63. Maldición (1)

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El menú es muy simple, una botella de vino, un plato con carne y una ensalada, por rumores sé que el Duque Daigo es muy allegado al alcohol fino, que no come vegetales y que le gusta la carne a medio cocer.

La razón por la que estoy siendo tan considerada con el hombre que puso un título sobre mi cabeza y que ha estado intentando borrar los rumores negativos en mi contra, es porque estoy desesperada.

Mis manos aprietan la tela de mi falda.

– Duque Daigo, sí no le molesta, me gustaría saber sobre su condición, usted ¿ha visto a un sanador?

Fuma antes de responderme – conocí a cinco sanadores, tres de ellas fueron muy amables, todos coincidieron en que la única persona que puede ayudarme es la Santa.

– ¿Y ella qué dijo?

Se encoge de hombros – no he tenido el gusto de conocerla.

No tiene sentido, mi madre siempre priorizó el tratamiento de los nobles, otras personas podían ir a una lista de espera, pero cuando se trataba de un noble, eran los primeros en la lista, para que ella rechazara a este hombre.

No, si me dejo llevar por algo así no podré completar mi plan.

– ¿Sucede algo?

– Alteza, yo, necesito un favor muy grande, en los últimos días el General, mi esposo desautorizó algunos de mis gastos, lamento mucho pedirle esto, pero le doy mi palabra que se trata de un asunto muy importante, no lo molestaría si fuera por un vestido o por un par de zapatos, se trata de algo urgente y si usted

Suspira – hablaré con Tristán.

– No, si usted habla con él, me culpará y será peor para mí, todo lo que necesito es un pequeño préstamo, se lo pagaré en cuanto pueda y a cambio prometo sanarlo, sé que no tengo algo que me avale, pero le doy mi palabra de que no lo dañaré.

Si su enfermedad ya pasó por las manos de mis primas y sigue enfermo, debe tratarse de algo muy grave, tengo poca confianza.

Él me mira con gentileza – puedes intentarlo, cuando se trata de sanadores, uno más no hará la diferencia – se ríe mientras lo dice.

Bien.

Ágata me mira desde la esquina de la habitación, hablamos sobre esto y estuvimos de acuerdo en que necesito un aliado, no puedo estar en las manos del General para cada pequeña cosa.

Tomo sus manos y hago un diagnóstico, sus pulmones son un desastre, no me sorprende, lo he visto en pocas ocasiones y en casi todas estaba fumando, esto tomará algunos minutos, la enfermedad en su piel es un poco inusual, toma más energía de la que calculé y la enfermedad de su corazón está muy avanzada, el otro problema son sus huesos, esta descalificación sería más evidente en un hombre de más de noventa años.

Pero hay otra cosa.

Entiendo por qué mis primas no pudieron sanarlo, hay algo que lo está enfermando, no importa cuántas veces lo sanen su corazón, sus pulmones, huesos y su salud en general seguirán degenerándose, perderá habilidades motoras y tendrá una larga vida en agonía.

¿Por qué?

Necesito buscar un poco más.

Con esto debería bastar para que se mantenga sano por un tiempo y creo que lo encontré. Esto es algo extraño, una marca muy vieja, como cadenas oxidadas cayendo una tras otra pesadamente

¡Por la diosa!

¡Tengo que salir de aquí!

Intento levantarme y él sujeta mi mano con fuerza, su mirada es diferente, sus ojos han dejado se verse hundidos y el brillo azul se muestra más claramente, la mirada que antes me pareció gentil ahora me parece terrorífica y hace que mi piel se erice.

La petición de la mujer malvadaWhere stories live. Discover now