36. La maldición de la Santa (1)

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Los rayos del sol golpean mi rostro, ¿por qué tiene que amanecer?, dormir es tan genial.

¡Dormir!

¡Ay no!

– Me quede dormida.

Cada año, en el día de la ceremonia de purificación duermo hasta tarde, la energía es muy grande y mi cuerpo es débil, lo olvide por completo.

Todas las ventanas están abiertas de par en par dejando entrar mucha luz, en los días siguientes a la purificación el clima es soleado durante el día y por las noches hay una lluvia ligera, al despertar las flores y hojas de los árboles tienen gotas de rocío y se ven muy hermosas.

– Señora, buenos días.

– Ágata, lo siento por dormir hasta tarde.

– No tiene porqué disculparse, ordenaré que le preparen el baño y que le lleven uno de los vestidos que le regaló la Marquesa.

Por lo general me baño en las tardes y no hay razón para usar uno de esos vestidos – ¿sucedió algo?

– Es para que pueda comer con el señor.

¿Señor?, ¿qué señor?, no es cierto – mi marido – por su expresión sé que es así, ese hombre en verdad se atrevió a venir, el único lugar donde tengo un poco de paz – mi día hermoso se arruinó.

*****

Su uniforme de General es diferente a otros trajes y se pega a su cuerpo resaltando sus hombros, su cabello negro y barba cuadrada le dan un estilo muy masculino, odio admitirlo, se ve perfecto usando ese traje.

– Llegué hace horas, es tu revancha por el tiempo que te hice esperar.

No, es una casualidad, pero se escucha mejor como venganza, pensándolo bien, si, es una venganza.

Su postura para leer el periódico es la misma que su padre y habla sin mirarme, nunca me pedirá que me siente y ya que soy copropietaria de esta casa, no necesito su permiso, camino hacia la mesa, Evans separa la silla y me siento a dos lugares de distancia de él que me mira de reojo.

– Las personas que trajiste son muy interesantes, contratadas por la Marquesa Morgana y viviendo en la mansión en calidad de invitados, no puedo despedirlos.

No pensé en eso, ¡lo intentó!, las únicas personas que se mostraron amables conmigo desde mi boda e intentó despedirlos.

– ¿No eras feliz en la mansión?

– No lo era.

– Señora, traeré la comida – nos interrumpe Ágata, lo que me recuerda

– Trae solo mi platillo, el General comerá hasta que yo termine.

El General me mira con un gesto de sorpresa – eso lo confirma, esta es tu venganza.

– Entonces lo notaste y jamás dijiste algo.

Él resopla, por su expresión es como si yo fastidiara su día, supongo que tenemos algo en común, porque él está fastidiando el mío.

Ágata asiente y regresa con un único platillo y acompañamientos dejando el lugar del General vacío, él cruza los brazos y me espera.

– Las personas que trabajaban en esta casa llevaban décadas de servicio, mañana las recontratarás.

– No tengo cómo pagarles.

– ¿Qué hiciste con el dinero que te envió mensualmente?

– La señora Catalina de Sigfred lo administra, no me permite gastar un solo centavo, así que no puedo usarlo.

La petición de la mujer malvadaWhere stories live. Discover now