Capítulo 57 | Final

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—Manuel no es mi primo.

Valeria estuvo durante el resto de los días, hasta el fin de semana, asimilando toda la información que le llegó de repente. Si Paco era su padre o no ya lo consideraba secundario porque no era algo novedoso y muy en el fondo esperaba que continuara siendo así tras el test. Sin embargo, lo de Manuel fue una noticia inesperada, extraña y dolorosa por todo lo que conllevaba.

León estaba frente a ella, al otro lado de la mesa de comedor que Valeria tenía en su casa, escuchando atentamente todo lo que le decía.

—¿Entonces es tu hermano? —quiso saber.

Valeria, que se había sumido en un pequeño trance, lo observó durante un rato como si le costara digerir la pregunta.

—No somos familia —concluyó.

El gesto de sorpresa de León fue bastante notorio para Valeria y le indicó con un movimiento de cabeza que entendía su reacción.

—¿Y qué vas a hacer ahora?

Su expresión cambió y ella intuyó el motivo. Suspiró. Durante aquellos días también estuvo dándole vueltas a qué decisión tomar: si seguir con León o intentarlo con Manuel.

—Si te digo la verdad, no lo sé aún —respondió con total sinceridad.

—Yo no te voy a retener a mi lado en contra de tu voluntad, Valeria. Si tu felicidad no está a mi lado es mejor que no forcemos las cosas. Es cierto que yo he terminado pillado por ti, lo reconozco e intuyo que lo sabes, pero eso no te obliga a nada. —León se levantó de la silla para acercarse a ella y arrodillarse. La tomó de las manos y depositó un beso en cada una de ellas—. Decidas lo que decidas para mí estará bien. Ante todo quiero que seas feliz. Lo entiendes, ¿verdad?

Valeria asintió, incapaz de responder con palabras por el enorme nudo que sentía en su garganta. Aquel era su mejor amigo, del que se habría enamorado en caso de que las cosas hubieran surgido así y por el que haría cualquier cosa, salvo hacerle daño. No solo pensaba en que lo lastimaría si terminaran su relación en ese mismo instante, sino también en que lo haría si continuaran juntos sin ella corresponderle como merecía. El dilema era evidente para ella, pero también la decisión que cada vez era más firme.

—Lo entiendo... Y no puedo lastimarte —le aseguró, seria—. También soy consciente de que te haré daño decida lo que decida porque lo hice en el mismo momento en el que decidí intentarlo contigo, pero prefiero que se acabe de una vez a alargarlo más y que todo empeore con el paso del tiempo. No quiero cagarla contigo más de lo que ya lo he hecho.

León volvió a besar el dorso de las manos de Valeria antes de erguirse. Ella hizo lo mismo para darle un abrazo en el que intentó no derrumbarse, en vano. Él no pudo evitar derramar alguna lágrima, aunque se la limpió antes de separarse de su amiga.

—Necesito recuperarme de toda esta mierda que me ha salpicado desde que mi madre fue a verme al pueblo... Y quiere hablar conmigo, aunque no he respondido aún a su mensaje... Creo que se va mañana, así que...

—Habla con ella, Valeria —la instó, mirándola a los ojos mientras la tomaba de las mejillas—. Hazlo o te arrepentirás. Además, ¿no quieres más respuestas?

Valeria asintió.

—Tienes razón... Aunque ya sepa que mi padre es el mismo que me ha criado durante todos estos años, me gustaría al menos conocer su versión. Saber por qué hizo lo que hizo, aunque no me incumba. Solo quiero intentar entenderla.

Volvió a derramar algunas lágrimas que no ocultó ante León, aunque este ya se fijó en las anteriores porque tenía el rostro húmedo y notó las pequeñas sacudidas de su cuerpo mientras la abrazaba.

Sucumbir a lo prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora