7. Abandonada (1)

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Mi vestido está sucio.

La puerta de atrás de la mansión Sigfred conduce a una cocina y hay un tapete en el suelo, con mucho cuidado coloco las maletas en el tapete y busco un trapo para limpiar mis zapatos, arranco el trozo de tela que cocí al vestido dejándolo más corto y menos sucio, después con el mismo trapo limpio la parte de debajo de las maletas, todavía hay agua y mucha de mi ropa debe estar mojada, pero fue una gran mejora.

Veo la luz de una vela.

– Buenas noches – saludo a una joven vestida de sirvienta – yo soy

– La señorita Marjory, el señor dijo que vendría, la llevaré a su habitación – da la vuelta para irse.

– Disculpe, podría ayudarme con las maletas.

Puedo ver la forma en la que me mira, como si yo estuviera loca – mis manos están ocupadas – de pronto sujeta el plato que contiene la vela con las dos manos y camina lejos.

Tomo dos maletas y la sigo.

Me lleva a una habitación pequeña en el primer piso, hay una ventana pequeña con una cortina blanca, una cama individual, una mesa con dos cajones y un armario con espejo, una alfombra guinda cubre el suelo y las paredes están adornadas.

– Qué pase una buena noche.

– Aguarde, yo, tengo algo de hambre.

– La cena ya se sirvió.

– Me mojé por la lluvia, ¿me podría preparar el baño?

– Los sirvientes ya están dormidos.

– Y el General Sigfred, ¿puedo verlo?

– Ya se durmió y no quiere que lo molesten.

Trago saliva – gracias.

Se va dejándome en una habitación que claramente fue improvisada, tengo frío y muero de hambre.

Esta es mi noche de bodas, no importa cuánto me queje o llore no cambiará el hecho de que a partir de ahora mi vida será de esta forma, pero

No puedo aceptarlo.

No quiero hacerlo.

Mis maletas están mojadas, mucha de la ropa fue alcanzada por el agua, por suerte todavía quedan algunas prendas en la parte más baja que están secas, de prisa me cambio de ropa y seco mi cabello con una de las sábanas, no tengo otra cosa a la mano y no sé dónde está el baño.

Mi piel está muy fría, después de secarme y cambiarme el vestido solo resta regresar a la cocina por las dos maletas restantes y buscar algo para comer.

La cocina es silenciosa y oscura, no hay velas que iluminen el camino, solo puedo confiar en mi memoria y en mis manos que se deslizan por las paredes, mis pies están descalzos, la mansión es pequeña y rápidamente llego a la cocina, por el olor hay una canasta de pan sobre la mesa cubierta con una servilleta de tela, es todo lo que necesito.

Vuelvo a mi habitación donde nadie pueda quitarme el pedazo de pan que logre robar.

La noche se vuelve más fría y donde estoy no hay suficientes cobijas, el aire frío se cuela entre los espacios de la madera, recargo mis maletas sobre las paredes y encima coloco mi ropa para detener un poco el aire frío.

Hacer todo lo posible por tener una vida cómoda es todo lo que me queda, no es la primera vez que me quedo sin comer y tampoco es la primera vez que paso frío.

Puedo hacer esto.

Mañana hablaré con el General, sé que no me ama y odia haberse casado conmigo, pero yo también lo odio, si hablo con él y llego a un arreglo, nuestras vidas serán más cómodas.

La petición de la mujer malvadaOnde histórias criam vida. Descubra agora