39 La maldición de la Santa (4)

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Siete personas estaban reunidas en un recinto que fácilmente albergaría a quinientas, el pasillo estaba cubierto por una larga y fina alfombra roja, a los costados había altas columnas y sobre las paredes se veían hermosas pinturas, el techo era alto y en el medio, el trono estaba cubierto en su totalidad de oro puro.

Pero no era momento de atestiguar la belleza del salón, por el contrario, era un momento donde la tensión se podía sentir en el ambiente.

– La ira de la diosa Ameritia, Majestad, la diosa ha lanzado su ira sobre la señorita Bela – dijo el sacerdote en voz muy alta.

Sobre el suelo y de rodillas, Bela lloraba amargamente.

Dos días después de la ceremonia de purificación, cuando las personas se vanagloriaban en la belleza del paisaje, el florecimiento de los árboles, la migración de las ves y la mejora de las cosechas, la iglesia descubrió dos tragedias que nunca se habían visto antes.

En primer lugar, el agua que se bendijo durante la ceremonia y que había terminado de ser empaquetada, resultó ser agua común.

El sacerdote jamás pensó que sufriría una humillación semejante, al usar el agua para un bautizo, notó que algo no estaba bien, el brillo característico del agua no estaba ahí y tampoco ocurría algún milagro al verterla sobre la cabeza del pequeño infante, la familia implicada lo sintió como una ofensa y al descubrir que el agua no estaba bendecida, lo acusaron de estafa y lanzaron amenazas en contra de la iglesia.

Por la noche la situación empeoró.

El General Tristán Sigfred que estaba cenando con su esposa sufrió un fuerte dolor en el pecho y sobre su piel apareció una marca oscura, sino hubiera sido tratado con agua bendita, el daño pudo ser mayor.

El Duque Arturo Bastián no tuvo tanta suerte, él estaba en su carruaje cuando sufrió de un severo dolor en el pecho, sus hombres lo llevaron a la mansión Sheridan para que la Santa pudiera salvarlo, pero al ser una maldición impuesta por ella, no pudo ayudarlo, el Duque sufrió dolor durante toda la noche hasta que llegó la noticia de que el mal podía tratarse con agua bendita.

Él ahora estaba en cama, la marca oscura en su pecho no había desaparecido, lo mismo pasaba con el General Sigfred.

– Majestad – Bela alzó la mirada, su belleza lejos de verse opacada por las lágrimas y la palidez, la hacían lucir como una lastimosa princesa que debía ser protegida.

El rey Primus Daigo tercero exhaló con pesar – los actos tienen severas consecuencias, Conde Sheridan, desde su matrimonio con la sanadora Bianca Silas, fue su responsabilidad y derecho la protección de la siguiente Santa, Bela Sheridan, en vista de que no ha podido educarla correctamente, cambiaré la fecha de la boda con el Duque Bastián, en cinco días, contraerán matrimonio, los asuntos que corresponden a la iglesia quedaran en manos del Duque Bastián.

– Así se hará, su Majestad – el Conde Sheridan se sintió avergonzado, pero aceptó la decisión del rey.

Bela de pronto entró en depresión, cinco días era muy poco tiempo, su boda debía ser perfecta, su vestido todavía necesitaba algunos arreglos, las flores no estaban listas, la iglesia debía ser decorada, las invitaciones ya fueron repartidas, tendrían que volver a enviarlas corrigiendo la fecha.

La boda perfecta requería mucho trabajo y muchos detalles, sí se apresuraba de esa forma, Bela prefería no casarse.

El llanto de Bela se escuchó con más fuerza, Tristán quiso acercarse para ayudarla, pero el Conde no se lo permitió. Ese intercambio fue observado por la reina que estaba sentada junto al rey y lo encontró interesante.

La petición de la mujer malvadaWhere stories live. Discover now