Capítulo 34

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Era muy temprano, casi no había podido dormir y tan pronto como ví aparecer el sol por la ventana de la habitación, me levanté de la cama, me duche y luego bajé a la cocina con los zapatitos que ahora serían del bebé de Amelie y Hansel. Cuando llegué no había nadie en el lugar, era muy temprano y aún las chicas estaban en sus habitaciones.

Mientras esperaba a que hicieran acto de presencia, había preparado café y ahora estaba sentada sobre uno de los bancos altos de la barra americana, mis codos estaban sobre ella mientras soplaba el líquido caliente servido en la taza que yacía en mis manos a la altura de mis labios.

—Lo sé Dana— a penas escuché ese nombre mi cuerpo se tenso de inmediato, pero no hice más que quedarme quieta en mi lugar mientras escuchaba la voz de Evelyn acercarse— pero no tengo la cantidad que me pides— siguió hablando al parecer a través de un celular ya que no se oía ninguna otra voz, sin contar que la sola presencia de Dana en esté lugar significaría un verdadero caos.— recuerda que te di todo mis ahorros para que pudieras regresar  a Seattle y mantener a tu familia mientras buscabas un nuevo trabajo.— su voz aún se escuchaba lejana, talvez se había detenido en el pasillo e ignoraba completamente que había alguien en la cocina.—No, no te estoy sacando nada en cara Dana, pero debes entender que yo también tengo familia.— hizo otra pausa y volví a escuchar sus pasos acercándose— Esta bien, trataré de conseguir el dinero.

Añadió finalmente y escuché sus pasos más cerca por lo que deduje que ya estaba en la cocina, yo por otro lado seguí en la misma posición, y ni siquiera me giré para comprobar que estaba detrás de mí.

—Buenos días— susurró pasando a mi lado a paso rápido hasta que apareció en mi campo de visión cuando se detuvo del otro lado de la barra americana.

Antes de lo sucedido no tenía con ella la misma relación que tenía con Amelie y las demás, pero manteniamos una relación agradable; es decir, podía entablar una conversación amena con ella sin sentirme incómoda, pero ahora las cosas habían cambiando, y sí bien, ella no tenía nada que ver con lo que hacía o dejaba de hacer su amiga, yo me negaba a estar a gusto o cómoda con alguien que mantenía una estrecha relación con la mujer que ocasionó que perdiera a mi hijo.

—Buenos días.— respondí su saludo cordial pero sin una sola pizca de amabilidad.

Ella asintió y empezó a pasearse por la cocina y justo antes de que entrara al cuarto de limpieza apareció Anna, Clarisse y Callie en la cocina, todas saludaron sonrientes y alegres mientras caminaban directo a la cafetera para servirse en una taza del delicioso y humeante café.

—¿Que es estó?— preguntó Clarisse tomando entre su manos la cajita blanca que yacía sobre la encimera, mientras se sentaba frente a mí.

—Son para Amelie.— respondí simple mientras le daba un sorbo a mi café.

—¿Qué es para mí?— preguntó la voz de la castaña con una sonrisa. Estaba entrando a la cocina con las manos acariciando su abultado vientre.

Sonreí, definitivamente quería ver los zapatitos en los pies de su bebé.

—Ám te ha traído un regalo— habló con voz alta Clarisse mientras agitaba la cajita para que Amelie la viera.

—¿Que es?— preguntó Callie acercándose con Amelie a nuestro lugar— Me encantan los regalos.

—Pero sí no es para tí, tonta— Anna, Amelie y yo reímos.

—Callate, Clarisse.— respondió Callie con una mueca hacia la extrovertida chica frente a mí— No importa si no es para mí, igual me encantan.

No Puedes Escapar De Mí.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora