76. Escape a la frontera (1)

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Después de pensarlo mucho, decidí que llevaré a Marcela conmigo, ¿no es linda?, es la más linda serpiente y me retiraré porque no puedo verla comer.

– ¿El ratón tiene que estar vivo?

– Es la ley de la vida, señora, le hará bien mirar.

¡No lo creo!

No te lo comas, no lo mates, no, mátalo y luego comételo, no, no hagas eso. El ratón, quiero abrir la caja y sanar al ratón, ¿qué está mal conmigo?, ¿por qué necesito sanar todo a mi alrededor?, es como si hubiera un lado de mí que grita cuando hay una herida a mi alrededor y yo no corro a sanarla.

Apenas puedo soportarlo.

– Ya está, se alimenta muy bien, señora, su ropa, ¿por qué no termina de elegir?

Sabes que puedo escuchar los huesos del ratón tronando, ¿cierto?

De acuerdo, ley de la vida, o se muere el ratón o se muere Marcela, tengo que concentrarme en mi ropa e ignorar ese sonido, no hay un ratón muriendo miserablemente, Marcela es linda.

Inhala, exhala.

No todo es tan malo, la modista que el Duque envió conocía sus planes antes que yo, todos los vestidos fueron hechos pensando en este viaje, colores oscuros, forros, mangas largas, guantes, sombreros y faldas cortas, muy cortas, no estoy acostumbrada a que un vestido me llegue a la pantorrilla – Ágata, con esto se verán mis tobillos.

– Los paquetes llegaron hoy en la mañana, siete pares de botas.

En la mañana, de verdad – podrías informarme de estas cosas.

– Lo siento, pensé que se lo había dicho.

No importa, veamos, botas, son altas, suaves, gruesas, algunas tienen correas y otras hebillas y tienen un aroma interesante, no estoy acostumbrada a zapatos que suban hasta la rodilla, podría darme calor con este tipo de calzado.

Aquí vamos.

¡Vaya!

Son, son, son increíblemente suaves, se deslizan por mi piel y se ven tan perfectas, sin mencionar, son de mi talla, ¡quiero abrazarlas!, pero tendría que quitármelas.

Tal vez sea un lindo viaje, o no, pero llevaré lindas botas.

*****

Medio día para empacar, siento que voy a olvidar algo.

Somos el General, el Duque Daigo, Ágata, sir Evans, el asistente Darlian, la señorita Escarlata y yo, además de los sirvientes que irán en otro carruaje.

– No habrá suficiente espacio.

El Duque Daigo hace oídos sordos a mis palabras – lo tomé en cuenta, este es un muy buen carruaje, tiene dos cabinas, espacio para ocho personas y está fuertemente reforzado, es lo ideal para un viaje largo – le da una pequeña patada a la carrocería para probarlo.

No es ideal si tengo que ver el rostro de mi marido de frente todo el viaje – iré en mi carruaje, no necesito que esté reforzado – doy la vuelta y me encuentro con ellos.

Rubí Escarlata está colgada del brazo del General con un largo vestido magenta, su escote es pronunciado y sus hombros están expuestos, la tela de su vestido es muy larga y apostaría a que está usando zapatos de tacón.

Mirándola a ella, y mirándome a mí, es difícil adivinar que nuestro destino es el mismo.

– Baronesa, se ve, muy bien.

Ni siquiera se esfuerza en parecer honesta – usted también señorita Escarlata, General, no haremos esto peor, elija una cabina y yo iré en la otra.

La petición de la mujer malvadaWhere stories live. Discover now