111. Rubí Escarlata (2)

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Rara vez entro a la oficina de Lionel y veo que ha hecho de este lugar su territorio, apenas y hay lugar para caminar.

– Señora.

– Si Tristán tiene un hijo con otra mujer, ¿puedo divorciarme antes? – pregunto en el instante en el que entro y él se toma un minuto para pensarlo, entiendo que su cabeza estaba metida en las cuentas y que yo lo estoy interrumpiendo, pero...

¡Piensa más rápido!

– El Barón tendría que reconocer el hijo y usted tendría que rechazar la adopción, solo entonces podría hacer una petición de divorcio por adulterio, para ambos casos se necesita que el embarazo llegue a término, si el embarazo se interrumpe o el Barón lo niega, no la afectará.

Fui demasiado optimista.

Tristán lo negará, no permitirá que Bela se entere de su engaño, y cuando eso pase será su palabra contra la de una prostituta, el niño tendría que nacer con una ceja cortada, la barba cuadrada, el cabello negro y traje militar para que las personas acepten que es su hijo y para que eso pase, primero tiene que nacer, si algo le sucede a Escarlata, no me servirá.

En primer lugar, ¿ella quiere tenerlo?

– Susana, dijiste que ella estaba afuera, ¿qué más escuchaste?

– Está gritando que quiere verla y pide justicia, parece que el Barón no quiere verla y ella dice que todo es culpa de usted.

¡Ah!

¡Ahora resulta!, ¡solo falta que me culpen por las plantas que crecen en los campos de entrenamiento!

– Iré a verla.

Afuera está Ágata que mira a Susana con rabia y luego voltea a verme – señora, no estamos seguras de lo que pasó.

– Entiendo, pero quiero intentarlo.

Cualquier cosa que me permita divorciarme de Tristán antes de los tres años, vale la pena.

El clima es frío y el viento despeina mi cabello.

Del otro lado de la reja negra puedo ver a la señorita Escarlata, no hay un carruaje detrás suyo, ¡está loca!, ¡llegó caminando!, ¿qué haré si sufre un aborto?

– Sé que fue tu culpa, ¿por qué lo hiciste?, ¿qué le dijiste a Tristán para que me traicionara?, confiesa, ¿por qué eres tan malvada?

Si, si, lo que sea.

– Tienes que decirle que me perdone, tú maldita – grita mientras sujeta los barrotes – me odias porque él me ama, yo soy su verdadero amor, él jamás te amará no importa lo que hagas y yo..., yo... estoy embarazada.

Uno de los soldados me impide avanzar – sanadora Sheridan, sea comprensiva y por favor, no nos pida que abramos las puertas.

– No lo pediré, solo hablaré con ella.

Voltea a ver a la señorita Escarlata que está inclinada al frente con un amplio escote y luego a mí – no se acerque mucho.

Me mantengo a diez pasos.

La Condesa Mirra le echó agua fría y ella se expone al clima frío usando un vestido abierto, tengo que acercarme con cuidado, si hago lo mismo que con la Marquesa me aseguraré de que su embarazo se complete.

– Él me ama y tú jamás lo tendrás.

¡Querida!, ¡quédatelo!, y sí puedes, llévatelo tan lejos como te sea posible.

Sus manos se estiran para tocarme, si doy otro paso los soldados me detendrán, es por mi propia seguridad, lo entiendo perfectamente, pero esta es mi oportunidad, si ella está embarazada y puedo probar que Tristán es el padre.

¡Espera!

Esto es...

– ¡Ah! – grita y se lanza al suelo – duele, ¿qué fue lo que me hiciste?, ¡duele!

– Sanadora Sheridan – corren a verme, la están ignorando a ella y se concentran en mí seguridad.

– Que se vaya, no quiero escucharla – doy la vuelta.

Cinco metros lejos de las rejas todavía puedo escuchar sus lamentos, esto es igual a cuando se presentó ante Tristán con golpes y moretones hechos con brochazos.

Vuelvo a casa – es un engaño, no está embarazada.

– ¿Qué?

– Pero los rumores dicen que tuvo náuseas y mareos en la mansión del Duque Daigo, los sirvientes lo dijeron y también, ¡ay!, espera, no hagas eso.

Volteo para ver a Ágata golpeando la cabeza de Susana.

– Te dije que no le trajeras chismes, esto es lo que pasa cuando no investigas y solo repites lo que escuchas como un perico.

– Basta las dos.

Debí saber que era mentira, ese día tomé su mano, si ella hubiera estado embarazada me habría dado cuenta y desde entonces no ha tenido contacto con Tristán porque él está en el campamento de Undra.

Era tan obvio.

Me dejé llevar por la promesa de una demanda de divorcio por adulterio, no lo pensé correctamente y este es el resultado.

Todos los síntomas debió fingirlos, lo extraño es que el malestar era real, en verdad estaba enferma, ¡no es posible! – Ágata, ¿qué pasó con la bolsa de medicina que me dio la condesa Mirra?

– Maurice se encargó.

Todos volteamos a verla.

– La tiré al bote de basura.

Eso lo explica.

Debí disolverlo en agua antes de tirarlo.

– Señora, lo lamento mucho.

– No es tu culpa, iré a descansar, no me levanten a menos que haya una emergencia y hagan lo que quieran, tienen el día libre.

¡Tan cerca y tan lejos!

*****

¡Cinco días!

Me duele la cabeza.


La petición de la mujer malvadaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum