Capítulo 51

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Días después del anuncio de la boda entre Manuel y Marga, Valeria se encontraba a solas en su piso de la ciudad. Si antes tenía pocos motivos para visitar el pueblo, tras conocer esa noticia menos aún. Dedicó gran parte de su tiempo al trabajo para distraerse, pero todas las tardes, cuando regresaba a casa, su mente volvía a jugarle malas pasadas recordando cosas que creía olvidadas en parte.

Esa tarde, el timbre la sacó de su ensimismamiento y, sorprendida, acudió a la puerta para abrir. Al otro lado encontró a Manuel con el rostro serio, un jersey fino de cuello alto fino color lila y unos pantalones negros entallados. Lo miró de arriba abajo para no perder detalle hasta que se dio cuenta de lo que hacía y sacudió la cabeza. Sin decir nada le dejó pasar y cerró tras él.

—Mi padre te ha dado mi dirección ¿no es así? —indagó, consciente del carácter retórico de su pregunta.

A pesar de eso, recibió como respuesta un asentimiento de su primo.

Valeria caminó hacia el salón, que no distaba mucho del pequeño recibidor, y se sentó en el sofá a la espera de que su primo la acompañara. Él, que la siguió con la mirada cuando lo sobrepasó, se quedó observando su figura y caminó tras ella antes de que llegara al sofá. Tensó la mandíbula y el resto del cuerpo cuando se posicionó a su lado. Posó las manos sobre su regazo sin dejar de mirar al frente, hasta que giró el cuerpo y se encontró con que ella había hecho lo mismo.

—Siento haber venido así, sin avisar, pero sabía que si lo hacía te negarías a verme —comentó, tan cerca de ella que creyó que perdería la razón en cualquier momento.

—Tienes razón, lo habría hecho —confirmó, frunciendo los labios.

El silencio predominó en el lugar y ambos permanecieron en la misma posición contemplándose con un fervor que no habían dejado de profesarse. Valeria tragó saliva antes de atreverse a inundar todo el espacio con su voz, de nuevo.

—¿Por qué? —Bajó la mirada para centrarse en sus manos, que entrelazó en su propio regazo, y luego subió la cabeza con la intención de retomar el contacto visual con él—. Me dijiste que por ella no sientes ni la mitad de lo que sientes por mí. ¿Por qué vas a casarte con ella entonces?

Manuel abrió los labios y los cerró de inmediato, asombrado por su iniciativa. Frunció el entrecejo durante un instante para después curvar hacia arriba el lado derecho de su boca.

—La última vez que estuvimos solos me quedó claro que no querías que volviera a tocarte y, aunque no niego que mis sentimientos siguen siendo los mismos, necesito hacer todo lo posible por olvidarte. Por eso lo hago —expuso, no sin dificultad.

Tomó sus manos y se concentró en ellas, dejando que las palabras calaran en Valeria. Sin embargo, un cosquilleo intenso en todo su cuerpo le motivó a confesarle algo que llevaba mucho tiempo queriendo decirle. Quizá fuera tarde para hacerlo, pero como bien decían, mejor tarde que nunca.

—Te amo, Valeria. —La miró a los ojos al decirlo—. Te amo sin remedio, sin medida y sin razón. —Hizo una pequeña pausa para tragar saliva y relamerse—. Quizá cometa el mayor error de mi vida casándome con Margarita, pero es lo mejor que puedo hacer para no seguir cayendo y para que puedas olvidarte de mí de forma definitiva. Será lo mejor para los dos...

Ella, que mantuvo la mirada sobre la de él, sintió que su corazón se le saldría del pecho y no supo si era por la confesión inesperada o por la amargura de sus palabras. Tuvo el impulso de salvar la poca distancia que los separaba y juntar su frente con la de Manuel. Un hormigueo recorrió todo su cuerpo y cerró los ojos para disfrutar de esa sensación, acto que repitió su primo tras inspirar hondo. Valeria suspiró.

Sucumbir a lo prohibidoWhere stories live. Discover now