Capítulo 56

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La siguió sin decir nada hasta que la vio sentarse en un banco del pequeño parque que tenía el pueblo. Permaneció quieto a unos metros de ella sin saber si acercarse o no. Se moría de ganas por hacerlo para así reconfortarla, pero al mismo tiempo temía que lo rechazara. A pesar de que estallara ante sus padres con aquella confesión.

—¿Estás bien, Val? —preguntó al tiempo que ponía su mano derecha sobre el hombro de la chica, como hiciera aquella primera vez.

Escuchó un pequeño sollozo y sintió que el corazón se le encogía. No esperó a que respondiera o se volteara para sentarse a su lado.

—¿Tú qué crees? —cuestionó con las lágrimas cayendo por sus mejillas. Giró la cabeza para verla de forma directa—. No sé cómo me siento... Estaba contenta al saber que mi padre es el que me ha criado siempre, pero lo tuyo... Reconozco que no estaba preparada para escuchar eso.

Manuel tomó una de sus manos entre las suyas y besó el dorso.

—Siento haber sacado el tema de esa forma... El otro día no me dejaste hablar y aunque lo hubieras hecho estoy seguro de que no me habrías creído. Y no me extraña, ¿eh? Porque yo... —Tragó saliva al notar que se le formaba un nudo en la garganta—. Yo me enteré de la peor forma posible: mediante una conversación que no debí haber escuchado. Me costó mucho asimilarlo, pero creo que me ayudó el hecho de pensar que ya nada nos impide estar juntos.

—¿Y qué pasa con Margarita? ¿No ibas a casarte con ella?

Valeria dio justo en la diana. Manuel permaneció callado mientras pensaba en cómo contarle la verdad sin herirla más, pero sabía que eso sería complicado de lograr. Por si fuera poco, la vio jugando con el colgante de la manzana entre sus dedos y eso lo destrozó más. Le resultó irónico darse cuenta de que esos dijes, más que nunca, cobraban un significado importante para ambos. Un amor tormentoso no solo por los lazos sanguíneos que ya no los unía, también por todas las malas decisiones que habían tomado.

—Era una farsa —confesó al fin, consciente de las consecuencias.

Valeria entrecerró los ojos y soltó la cadena de forma sutil, aunque no pasó desapercibido para él.

—¿Cómo?

Manuel suspiró.

—Lo de mi boda con Margarita era una farsa para hacerte reaccionar, aunque lo cierto es —hizo una pequeña pausa— que si tú y yo hubiéramos sido hermanos habría seguido adelante con esos planes.

Ambos callaron mientras una asimilaba esas palabras y el otro esperaba por una reacción.

—¿Por qué? —fue lo único que pudo decir.

Manuel se dedicó a acariciar su mano son la yema de sus dedos, centrando su mirada en el regazo porque las lágrimas pugnaban por salir. Y aunque intentó que no salieran, no pudo evitarlo cuando Valeria volvió a hablar.

—¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué me mentiste? —insistió.

Alzó la vista hacia ella y apretó los labios antes de carraspear.

—¿Habría cambiado algo si te hubiera dicho que todo era una mentira? —cuestionó—. Reconozco que no he hecho las cosas bien contigo, pero he ido cuesta abajo y sin frenos desde que... tu padre me contó que estabas saliendo con León.

Valeria respiró hondo para deshacerse del nudo en su pecho y garganta.

—Hay algo que yo tengo que contarte... —Y debía hacerlo porque no sería justo reprocharle nada cuando ella también mintió—. Yo también mentí. Hasta nuestro último encuentro en la arboleda yo aún no estaba con León en ese sentido. Él se ofreció a hacerse pasar por mi novio para que todo fuera más sencillo, pero mira cómo ha terminado todo... No fue una buena decisión, pero en su momento pensé que me ayudaría a intentar olvidarte.

Sucumbir a lo prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora