65. Ceremonia (1)

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La ceremonia de inauguración es en los jardines públicos del palacio, un sitio donde las personas supuestamente comunes pueden entrar y que, en realidad, está reservado para las familias más acaudaladas.

Tener a Sir Evans a mi lado me da cierta tranquilidad y ver las miradas apáticas y los susurros a mi alrededor me hace sentir más relajada.

Me están dando el tratamiento frío.

¡Lo cual es grandioso!

Nadie en este sitio querría hablar conmigo, puedo ser felizmente ignorada mientras mantengo una postura tranquila, cualquier cosa que las personas puedan decir sobre mí, ya la he escuchado mil veces de mi propia familia.

De esta forma, es mucho más fácil, además, ¿quién querría hablar con estas personas?

Será una linda, aburrida y tranquila

¡Ah!

Algo se sujeta de mi brazo y tira con fuerza.

– Creí que no llegarías, tienes que darte prisa, en la mesa del fondo reparten los chocolates por persona, no me darán más si no llevo a alguien conmigo.

¡Eh!

¿Qué?

Elizabeth, estoy tratando de ser fría y malvada, ¿qué estás?

– Aquí, ella es la Baronesa Sigfred.

¡No lo digas tan fuerte!

– Haber, ¡dime que ya no puedo agarrar chocolates!, en altamar te meteríamos en un barril y te lanzaríamos por la borda por acaparar la comida.

¡Estás, peleando por chocolate!

– Igualado, ni que le pagaran por el chocolate que se queda, como sea, ¿por qué llegaste? – interrumpe sus palabras y da un paso atrás.

– ¿Ocurre algo?

– Nada, me asustaste, por un momento pensé que tenía a la pelirroja equivocada, te maquillaste.

– Si no me habías visto, ¿cómo supiste que era yo?

Elizabeth señala a un punto detrás de mí, es a Sir Evans.

– Lo reconocí a él, luego vi tu cabello suelto y corrí, además, Bela no usa colores oscuros, se ve bien en ti.

Calcule mal cuando pensé que nadie me hablaría, siempre lo pensaré, si algún día soy secuestrada, Elizabeth es la única que irá a buscarme.

– Y ese es el prendedor de la maestra Terran.

Asiento – me encontré con Cristopher y dijo que podía quedármelo.

– Siempre fuiste su favorita, si no hubiera muerto habría apostado a que pediría tu mano para su hijo. Toma, es esta es tu porción de chocolate.

– Puedes quedártela, no me gusta el chocolate – digo una pequeña mentira y viendo las migas de chocolate en las esquinas de sus labios me alegra haberla dicho.

– Lucía dijo lo mismo, el chocolate es muy bueno, no entiendo por qué no les gusta, Patrick es el único enemigo de la humanidad que no cede su chocolate.

– ¡Te comiste tres porciones!

– Cuatro con la de mi mamá, descuida, me detendré antes de que me haga daño.

Algo me dice que es un poco tarde para eso y también muy extraño, la conozco desde que era una niña y es la primera vez que la veo cubierta de migas de chocolate, llenando su boca con grandes bocados y limpiándose las manos en el vestido.

La detengo – ¿qué es lo que estás haciendo?

– Comer chocolate.

– Si tuviera que entregarte un mensaje te enviaría un gato negro, ¿qué es lo que está ocurriendo?

Baja la mirada y suspira – no voltees dramáticamente ni gires la cabeza de golpe, ¿ves al hombre que está detrás del Duque Bastián?

Hice exactamente lo que ella me pidió que no hiciera, giré la cabeza de prisa y regrese de inmediato, una vez más, muy lentamente, veo a un hombre alto vestido con uniforme – lo veo, ¿qué pasa con él?

– Es mi prometido o futuro prometido, como sea que quieras llamarlo, también es el jefe de la guardia personal del Duque Bastián.

Es decir, un sirviente de Isabela, mi tío debe querer que Elizabeth sea más cercana a la Santa, en el futuro ella tendrá a un esposo que brincará en una pierna si la Santa se lo pide.

No quiero que le pase eso.

– No voy a casarme con él.

Estoy de acuerdo, de ninguna manera.

– Solo míralo, tiene el rostro detrás de la nariz.

Totalmente, espera, ¿qué?

– Nuestros hijos tendrán una nariz enorme, no puedo hacerles eso a mis futuros hijos.

Creo que necesito mirar otra vez, muy lentamente para mirar al hombre con el tabique de la nariz un poco alargado, bueno, lo estoy mirando de perfil lo que resalta más la forma de su nariz, pero no es tan grande como para, ah – es enorme, es más grande que su rostro.

Elizabeth asiente – cuando vea que tengo malos hábitos querrá cancelar el compromiso, lo tengo todo calculado.

¡Te apoyo!

Los jardines son un sitio muy pintoresco, las sillas, mesas, columnas con macetas y flores variadas, este sitio se ve afectado por la ceremonia de purificación y miles de personas lo visitan, es un buen lugar para colocar una estatua, aumentar el flujo de visitantes y recibir más ganancias por las tiendas de comida, sombrillas, mantas y espectáculos que se presentan.

Si, es un excelente lugar.

La persona que develará la estatua, no puedo verla.

– Si buscas a Bela no creo que salga hasta el último momento, ya sabes – me dice Elizabeth y se encoge de hombros.

Lo sé, a mi querida prima no le gusta estar mucho tiempo bajo el sol.

Entre las personas, distingo al General, su mirada se posa sobre la mía solo por un momento antes de que yo voltee hacia otra dirección.

Mi matrimonio se siente como una sentencia eterna, pero no es así, algún día podré divorciarme.

Algún día.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora