35. Ceremonia de Purificación (7)

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Nadie podía creerlo.

Después de finalizada la ceremonia, algunos de los invitados, especialmente los que vivían a más de diez horas de camino y que no pudieron encontrar alojamiento en la ciudad, se retiraron, otros se quedaron a la plaza y un gran número se quedó a contemplar el florecimiento de los árboles y las plantas después de la purificación.

Esas mismas personas vieron llegar el carruaje negro con vista azul marino y el grabado del reino de Tiara.

Alexis Diaval, hijo ilegitimo del rey Tadeusz Diaval y conocido asesino sanguinario se atrevió a poner un pie en la iglesia, muchas personas miraron con odio y desdén, pero sus miradas flagearon en el instante en el que el rostro del rey se giró hacia ellos.

Las palabras de sus corazones no podían ser dichas o pagarían con sus vidas.

En la parte superior de la iglesia el supremo sacerdote Edmund Rundel detuvo al rey usando su cuerpo como obstáculo y negándole el acceso al recinto sagrado – ¡Rey Diaval!, ¿qué significa esto?

Alexis caminó ignorando los ciento sesenta kilos del sacerdote y moviéndolo como si fuera un tronco en el camino.

Con la vista de la iglesia y solo algunas personas, Alexis caminó hacia su objetivo y al llegar al altar, se presentó – Santa Isabela Sheridan, soy el rey Alexis Diaval de Tiara, me dijeron que debo venir en este día para recibir su bendición – sin advertencia, tomó la mano de Bela y le dio un beso – lamento mi tardanza.

La escena fue observada por tres hombres que saltaron en el acto, el General Tristán Sigfred, el Duque Arturo Bastián y el Conde Igor Sheridan. En un segundo, los tres hombres defendieron la mano de Bela que había sido tomada por asalto y lanzaron miradas desafiantes al rey Diaval.

El Duque Bastián se apresuró a abrazar a Bela quedando rezagado y protegiéndola como si en lugar de darle un beso, el rey hubiera manchado su pureza.

Alexis Diaval lo encontró divertido y la comisura de sus labios subió, ese gesto lo hizo ver mucho más atractivo a los ojos de Bela que se asomaba entre los brazos del Duque.

– Osa entrar con armas al templo de la diosa, será mil veces maldecido, nueve generaciones de su familia no serán recibidos por

El sacerdote Rundel que gritaba castigos desde la entrada, guardó silencio cuando vio la mirada del rey Alexis y se humedeció los labios actuando como si hubiera dicho todo lo que necesitaba decir.

– Rey Diaval – la Condesa Bianca Silas de Sheridan hizo una reverencia y sonrió amablemente – agradecemos su presencia, pero me temo que ha llegado muy tarde, el momento para las bendiciones ha pasado, tendrá que regresar el año entrante.

– ¿Es así?

– Me temo que es el caso.

– Ya la escuchaste, largo – el General Sigfred dio un paso hacia el rey sin el menor rastro de miedo.

Lejos de molestarse, Alexis estuvo bastante tranquilo, se quitó la capa revelando su traje y la dejó en manos de su asistente que apareció de pronto para atraparla – Condesa Sheridan, si no me equivoco para una bendición se necesita la presencia de la persona que será bendecida y de la Santa en la iglesia de la diosa Ameritia después de la ceremonia de purificación, ¿es correcto? – el mismo asistente que recibió su túnica, colocó un documento enrollado sobre su mano.

– Es correcto – respondió el sacerdote quitándole las palabras de la boca a la Condesa.

– Esos cuatro requisitos se encuentran reunidos justo ahora, podemos proceder.

La petición de la mujer malvadaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz