Capítulo 41

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Un movimiento brusco hizo que abriera mis ojos rápidamente para ver el cuerpo de Damián desaparecer con desespero a través de la puerta del cuarto de baño. Me incorporé en la cama hasta que quedé sentada sobre la el cómodo colchón.

Con mis manos hechas puños restregué mis somnolientos ojos, para luego evaluar con atención el lugar.

Era mucho más pequeño que nuestra habitación, pero eso no quitaba que fuese tan elegante y bonita como toda la casa. Por el ventanal se colaba la opaca luz del sol, quizás a penas estaba amaneciendo.

Dejé de mirar por el ventanal la copa de los árboles del bosque cubiertos de blanca y fría nieve, cuando extraños sonidos en el baño, me hicieron fruncir mis cejas y mirar a la puerta del lugar.

Estaba vomitando, podía escuchar sus arcadas.

Sin esperar más me levanté rápidamente de mi lugar y corrí al baño, abrí la puerta y lo primero que ví al entrar fué a mi rubio de rodillas frente al retrete.

Aún estando en esa posición, tenía que encorvarse para asegurar que todo lo que expulsaba cayera directamente dentro del retrete.

Su blanco y enorme cuerpo estaba cubierto sólo por un boxer de color rojo que se ajustaba a la perfección con su trasero y piernas, y hacía un perfecto contraste con el color de su piel.

Soltando un suspiro me acerqué a él hasta acariciar su rubio y suave cabello. Después de un par de arcadas más, su estómago se vació por completo, y con las mejillas sonrojadas, se puso de pie y camino hasta el lavado, dónde empezó a lavarse la boca y el rostro.

—¿Por qué estás tan estresado?— siguió haciendo lo suyo—He tratado en la medida de lo posible no hacerte enojar, ni molestarte durante esté tiempo.

—No es por tí— susurró.

—¿Entonces?— insistí, y él dió media vuelta para mirarme con enojó desde su imponente altura.

—Quiero que hagas silencio— hice una mueca con mis labios. Seguro no eran ni las seis de la mañana y él ya estaba de mal humor— me duele la cabeza, y tus preguntas me irritan.

Puse los ojos en blanco y después de lavar mis dientes salí del baño y volví a la cama.

El día estaba perfecto para seguir durmiendo, a simple vista se podía ver lo fría que estaba la mañana y la temperatura de la habitación estaba tan agradable que a lo único que incitaba era a dormir hasta que el estómago protestara por comida.

Después de un par de minutos escuché la puerta del baño abrirse nuevamente, y sin abrir los ojos me dispuse a escuchar los decididos pasos de Damián acercándose a la cama.

Cuando llegó a mí se dejó caer sobre mi espalda y con una sonrisa abrí los ojos, su mejilla cubierta por una dorada barba casi imperceptible, estaba pegada a la mía.

Ya se le pasó el mal humor.

—Te he extrañado mucho.—susurró— Aunque hayas hecho algo que me resulta imperdonable, no he podido dejar de extrañarte toda la maldita semana.— besó mi mejilla— No he podido dejar de desearte, te he necesitado.

—Ya estoy aquí— susurré, y me moví hasta que él se levantó un poco y quedé boca arriba en la cama, ahora podía ver su cara.

Sonrió, y sin decir nada más atacó mi boca, y mis labios ansiosos de los suyos se movieron casi al instante al mismo ritmo.

No Puedes Escapar De Mí.©Where stories live. Discover now