Cap 11

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Eran las once de la noche, Carmen se había retirado hace tres horas después de pasar todo el día conmigo. En este momento estaba saliendo de la tina para ir por un pijama y hacer lo único que hago desde hace una semana a esta hora; quedarme tirada en la cama mirando al techo hasta que ya mis ojos no dan más y por fin deciden cerrarse.

Había dejado de llorar, al final entendí que el rubio tenía razón; Llorando no iba a hacer que las cosas cambiarán, así que decidí transformar el tiempo que perdería llorando en planear mi próximo plan de escape.

Aún la puerta de la habitación se mantenía bajo llave, por lo que esa era la forma más difícil pero la única que tenía de salir con vida – por lo menos de la habitación – ya que había estado analizando la ventana pero esta además de tener los cristales sellados, sí salía por ahí acabaría hecha trizas en el suelo.

Quizás Carmen me deje salir con ella pronto, y me sostenía de esa idea para que una vez fuera de la habitación poder analizar por dónde me escaparía esta vez.

Coloqué el pijama sobre mi cuerpo y salí del pequeño armarío que estaba al lado del cuarto de baño. Cuando estaba apuntó de meterme bajo las cobijas la puerta de la habitación se abrió y por inercia eleve mi mirada allí.

El rubio maldito estaba atravesando la puerta, era extraño verlo después de una semana entera sin mirarlo, traía puesto un pantalón azul marino de traje, la camisa blanca arremangada hasta los codos y con los primero tres botones abiertos.

—Llamá al imbécil de tu amigo.— dijo y mi corazón se aceleró de emoción. Él estiró su mano hacia mí y en ella había un celular que no era el mío.

—¿Por qué de allí?— pregunté sin tomar el celular— ¿Dónde está el mío?

Él se acercó más a mí y cerró los ojos con fuerza al mismo tiempo que exahalaba una gran cantidad de aire.

—Mira Ámbar— músito con una muy fingida calma— No preguntes, solo cogé el maldito teléfono y llama a tu maldito amigo.— me miró a los ojos, su mirada azulada transmitía enojó, impaciencia, dureza, hostilidad y un sinfín de sinónimos más.

Aunque sentía miedo por tenerlo de frente y aún más por la forma en la que me miraba, traté en la medida de lo posible no hacérselo notar, y manteniendo mis ojos en los suyos tomé el celular de su mano.

—Ésto es lo que le dirás;— tomó mi muñeca antes de que trajera completamente el teléfono hacia mí.— Estás muy contenta con tus nuevos parientes, tanto que aún no sabes cuando regresarás a seattle, tu teléfono se ha dañado y no tienes dinero para comprar otro así que la comunicación con él será muy escasa a partir de ahora.— sentí unas inmensas ganas de llorar, todo eso quería decir que prácticamente no volvería a hablar con Cam.

Mis lágrimas se acomularon en mis orbes pero las mantuve allí y sin quitarle la mirada al hijo de puta frente a mí y asentí. Él soltó mi mano y se sentó en la cama al mismo tiempo que dió un par de palmaditas a su lado para que yo también tomará asiento. Obedecí pero me senté algo lejos de él.

Mis dedos temblorosos empezarón a toquetear la pantalla de aquél celular que parecía estar recién saliendo de una tienda, hasta encontrar la aplicación de llamadas para luego marcar el número de Camerón.

El tono del teléfono sonó dos veces hasta que al tercero la voz adormilada de Cam llegó a nuestros oídos – los míos y los del hombre que me había hecho poner la llamada en manos libres para que él también pudiese escuchar lo que mi amigo me diría–

No Puedes Escapar De Mí.©Where stories live. Discover now