21_Sadra Miller (Anahí)

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— Solo tienes que aceptar algo –el tono de picardía en Ainhara, me alerta.

¿Aceptar qué?

Sin embargo, no diverjo más. Yo que soy dócil para acatar órdenes, marcho rumbo al lateral indicado para encontrarme a un grupo de chicas viendo a la pared, ya que eso lo único interesante que tiene este espacio en un día normal. Aun así, de repente todas ellas reparan en mi llegada. Como si... hubieran estado esperándome.

Resulta incómodo pensar que estén a punto de hacerme una broma, no obstante, es difícil creer que Ainhara se preste para algo como eso. Además, Ankara hace tiempo no parece ser la misma, ni creo que lo sea.

Por tanto, cuando decido confiar en que ninguna de ellas me haría daño, noto algo más en el lugar. Hay una amplia sábana blanca, tan grande que llega a cubrir casi por completo la pared. Y de un santiamén desde lo alto del edificio alguien destapa lo que oculta debajo.

Entonces un grafiti en la pared se revela para mí: con un mensaje central que me humedece los ojos:

«Anahí ¿Quieres ser mi novia?»

Alrededor hay dibujado un panorama que incluye un mar con gran oleaje, flores esparcidas y tablas de surf con varios lei hawaiano colgando de ellas que están enterradas en la arena. También está ilustrada la señal de shaka con la palabra Ohana escrita por encima de la mano, el ukelele (que en unos de nuestros encuentros me prometió que me enseñaría a tocar) y el número 22 escrito en la arena. Ahí, de igual forma reposan dos cocos que simbolizan la primera vez que tuvimos una conversación extensa, antes de que me auto invitase a la reunión con sus amigos. Ese día ambos bebimos agua de coco en uno de los puestos de la Coztah.

Después de releer el mensaje central llevo mis manos a la boca y veo una sonrisa que marca hoyuelos en lo alto del tejado. Sé cómo llegar hasta allá y eso hago: escalón tras escalón no me detengo hasta verle de frente. ¡Cuántas veces lo imaginé!

No estoy segura de sí es real o un sueño, aunque si bien es lo uno u otro, contesto:

— Sí quiero.

Doy un que me apega a Ryan, entonces él me rodea por la cintura, al tiempo en que descanso mis brazos por encima de sus hombros. Los amigos que antes permanecían escondidos, ahora se notan sobre el tejado y apuesto que su colaboración fue esencial para el plan.

— Ryan, permíteme decir algo –pide Eric elevando su antebrazo.

— Habla...

— Sé que no os estáis casando, pero en nombre de que lo que me otorga mi derecho creativo por haber hecho el grafiti... te digo: ¡ya puedes besar a la novia! ¿O no, Greg?

— Pues claro –extiende sus brazos–. Ella acaba de dar el sí y tienen la bendición del grupo –giña.

Entre tanto los presentes aplauden. Algunos ríen y ambos nos acercamos. Me tiembla la barbilla a causa de la inexperiencia (y puede que un poco la emoción del momento) pero nadie mejor que Ryan para entenderme. Él desprende las manos de mi cintura y las fija en mis cachetes. Por ende, consigo relajarme para disfrutar del encuentro de sus labios sobre los míos.

Nada más separarnos, otra ola de aplausos cortitos tiene lugar, mientras en mi interior agradezco a Dios que Ryan ha sentido lo mismo todo este tiempo. ¡Y ahora somos novios!

Para celebrar, en la tarde cuando termino mis clases nos alejamos de todos solo él y yo con las olas. Quizá suene reiterativo esto de ir a surfear o incluso común como para ser tomado por ocasión especial, sin embargo, cuando practicas un deporte que amas con la persona que amas no te cansas de ello ni, aunque lo repitas a diario.

Legado de Pilares [ADN I] |Finalista Wattys 2021|©Where stories live. Discover now