Cap 6

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Había pasado una muy mala noche, la verdad, ni siquiera he podido pegar un solo ojo, lo único que he hecho en estas horas de oscuridad y silencio es llorar, hacerme un ovillo en la cama y llorar hasta no poder más.

Hace apenas unos minutos que el sol había salido, talvez son las seis o siete de la mañana. Podía escuchar unos muy leves sonidos que provenían de la planta de abajo.

Me levanté de la cama y me dirigí al cuarto de baño que estaba en la habitación. Al entrar lo primero que divise fue mi reflejo en el espejo, un reflejo que no mostraba ni la mitad de la mujer que era hace algunas horas atrás, pues, simple y sencillamente la imagen que se vislumbraba en el espejo era la de una chica ojerosa, con los ojos, nariz y mejillas completamente rojas de tanto llorar, con el cabello largo hecho un gran desorden, la mirada llena de tristeza y muchas otros sinónimos de la palabra.

Me lavé la cara y los dientes, salí del cubículo, sentía una enorme necesidad de ducharme pero no tenía nada más que usar, más que la ropa que traía desdé ayer, así que; me encaminé hacía el lugar que desdé ayer era mi lugar de entretenimiento; el ventanal que me daba vista hacía la verja que ponía limite a la casa.

La puerta de la habitación fue abierta, pero no me molesté en girar para ver quien era, porque ya lo sabía.

—El rey te envió esto, que te Duches y te cambies— dijo y me giré a verlo. Me tendió un par de bolsas, una mas grande que la otra— te esperaré afuera.

Tomé las bolsas y acto seguido él salió de la habitación cerrando la puerta a sus espaldas. Abrí la bolsa más grande para saber su contenido; un short rosa, tan corto como el que en este momento tenía puesto, y una blusa de algodón también rosa.
En la pequeña era un conjunto de lencería del mismo color que el conjunto. Un pequeño escalofríos me recorrió al comprender que alguién había elegido mi ropa interior Pero decidí ignorar el malestar. Nada podía ser peor que lo que estaba viviendo ahora.

Luego de unos minutos de ducha salí del baño ya vestida y toque un par de veces la puerta de salida de la habitación para que el hombre detrás de ella supiera que ya estaba lista.

Enseguida aquel hombre –el cual aún no sabía ni su nombre–abrió la puerta y mirándome preparada me tomó del brazo sacándome de la habitación sin mediar palabra. Su agarré en mi brazo era tan fuerte que me lastimaba los hematomas que “el rey” había dejado el día anterior en mi brazo.

—Rey— habló el hombre que me traía sujeta del brazo en dirección a rubiales que pasaba su mirada de mí, al agarré en mi brazo, y de ahí al bestia que me sujetaba.—Aquí está, disculpe la tardanza, pero la señorita se tardó un poco más de lo previsto.

—Sueltala—dictaminó tajante el ojiazul, haciendo que éste me soltara y por inercia lleve mi otra mano al lugar lastimado y acaricié con cuidado.— ¿Le has hecho eso?— preguntó de pronto mirando el hematoma de color morado con tonalidades verdes en mi brazo.

—No, Rey, no la apreté tan fuerte – respondió el que parecía ser mi niñera, puesto que era él el que siempre estaba cerca de mí.

—Fuiste tú — intervení con tranquilidad — ayer—le recordé, el hizo un pequeño asentimiento y luego un gesto en dirección al sujetó que estaba a mi lado, el cual apenas rubiales acabó de hacer el gestó el salió del salón rápidamente.

—Sientate— rugió molestó. A diferencia de las otras veces que nos habiamos visto, estabamos en un gran comedor. El tomó asiento en el principió de la mesa y yo me senté varios puestos alejada de él.

—Aquí—dijo enojado, señalando la silla continúa a la de él. Yo solo asentí y me levanté del lugar donde ya me había ubicado y a paso lento me senté dónde él quería que lo hiciera.

Él miraba una tablet mientras tomaba café y yo solo estaba sentada hecha un manojo de miedo y nervios. Una señora ya entrada en edad, hizo acto de precencia en el salón donde únicamente estábamos rubiales y yo. Aquella mujer era muy bonita, y daba un aura de amor y cariño, su cabello llegaba hasta sus hombres y estaba tupido de canas muy blancas, era regordeta, y sus mejillas redondas, sus ojos de color verde desprendían amabilidad y cariño.

—Buenos días, joven. — saludó la mujer con dulzura hacía él y luego ubicó su mirada en mí y su mirada de dulzura se transformó en una de lástima que me hizo sentir muy incomoda.—en unos minutos traen el desayuno. ¿Desean algo mientras esperan?.

—¿Quieres algo?– la pregunta de el rubio a mi lado me hizo volver de mi ensimismamiento, y por la impresión giré la vista en su dirección y nuestras miradas chocaron y mis nervios se acentuaron más, talvez era por la intensidad con las que sus orbes azules me miraban.

—No, gracias — respondí, rompiendo el contacto visual con él.

—Entonces puedes retirarte, Carmen— dijo fríamente hacía la amable señora que sin chistar se dio la medía vuelta y emprendió camino hacía una de las puertas que tenía el salón.

No me pareció justo el trato que mi secuestrador le daba a la señora, pues, parecía que ella lo quería mucho, y que él la tratara de la manera en que lo hizo era algo que debía de dolerle a la pobre mujer.

—En unas horas te traerán ropa, y objetos personales, si necesitas algo más dicelo a Carmen. — habló de nuevo, sin quitar la vista de la tablet— saldre por unas horas, no quiero que hagas nada estúpido ¿ok?— añadió mirándome serió, mientras yo trataba de no mirar su hermosos ojos azules.— ¿Me estas escuchando? ¡Mirame a la cara cuando te hablo!— inquirió levantando la voz, enseguida el miedo creció y cerré los ojos con fuerza tragando el nudo que se formó en mi garganta.

—S-Si—usurré con la voz entrecortada apunto de soltar el llanto.

—Lo siento— dijo bajito sorprendiéndome — abré los ojos, no te haré daño— añadió — solo hazme caso y las cosas no se saldrán de control. ¿Bien?

—Bien—respondí mirándolo justo a los ojos, como el él quería que lo hiciera, volviendo a sentir ese nerviosismo repentino y la sensación de que una leve corriente eléctrica se me colara en el cuerpo.

No Puedes Escapar De Mí.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora