15_Enigmas (Ankara)

390 231 58
                                    

En su lúgubre oficina un nuevo diván se hace notable. Es lo primero que capto mientras cruzo la puerta.

— Recuéstate –me dice.

Jimena espera unos minutos antes de volver a hablar. Imagino que está sorprendida, ya que nuestras sesiones nunca han ido más allá del marco obligatorio.

— Gracias –con dicho término le expreso gratitud y doy mi saludo.

Tomo lugar en el diván sin hacer contacto alguno con mi psicóloga. Procuro relajarme (como debe ser) sin embargo, nunca lo consigo del todo. Por cuanto, compadezco al viejo diván; víctima de mis dardos de furia cada vez que no lograba relajarme en las citas y lo culpaba a él y a su estado en deterioro. Solo ahora vislumbro que la del problema soy yo. Siempre he sido yo.

— Te admito que estoy curiosa, no eres como las demás pacientes, nunca pides sesiones dentro de la semana. Cuéntame. ¿Qué es eso de suma importancia que tienes para contar?

Tiene razón: en su mayoría, las pacientes acuden a ella fuera del plano de programación de citas, la buscan por los pasillos y también la contactan por vía telefónica.

Dicen que toda regla tiene su excepción ¿no? Bien, pues yo soy una de ellas, aunque no por ser una rebelde que va por la vida en contra de todo lo obligatorio (así clasificaron mis sesiones luego de diagnosticarme amnesia disociativa retrograda). Lo que ocurre es que este es mi secreto más íntimo y aunque me importa recuperar mis recuerdos, los esfuerzos por mi parte para ocultarle al mundo esta realidad consiguen tan solo que retrase el éxito de los esfuerzos de Jimena.

— He tenido un sueño –apego los muslos al torso y los rodeo con mis brazos–. Era yo... de pequeña.

— ¿Dónde estás? –interroga Jimena, que, parece estar a cientos de kilómetros y no a menos de un metro.

— No lo sé... hay fuego, casi por todas partes –respondo apretando el ceño.

— ¿Fuego?

Esta vez no usa su tono de repetición, con el que siempre me anima a hablar, o corrobora si estoy segura; en este momento ella habla para sí como quien acaba de dar en el clavo de algo.

— Sí, estoy en una esquina. El fuego se alza ante mí por todas partes, aunque se encuentra lejos, no me alcanza.

Varío mi expresión aturdida para buscar su mirada por primera vez.

— ¿Hay algo más en la escena?

— Una muñeca. ¿Eso es relevante? –arqueo una ceja con incredulidad. A la par que me decepciono de mí por no conseguir nada que me ayude a avanzar.

— Continúa.

— La agarro entre las manos como cualquier niña pequeña, solo digo...

Jimena me contempla. Parece que aún no he comprendido algo que ella sí. Tiene toda la razón.

— En la vida todo es relevante, es como una telaraña.

— Bueeeno –rezongo–, es un bebé grande, va con vestido dorado de lentejuelas. Su cabello es oscuro, pero no sé con detalle el color –a medida que describo, retomo mi expresión ceñuda–. Alrededor todo está oscuro como cuando, ¡es de noche! Por eso no puedo ver.

— Yo creo que ves demasiado para ser un sueño.

— ¿Cómo? –de repente no entiendo.

Jimena jamás interrumpe cuando hablo, sin embargo, acaba de hacerlo. Resulta extraño.

— ¿Qué intentas decirme?

— Según mi opinión como tu psicóloga, lo que me dices es un claro ejemplo de los llamados «recuerdos de tipo flashbulb», donde se refiriere al recuerdo de aquellas experiencias o sucesos que tienen un significado especial para el individuo y que suelen tener un alto grado de nitidez. Justo por tu forma de relatarlo no puede ser un sueño como lo dices porque los sueños son un proceso mental involuntario, en el que se produce una reelaboración de la información almacenada en la memoria, que por lo general guarda relación con experiencias vividas por el soñante el día anterior.

Legado de Pilares [ADN I] |Finalista Wattys 2021|©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora