122. Banquete (2)

3.1K 407 120
                                    

El sonido de la música de tambores es muy fuerte y sé por el ruido de los vasos golpeando la mesa que la comida ya está servida y todos esperan por las palabras de Alexis que de pronto se levanta.

– Por todos aquellos que ya no están con nosotros y que siempre recordaremos.

Gritos.

– Y por todos aquellos a los que mataremos mañana.

Alexis bebe muy rápidamente y golpea la mesa con el vaso vacío

Los gritos se vuelven más fuertes, quisiera cubrirme los oídos.

Todos comienzan a comer ruidosamente, las fogatas alrededor hacen que el clima se vuelva caluroso y apenas puedo escuchar el sonido de mi propia voz.

– Se calmará en un rato.

Asiento y miro la comida, un gran vaso de cerveza es puesto sobre mi lado de la mesa y Alexis lo retira.

– Puedo beber.

– ¿Lo has hecho antes?

– No.

– No es buena idea comenzar en una fiesta – llama a Lamus que trae una bebida diferente y la deja junto a mi plato – después te acompañaré a beber, tienes mi palabra.

Me muerdo el labio – ¿qué pasa si quiero beber ahora?

Se encoge de hombros – sí estás bien conmigo llevándote a la cama en brazos delante de todos, no hay problema.

Pensándolo bien, beberé en otra ocasión.

La entrada es una crema dulce, la carne es cortada en rodajas y las ensaladas rebosan en los platos, lejos veo soldados, comiendo, discutiendo y platicando, las tres cosas al mismo tiempo, cerca de las antorchas una pareja baila y la cerveza cae sobre la mesa cubriendo la madera.

Se ve divertido.

– Te sacaré de aquí cuando se ponga salvaje.

– Entonces me sacarás en la parte más divertida.

¿Qué pasa conmigo?

Alexis se acerca al ver que tomé otro plato.

– Esa salsa es picante, la trajimos de Aisna, ten cuidado.

– ¿De Aisna?

– Es – busca a su alrededor – Brea, ¿lo recuerdas?, vivió en Aisna cinco años y adquirió un gusto por la comida picante, sabe bien después de tres cervezas, no antes – aparta el plato.

No sabía que en Aisna la comida fuera picante.

Un soldado llega de improviso con dos vasos llenos, uno es para Alexis y por costumbre me apresuro a verificar que no sea veneno antes de que los dos beban.

¡Eso fue grosero!, no puedo desconfiar de ellos, pero solo por precaución.

Alrededor hay tantas personas, hay una pareja ocultándose para ir al baño, no el lugar más romántico en mi opinión, pero, ¿yo qué sé?

*****

La pareja se besó apasionadamente todo el camino hasta el baño, dentro ya había un hombre relajándose y al verlo la pareja se detuvo.

La mujer sonreía cubriéndose la boca para ahogar su risa y su pareja miraba en dirección al tercer involucrado esperando que terminara.

– Llegué primero – pensó el soldado que fue tomado por sorpresa en el baño, terminó su asunto, miró hacia abajo para acomodarse el pantalón y al dar la vuelta un cuchillo le cortó la garganta.

La mujer lo miró desangrarse e hizo un movimiento con la cabeza a su compañero para que la ayudara a esconder el cuerpo.

*****

Me gusta la comida, no pensé que me acostumbraría tan pronto.

Los tambores cambiaron su ritmo y veo más personas cerca de las antorchas en lo que supongo es la pista de baile, debo equivocarme, ellos no van a bailar, ¿cierto?

¡Por la diosa!

– ¿Quieres bailar?

– De ninguna manera, y gracias por no dejar que bebiera – creo que sí hubiera aceptado ese vaso estaría más allá de la salvación, con jugo todavía puedo mantener la cabeza fría y decir, ¡no bailaré!

Alexis no se ve muy convencido – es una pena, se supone que bailaré y sí tú no quieres, tendré que buscar a otra persona.

– ¿Por qué se supone que debes bailar?

– Soy el rey.

¡Ah!

¡Cierto!

¡Eso es muy malo!

– ¿Quieres?

Si digo que no, ¿él en verdad buscará a otra persona?, no quiero, pero – no sé bailar.

– Eso es perfecto, yo tampoco.

– ¿Cómo puedes no saber?, eres el rey – un rey que creció en la casa de la Marquesa Morgana, no, no sabe bailar – ninguno bailará.

Debí irme antes, sujeta mi cintura y me hace levantarme.

– Será solo una vez, cinco minutos y regresarás a la mesa.

– Alexis, no te atrevas.

*****

La doctora Natalia Crecia miró por la ventana y suspiró, alguien debía hacer guardia en el hospital en caso de un siniestro y fue la afortunada.

Ni siquiera podía quejarse, viendo la fiesta era solo cuestión de tiempo a que alguien resultara herido.

– Un médico, necesitamos un médico.

Y antes de lo previsto.

– Llévalo a la cama, ¿qué sucedió?

– Estábamos jugando y apostó que podía pasar la navaja entre los dedos sin lastimarse, revíselo.

Natalia no perdió tiempo, quitó la venda enrojecida que le cubría la mano y descubrió que no había una herida, un par de manos le sujetaron la cabeza y le rompieron el cuello.

*****

No puedo, de verdad no puedo hacerlo y no ayuda que las personas a nuestro alrededor se aparten para darnos espacio – ni siquiera sabemos bailar, haremos el ridículo.

– Marjory, mira a tu alrededor, todos están ebrios y la mayoría no lo recordará por la mañana.

– No me gusta como eres cuando bebes – espera – ¿lo recordarás por la mañana?

Lo piensa por un largo momento, me levanta y me da un beso – mañana pregúntame cuántas veces te besé, así sabremos sí puedo recodarlo.

*****

Las posiciones sobre la muralla estaban completas y con la luz de las antorchas cada objetivo resaltaba, una tras otra las flechas atravesaron el aire y un sin número de soldados cayeron al suelo, los que estaban a su alrededor movieron los cuerpos muy rápidamente colocándolos en posiciones obvias para una persona ebria y siguieron con la fiesta.

*****

Su mano está alzada y sostiene la mía.

– Aquí es donde tú giras y ese es el único movimiento de baile que me sé.

¿Y me preocupaba hacer el ridículo?

Me levanta y gira conmigo bailando peligrosamente, a este paso chocaremos con alguien y creo que eso lo decide, pasaré el resto de la noche dando vueltas.

Lo que estoy escuchando ahora es mi risa.

*****

Afuera de las grandes puertas del campamento de Tiara se instaló un carruaje, había un conductor, pero no un pasajero y en el caballo que iba al frente, un hombre bajó y se acercó a las rejas.

– ¡Alto ahí!, ¿quién es?

– General Tristán Sigfred, estoy aquí para ver a mi esposa.

La petición de la mujer malvadaWhere stories live. Discover now