Cap 4

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Me quedé inmóvil, no podía hacer nada más, que mirar sus asombrosos ojos azules. Eso ojos que me miraban de una manera que no lograba comprender, pero que causaban un sin número de sentimientos encontrados, pero sin duda miedo era lo que más sentía.

—Sueltala y retirate—habló sin quitarme la mirada. Su voz era muy masculina.

Apenas acabó de decir aquellas dos palabras dejé de sentir la presión que ejercían los brazos del hombre que me sujetaba. Cuando sentí mis pies tocar el frío mármol  del piso un leve escalofrío me recorrió completa.

—Hola, Ámbar — dijo una vez que la puerta del lugar había sido cerrada. Cuando escuché mi nombre de sus labios no pude sentirme de otra manera que no fuera cohibida.–¿No me saludaras, pequeña?— inquirió, después de varios segundos en los cuales no hubo respuesta de mi parte.

—Quiero irme— Conseguí decir después de varios segundos. El miedo me embargaba, él miró por un momento y luego se levanto de su lugar.

Su altura era prominente, me sacaba aproximadamente dos cabezas. Lo observé mientras lentamente se acercaba a mí. Su cabello era de color rubio tan rubio como el mío, su cuerpo, su cuerpo era enorme y aunque estaba enfundado en un traje, claramente se podía apreciar los músculos de sus brazos.

—¿Por que me miras tanto?– preguntó cerca de mí. Muy cerca para mi gusto– ¿Es que acaso me conoces?– volvió en un susurró cerca de mí oído.

—No—respondí apuntó de dejar caer las lágrimas que se estaban acumulando en mis ojos por el miedo que me carcomía por dentro.—Solo quiero irme, por favor— suplique soltando una lágrima rebelde.

—No, pequeña— hizo un puchero mientras acariciaba mi mejilla justo por el lugar por el que había pasado la lágrima. Podía sentir mí cuerpo temblar como nunca antes.— no llores, ven, sientate acá—añadió, colocando una de sus manos en mi espalda, instándome a caminar hasta unos de los asientos ubicados frente al escritorio de caoba. Una vez que me dejo sentada, él también tomó asiento del otro lado del escritorio.

—¿Porqué estoy aquí? — me atreví a preguntar. Él me miraba fijo, causando que él nerviosismo y miedo aumentaran.

—Muy sencillo– respondió luego de varios segundos– te quiero para mí.—me congele en mi sitió tratando de descifrar algún indicio de burla o algo parecido, pero nada. En su mirada no había nada más que seriedad absoluta.

—No me conoces— dije en un susurró después de salir de el pequeño trance en el que me habían dejado sus palabras — y yo tampoco te conozco, ¡es absurdo!

—Te equivocas, pequeña— habló mientras posaba su atención en una sobre que sacó de una pequeña gaveta de su escritorio— talvez, tú no me conozcas a mí, pero yo a tí, sí— me tendió el sobre, lo tomé dubitativa y saqué algunas fotografías de su interior. Fotografías mías— Te Conozco tan bien que puedo hacer una breve biografía de tu vida— dijo dejandome aún más asustada que al principió — Ámbar Murat — continuó – la pequeña rubia de ojos ambarines que nació el 15 de marzo, en california; su padre Marcos Murat, era latino y su madre Hope Brown de estados unidos, texas, para ser exactos, tenías un hermano ocho años mayor que tú, su nombre era Jean. Un verano tus padres quisierón hacer unas vacaciones familiares, y de regresó un choque fatal contra otro auto, causo la muerte de las únicas tres personas que tenías en el mundo; y con tan sólo doce años ingresas a un orfanatorio de California, donde conoces al tipo que aún no comprendo que relación tiene contigo. Trabajas en una cafetería en el centro de la ciudad, vives a pocas cuadras de ese lugar y cursas el segundo año de derecho en la universidad central.

Para cuando culminó de dar ese breve repaso de mi vida, ya tenía lágrimas recorriendo por toda mi cara, y no sé exactamente si la razón de ellas eran por miedo a saber que el tipo que estaba frente a mí- un hombre que apenas conozco de hace unos ¿5 minutos?—sabía todo acerca de mi vida, o por el simple hecho de que me recordara la muerte de mi familia, Quizás era por ambas cosas.

—¿Como sabes todo eso?— pregunté tratando de limpiar la humedad de mi cara con el dorso  de mis manos.

—Cuando algo me interesa lo investigó, preciosa– murmuró con sus orbes fijas en mí —y tú me interesas...y mucho — recalcó.

—Por favor, te lo suplicó, déjame ir, te juró que no le diré a la policía que me has secuestrado, solo te pido que me dejes libre—suplique con  el rostro desbordado de lágrimas llenas de angustia— te lo suplicó, dejame ir.

Me observaba atentó, como si fuese algo de otro mundo, se levantó de su asiento y sigilosamente se acerco a mí. Mi corazón latía desbocado, espectante a lo que sea que fuese a pasar.

Cuando estuvo frente a mí, me sonrió y luego me tomó violentamente del brazo, levantando completamente mi cuerpo de la silla mientras que con su otra mano tomaba mi mandíbula, para que lo mirará a los ojos.

—Hay algo que te tiene que quedar claro— siseo apretando losdientes, su mirada destellaba cabreo, profundo eenojo— tú no saldrás de aquí, a menos que sea conmigo o uno de mis hombre— dijo provocando más miedo en mí — quiero que algo te quede muy claro — su agarré en mi brazo cedió, para luego rodear mi cintura con su brazo y pegarme a él — ahora me perteneces, no me importa tu vida pasada ni nada de lo que tenías hace unas horas. Que te quedé claro eso. Eres. Mía.

Sus palabras hicierón que un peso enorme se posara en mis hombros, y más lágrimas – desesperación, enojó y un reciente rencor hacía el hombre que me miraba con sus orbes azuladas dilatadas– salieron, lloré hasta que mis ojos se sentían calientes, hasta que ya no pude más...

No Puedes Escapar De Mí.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora