Capítulo 58

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No, no quiero estar aquí, no de nuevo.

Sabía cómo terminaría todo, sabía lo que sucedería a continuación, pero no podía decir nada, no podía gritarle a papá que detuviera el auto para evitar que el camión que metros más adelante acabará con sus vidas.

Quería llorar, gritar, moverme y tratar con desespero que me hicieran caso, que parara, que no se murieran...

Pero no podía ¡Maldición! No podía, y por más que lo intentaba no podía hacer más que estar sentada igual que esa madrugada, por más que quería gritar con desespero, mi cuerpo hacía exactamente lo que hizo esa oscura noche, por más desconsolada que me sentía, en mi boca estaba dibujada una sonrisa tierna por lo que mi familia decía.

¿¡Por qué no puedo hacer nada!? ¡Quiero ayudarlos!

¡Papá detente!

Mi corazón amenazaba con romper mi pecho, quería gritarle a Jean, moverlo desesperadamente hasta que se pusiera el cinturón de seguridad.

Pero nada.

A pesar de saber con exactitud lo que sucedería metros más adelante no podía hacer ni decir nada. Ante mis ojos se dibujaba la misma escena, los mismo chistes malos de papá, la misma voz divertida de mi hermano diciéndole que el chiste era peor que el anterior, a mamá riendo risueña, podía sentir mi sonrisa y mis ojos pesados que se negaban a cerrarse y dejar de compartir el agradable viaje con mis padres y hermano.

Era desesperante, mucho más que las pesadillas anteriores, porqué en está yo sí sabía lo que pasaría después que mamá dijera a Jean algo sobre sus futuros hijos y todos rieran, sabía que después de eso vendría gritos, sonidos fuertes, destrucción, sangre, muerte y oscuridad.

Sabía, sabía perfectamente los distintos gestos que cada quien hacía en los segundos posteriores, recordaba a la perfección el sonido de sus risas, sus últimas risa...

Papi, por favor detente.

Pero no dije nada, no pude hacerlo. No pude salvarlos.

De nuevo las luces cegadoras del camión junto al sonido fuerte del claxon, las manos de Jean en mis brazos, mamá gritando, tratando de llegar a nosotros sin lograrlo, los gritos desesperados de papá, Jean metiéndome en el pequeño sitió que me salvó de una muerte segura. Luego el fuerte golpe, el estruendo ensordecedor, el pitido en mis oídos, las vueltas del auto, las conté; una, luego otra y quedó nuevamente parado sobre el asfalto.

Ya estaban muertos, ya no podía hacer más.

No pude salvarlos.

Quizás sí hubiera gritado más...

De nuevo estaba tratando de levantarme, de nuevo veía a mi hermano ensangrentado, de nuevo me llenaba de su sangre caliente. Nuevamente mis llorosos ojos estaban sobre los cadáveres de mamá y papá, los mismo que hace menos de dos minutos estaban riéndose animadamente...

De nuevo la misma oscuridad, la espesa y terrorífica oscuridad que me hacía pensar que estaba ciega.

Hasta la luna que venía siguiéndonos desde hacía horas nos abandono, nos dejó solos.

Me levanté exaltada, mi corazón latía tanto como esa noche, mi pecho subía y bajaba con rapidez. En mi frente había una fina capa de sudor y mis mejillas estaban húmedas, muy mojadas.

No Puedes Escapar De Mí.©Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon