8. Abandonada (2)

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Durante cinco minutos no hay conversaciones importantes, la comida se acaba y todos se levantan, después de todo eso, la sirvienta finalmente trae la comida y la coloca sobre mi plato.

– Una disculpa señorita, como usted no despertaba pensamos que no desayunaría y le dimos su parte a los perros, tuvimos que preparar de nuevo el desayuno.

Llegue durante la noche y arrastré cuatro valijas por el lodo, si hubiera perros, yo los habría visto – dígame la verdad, ¿la señora Sigfred le pidió que me sirviera después de que todos se levantaran?

– Señorita, tómelo como un consejo, no se maneje con calumnias, su vida será más cómoda de esa forma.

No puedo con esto.

A la mierda el desayuno, lo primero que tengo que hacer es hablar con el General o voy a morir de hambre entre estas paredes.

No conozco la mansión, me tomó más de veinte minutos encontrar el comedor porque pensé que estaría cerca de la cocina, si lo dejo ir ahora jamás sabré en dónde se encuentra el estudio.

Mis pasos no se escuchan porque mis pies están descalzos, después de desempacar descubrí que se olvidaron de la maleta que contiene mis zapatos, el único par disponible son los negros que usé en la boda y están mojados y llenos de tierra, descalza es más fácil correr y alcanzar al General, él subió los escalones hacia el segundo piso y se para frente a una habitación.

– General Sigfred

– ¿Qué es lo que quieres?

– Necesito hablar con usted, no le quitaré mucho tiempo, por favor.

Su gesto es de desgana, más que pedirle una conversación pareciera que lo estoy obligando a matar a alguien, su mirada pasa de mí y se centra en la habitación con la puerta abierta, desde el interior de esa habitación se filtra un aroma que me parece muy familiar.

Rosas.

– Hablaremos en mi oficina, te daré cinco minutos.

– Muchas gracias.

Lo sigo y veo la habitación que él estaba mirando, está llena de rosas, desde las ventanas donde están dos macetas con florales hasta las mesas con floreros, las cortinas son blancas con bordados en plata, las sabanas son de color rosa, hay pinturas, adornos y dos sillones alargados junto a una mesa con varios cojines, el suelo está cubierto por cajas de regalos, son tantas que solo resta un pequeño espacio para caminar.

En los estándares actuales, esa es una habitación de noche de bodas.

– Ya ha pasado un minuto.

Camino hacia la habitación adyacente.

– ¿Qué es lo que quieres?

El rostro de facciones duras, el cuerpo musculoso y la mirada fija, desde que era una niña, ame a este hombre.

¿Por qué hice algo tan estúpido?

– Te quedan tres minutos.

– Soy su esposa y firmamos un acuerdo de matrimonio.

– ¿Cuál es tu punto?

– Lo sirvientes de la casa y su madre me llaman señorita, tuve que viajar en una carreta, anoche me cerraron la puerta, nadie me ayudó con las maletas, me negaron la cena y el baño, mi habitación es inadecuada y desde la boda, esta es la primera vez que hablamos.

Se forma un silencio entre nosotros.

– Darlian.

No lo había notado, el asistente que me cerró la puerta en el rostro está de pie junto al escritorio mirando hacia abajo.

La petición de la mujer malvadaWhere stories live. Discover now