos.

—¿Esta noche estás libre? —Ella lo pensó durante unos segundos y luego negó con la cabeza—. Entonces te invito a cenar por ahí.

Valeria sonrió y eso provocó que el corazón de Manuel volviera a latir con mayor intensidad. No le gustaba ver mal a su prima y haría lo posible porque la estancia de Carmen en el pueblo no la hiciera sentir triste.

Sucumbir a lo prohibidoWhere stories live. Discover now