Capítulo 24 | Parte 2

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Manuel tragó saliva al escuchar a su prima decir eso.

—¿Quieres que durmamos juntos fuera de casa?

Ella asintió con una sonrisa traviesa.

—En qué estarás pensando, pillina. —Él sonrió de manera contenida.

—De momento solo pienso en que me acompañes, no quiero estar sola...

Su primo acarició el dorso de la mano de la chica y amplió su sonrisa. Asintió.

—Por supuesto que me quedaré contigo.

Valeria reprimió un salto en el asiento, pero su corazón latió más rápido al escuchar sus palabras. Era cierto que no había pensado en nada especial, solo esperaba que lo que tuviera que suceder, surgiera solo. Sintió un escalofrío al pensar en todas las posibilidades.

El camarero les trajo la bebida y, minutos después, ambos tuvieron delante su plato de lasaña. Una buena ración que ella no supo si podría terminar.

—Menos mal que no hemos pedido entrantes —comentó ella, divertida.

Los dos rieron.

—Come lo que puedas que si te cuesta terminarlo, te ayudaré.

Durante la cena hablaron de todo un poco sin profundizar en algo concreto. Gracias a él consiguió olvidar un poco el tema de sus padres, centrándose solo en lo que estaba sintiendo esa noche. Estaba dispuesta a disfrutar todo lo posible. Cuando terminaron, él le hizo una propuesta:

—¿Te apetece dar una vuelta?

Valeria, que había comido demasiado, agradeció que lo dijera.

—Sí, por favor, necesito bajar lo que he comido —respondió la chica.

Manuel pidió la cuenta y su amigo la trajo. Ambos pagaron a medias, dejaron propina y se marcharon de allí en cuanto Fran se llevó la pequeña bandeja con el dinero. Notaron el fresco de la noche al salir a la calle y él pasó sus brazos por los hombros de ella para que no pasara frío. Valeria se acurrucó contra él.

—Ojalá pudiéramos sentirnos tan libres como en este momento. —Ella suspiró.

—Lo haremos. En algún momento seremos libres para poder sentirnos como queramos sin culparnos...

Detuvieron sus pasos y se abrazaron en medio de la calle.


···


Llegaron a un parque, que a esas horas no contaba con público, y se sentaron en uno de los bancos situados lejos de miradas indiscretas. No dejaron de mirarse en ningún momento. Manuel acarició la mejilla de su prima con la yema de sus dedos.

—Doy gracias al cielo porque somos primos y no hermanos —comentó él, serio.

No dejaba de darle vueltas al tema, estuviera con ella o en la más absoluta soledad. Podría parecer atrevido en sus acciones, pero en la calle solía tener cuidado de que nadie los viera expresando emociones más allá del cariño familiar. En la ciudad las cosas eran solo un poco diferentes, pues bastante gente del pueblo también iba allí por distintos asuntos. No podía ser tan libre con ella como le gustaría, pero era lo máximo a lo que podía aspirar.

—Si fuéramos hermanos esto jamás habría surgido —aseguró Valeria.

—¿Cómo puedes estar tan segura? —cuestionó—. ¿Y si estábamos destinados a esto?

Manuel bajó la mano hasta su regazo, movimiento que ella aprovechó para tomarla entre las suyas.

—¿Crees que si fuéramos hermanos también sentiríamos esto?

Sucumbir a lo prohibidoWhere stories live. Discover now