Capítulo 59

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Damián Webster.


¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!

No podía estar pasándome estó, ella no estaba allí. No estaba mirándome con horror, con asco.

Sentía mi corazón palpitar con velocidad debido a los nervios que casi nunca tenía.

¡¿Que carajos hace despierta?!

Ví como sus ojos se llenaban de lágrimas y me levanté de mi lugar con rapidez para tratar de acercarme, pero tan pronto como supo lo que intentaba hacer dió dos pasos hacia atrás.

Se estaba alejando de mí, no quería tenerme cerca, me esta rechazando.

¡Maldición! Odiaba sentir su rechazo.

Quise hablar, decir algo pero simplemente no sabía que decir.

¿Que se suponía que debía decirle: “Estás mirando mal, amor, no es lo que parece”?

¡Por supuesto que era lo que parecía!

Sus ojos me recorrían una y otra, y otra vez, como sí no pudiese creer lo que veía, se negaba a darle cabida a las miles de ideas y adjetivos que su mente le daba para compararme con un mounstro.

Abrió la boca para decir algo pero la cerró cuando su voz se negó a salir. Sus ojos centellaban, amenazaban con desbordarse de un momento a otro, pero lo retenía, estaba controlando sus emociones.

—Amor...— susurré e intenté volver a acercarme pero ella volvió a alejarse.

—¿Que cara...— caminó a paso veloz hasta que llegó al interruptor de la luz y la encendió para cerciorarse de que no estaba imaginando nada.

Solté un suspiro derrotado y desvíe la mirada para no ver su expresión al confirmar lo que ya sabía.

Estaba cubierto de sangre, mi camisa, mi pantalón, mis brazos, manos, incluso mi rostro debía estar llenó de la sangre de los dos hijos de puta que pagaron por el enojo que su jefe me provocó.

Y sí, había sido un total desquiciado, no me duteve ni siquiera cuando estuvieron muertos, incluso Hansel se enojó ante mi maldito mal razonamiento y se fué del sótano mucho antes de que el segundo muriera.

No supe como detenerme y lo acepto, les hice daño, mucho, y no me arrepiento en lo absoluto, para nada, y por supuesto no dudaría un solo segundo en volver a hacerlo.

De su boca salió un jadeó de horror y volví a mirarla, pero ella sólo podía ver mis manos y brazos ensangrentados, sus ojos veían con detenimiento las gotas de sangre que caían de mis dedos y reventaban en el piso blanco de la casa.

Sabía perfectamente que mi aspecto era propio de un maldito psicópata, que para ella no era nada agradable verme así. Solté un suspiro y mirando a todos lados con tal de no ver el rechazo en su mirada.

Me di cuenta que los sofás negros de la casa estaban manchados y a pesar de que no se distinguía que era sangre, no eran agradables a mi vista, el vaso de cristal dónde hace unos minutos estaba bebiendo un delicioso whisky estaba asquerosamente cubierto de sangre.

—¿Que hiciste?— preguntó en un susurró.

Volví a mirarla.

—Nada malo— respondí como sí el hecho de encontrarme cubierto de sangre ajena fuera totalmente normal.— Sólo...— no alcancé a decirle más, pues el sonido de un auto siendo encendido llamó totalmente su atención.

No Puedes Escapar De Mí.©Where stories live. Discover now