Capítulo 72

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—Solo serán dos días, amor— repitió.

—En serio no quiero que vayas— No sabía exactamente porqué no quería eso, pero en serio no me agradaba en lo absoluto la idea de que fuera a Los Ángeles.

Además, ni siquiera era su turno de ir.

—¡Joder Damián! ¡Al regreso hablas con ella todo lo que quieras!— puse mi mirada amenazadora sobre Hansel que estaba esperando a Damián al lado de la camioneta.—¡Debemos irnos ahora!

Damián se acercó más para besar mi frente y luego de hacer lo mismo en la cabeza de la niña, puso su cuerpecito en mis brazos.

—Prometo traerte regalos.— dijo como sí eso fuera a hacerme cambiar de opinión. Hice un vago intentó de sonrisa para que no se sintiera mal y asentí.— No te pongas así amor...

—¡Damián! ¡Joder!— volvió a gritar Hansel pero el rubio ni siquiera se volteó a verlo.

Tomó mis mejillas entre sus manos.

—Es trabajo, nena— recordó y solté un suspiro— Teníamos un acuerdo ¿No?— asentí sin más— además no es la primera vez que voy, no entiendo porqué estás así.

—Supongo que te voy a extrañar muchísimo— susurré con una sonrisa— pero entiendo, tranquilo. Nos vemos en dos días— sonreí, tenía razón; hacía estó cada dos semanas, ya debía estar acostumbrada.

—¡Joder hombre!— De verdad quería lanzarle un zapato al idiota pelinegro para que cerrara la boca de una puta vez— ¡El jet ya está en la pista!

—Te voy a extrañar mucho más, a ambas— besó mis labios y luego me sonrió— regresaré pronto.

Se dió la vuelta y a paso veloz caminó hasta la camioneta dónde Hansel lo esperaba. Los ví subirse en la parte trasera y luego Dan puso en marcha el vehículo.

Sentía el mismo vacío que siempre que se marchaba pero no lo sé, ahora era más nostálgico, más fuerte. Finalmente el auto salió y la verja bajó impidiéndome seguir mirándolos, así que giré sobre mis talones y con Mía en brazos entré a la casa.

—¿Dónde está lo más precioso de la casa?— habló Clarisse con voz infantil saliendo del pasillo que llevaba a la cocina. Se acercó a la niña y la tomó en brazos.—Cada día se parece más a tí— afirmó con una sonrisa volviendo a emplear su tono normal.

Sonreí.

—¿En serio?— la verdad es que yo no le veía ningún parecido a mí, pues, sus ojos eran del mismo color cielo que los de su padre y su cabello era rubio pero tenía también el mismo tono que el de Damián.

—Por supuesto— empezamos a caminar a la cocina— a excepción de los ojos y el color del cabello, claro, eso tiene la firma de su padre.— reí— pero sus facciones cada día son más parecidas a las tuyas.

—Entonces es una mezcla de ambos— deduje anonadada.

—Exacto, es como cincuenta y cincuenta— reí.— cincuenta por ciento de papi y cincuenta por ciento de mami ¿Verdad mi amor?— preguntó a la niña tocando su naricita.

Mía enseguida hizo la misma mueca de desagrado de su padre y yo reí enternecida.

Pasamos el resto del día en la cocina con las chicas, hasta que finalmente cayó la noche y me fuí a la habitación. Damián había llamado hace horas para confirmar que ya habían llegado a Los Ángeles.

Una vez que dejé a Mía bien dormidita y cómoda en su habitación, regresé a la mía. Hacía unas semanas que habíamos decidido que ya era hora de que la niña ocupara su habitación. Además de qué ella dormía toda la noche, no eran constantes las veces que lloraba en la madrugada.

Pero aún así, Damián programaba la alarma de su celular para ir a verla dos veces en la madrugada. A pesar que varias veces se levantaba dando gruñidos igual se levanta e iba a ver que su hija estuviera bien.

La niña conocía a la perfección los brazos de su padre, y se podría decir qué de todos los que la habían sostenido, los brazos de Damián eran sus favoritos, y es qué, Mía a diferencia de Noah, se la pasaba la mayor parte del tiempo seria y eran realmente pocas las cosas que la hacían sonreír.

Damián era una de esas cosas.

Después de darme una ducha y colocarme un pijama, me metí bajó las cobijas e inmediatamente sentí la ausencia de mi bestia embargarme.

Solté un suspiro y dejé mi mirada fija en el techo. Quería dormir pero mi cabeza no dejaba de pensar. Pensaba en todo; en Damián, en Cam, en toda mi vida para ser exactos.

Me reí sola cuando recordé muchas cosas del inicio de la historia con mi bestia, recordé aquella noche cuando intenté escapar por primera vez, logrando sólo lastimar mis pies a tal punto que ni siquiera pude ponerlos en el piso sin sentir un agudo dolor.

¿Quien lo diría? Después de joderme bastante para escapar de él, al final terminé dándole una hija.

¿Había dicho antes que la vida era una completa hija de puta?

Y el destino no se quedaba atrás...

Algo que me descolocaba un poco era la ida de Camerón, pero al mismo tiempo no podía evitar sentirme feliz por él, pues, finalmente todo se le estaba cumpliendo; tenía una familia hermosa, había estudiado lo que siempre quizo, se graduó, encontró por sí mismo un trabajo en uno de los mejores bufetes de Seattle, y ahora estaba a punto de dar un paso decisivo en su carrera. Un paso que lo dejaría muy, muy bien pocisionado laboralmente.

No podía sentir más admiración por él, pues, a pesar de todo lo que vivimos en ese orfanato, a pesar de lo que sucedió con su familia, él supo salir a flote, supo como escalar por los escombros en lugar de dejarse hundir por ellos. Todo, absolutamente todo lo que Cam había logrado, lo había hecho sin ayuda.

Estaría eternamente orgullosa de él.

Yo por otro lado, hoy en día no era nada de lo qué hace dos años pensé que sería. Damián descontroló mi vida por completo, y quizás tiempo atrás hubiera afirmado un millón de veces que lo hizo para mal, que por su culpa no pude seguir la universidad, que por él y su maniática forma de quererme mi vida se había puesto patas arriba.

Pero ¿A quién engañamos? Dos años atrás yo vivía de forma monótona, vivía porqué gracias al puto destino y sus asquerosas formas no había muerto con mi familia. Sí estaba cursando la universidad era porqué simple y llanamente Cam lo hacía ¡Y carajo! Ni siquiera me hacía ilusión la que carrera que había elegido. Sí una vez quise ser abogada era por el simple hecho de que estaba tan desentendida de mi vida que sólo buscaba seguir los pasos de mi amigo.

Hoy puedo decir con certeza que Damián Webster llegó a mi vida para sacarme de aquella monotonía, para hacerme feliz realmente, para hacerme saber que era capaz de amar a alguien más que sólo a Camerón. Me enseñó que no era imposible vivir sin que la muerte de mi familia pesará tanto.

Justo en esté instantes agradecía a todos los seres poderosos del mundo, del universo entero, el haberme topado con ese bestia. Y de ninguna manera cambiaría la frecuencia en la que todo avanzó, pues, gracias a todo eso, gracias al odio que le tuve en primer lugar, y gracias a todo lo que he vivido con él a lo largo de este tiempo soy la mujer que hoy en día soy.




No Puedes Escapar De Mí.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora