Capítulo 36

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Hace veintisiete años...

Esa noche salió con sus amigas a bailar. Su novio Francisco tenía que levantarse temprano para trabajar, pero no le impidió que fuera solo porque él no podía acompañarla. Le causaba mucha felicidad estar con él porque no le cortaba las alas, al contrario: la animaba a hacer todo lo que quisiera. Incluso salir por la noche con sus amigas. Francisco confiaba en ella y en su capacidad para decir que no si algún chico se le acercaba. Carmen era una muchacha bastante guapa que llamaba la atención no solo por su cabello de color caoba, sino también por el verde de sus ojos. Cuando pestañeaba, lo hacía de una forma tan tierna que provocaba en él una sonrisa bobalicona que le costaba retirar. Y cuando lo miraba de forma intensa, Francisco creía perder la razón. Estaba completamente enamorado de ella.

Una vez dentro de la discoteca, Carmen y sus amigas se dispersaron hacia la zona de su interés. La mayoría se dirigió a la zona de baile, mientras que ella prefería tomar algo en la tranquilidad de la barra. Un camarero le sirvió su pedido y después se encargó del resto de clientes, dejándola sola con sus pensamientos y el ruido ensordecedor de la música. Cogió el vaso y se giró para apoyarse en la superficie de la barra. Buscó con la mirada a sus amigas, pero alguien se interpuso entre ella y la pista de baile. Alzó la mirada y se encontró con los ojos oscuros de José, su cuñado.

Jamás se lo habría esperado.

—¿Y mi hermano? —preguntó él, alzando una ceja.

—Mañana trabaja, pero sabe que estoy aquí con mis amigas. —Sonrió.

—¿Y dónde están ellas?

—Bailando —respondió mientras señalaba hacia el lugar donde estaban.

—¿Por qué no estás con ellas? —insistió.

—¿Y tú por qué no dejas de hacerme preguntas? —Frunció levemente el ceño, pero solo unos segundos. Después volvió a relajar su expresión.

—Discúlpame, sé que mi hermano confía en ti y respeta tus decisiones. No debo meterme en vuestras cosas, pero me preocupa...

Esta vez fue ella quien levantó una ceja.

—¿Crees que podría serle infiel? —Se cruzó de brazos esperando una respuesta, pero al ver que él solo mantenía su mirada sobre ella, continuó hablando—: Se nota que no me conoces.

Y era cierto, pues aunque llevaba cinco meses saliendo con Francisco, pocas veces había tenido la oportunidad de interactuar con él más de lo necesario.

—Lo siento si te he ofendido —se disculpó, bajando un poco la voz.

Debido a la música, ella no le escuchó y le preguntó si podía repetirlo. Cuando el mensaje llegó a sus oídos, sonrió y sacudió la cabeza, indicando así que no se preocupara.

—¿Qué estás tomando? —Cambió de tema.

—Un refresco, no he querido empezar tan fuerte...

—Entonces a la primera te invito yo, ¿te parece bien?

José colocó una mano en el hombro de la joven y ella se quedó quieta, impresionada por ese contacto. Él se dio cuenta y retiró la mano rápido, como si hubiera tocado el mismísimo fuego y se estuviera quemando. Se acercó a la barra y no tardó en ser atendido por el mismo camarero que le había servido a ella el refresco. Cuando tuvo su vaso en la mano, bebió un sorbo y se giró hacia su cuñada para mirarla.

—A tu salud. —Levantó el vaso y después lo llevó de nuevo a sus labios.

Carmen lo observó con atención para descifrar lo que era ese líquido oscuro.

Sucumbir a lo prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora