2_Secuestro y Abandono (Anahí)

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Un padre y una madre son las primeras personas en nuestras vidas. Asimismo, son los únicos cualificados para perdurar a nuestro lado a pesar de las dificultades. Nos enseñan, corrigen, y también permiten nuestros errores para que aprendamos ciertas lecciones que por su consejo a veces no aceptamos. Cuando viene el sufrimiento; ese dolor que te aprieta el pecho como si tuviera vida propia, ese que quieres es expulsar de ti y echar al mar para olvidarlo, son ellos quienes prestan sus hombros para llorar y regalan sus palabras para consolar.

No obstante, de estas sensaciones, experimenté solo la mitad durante los siete primeros años de mi vida. Cuando fui arrancada de mi familia pensé en el dolor de papá. Yo era la niña de sus ojos, él me amaba y yo lo amaba. Me detuve a pensar y comprendí que ese dolor que te aprieta el pecho como si tuviera vida propia, también él lo estaba sintiendo. Aunque, después de todo, había sido su elección. Por ende, comprender aquello me dolió mil veces más que entender que me habían abandonado.

Cuatro horas antes todo mi mundo era diferente, no perfecto, pero lo tenía a él:

— ¡Mi florecita! Ven aquí –gritó papá agachándose para quedar a mi altura entretanto corría cual caballo desbocado hacía él.

— ¿Papi por qué me dices florecita? –pregunté pegada a su cuello.

— Ah, porque es un significado de tú nombre. El nombre Anahí proviene de una florecilla y significa eso: bella como la flor de ceibo. Por eso te llamo así –dio un toque a mi nariz provocando que sonriera y me rascara– ¿No te gusta?

— Es raro –me sinceré– pero me gusta porque tú me lo dices.

Él me alzó para elogiarme el vestuario. Tenía en el rostro una expresión de asombro exagerado, la cual, se reservaba para mí. Al resto de las personas los trataba con muy poco interés.

— ¡Pero ¡qué guapa estás! ¡Qué son estos moños tan bellos! ¿Este vestido te lo compró mamá? Seguro, porque es rosa y a ti y a mí nos gusta más el azul ¿no crees? –me recordó con gesto cómplice.

Suspiré con sonora antes de responderle.

— Ahecha me vistió y peinó. Mamá solo decidió el vestido. Ella dice que el azul es para niños y por eso Amir irá vestido de azul.

La alegría en el rostro de papá se contagió con tristeza hasta que desapareció.

— ¡Pero sí que me gusta! –agregué– El rosado no es feo, además mamá lo compró para mi igual que la ropa de mi hermanito –sonreí.

— De todas maneras, te ves preciosa.

Papá dio un gesto para devolverme al suelo y se arrodilló ante mí.

— ¿Sabes que te quiero, ¿verdad? –asentí segura– No lo dudes. Yo te compraré todos los vestidos que mamá no te compre te daré todos los besos y abrazos que ella no desee darte y te haré cosquillas así...

Dio una demostración e inundamos la sala de risas.

— ¿Sabes por qué? Porque eres la niña de mis ojos.

— ¿Cómo? No entiendo.

— Te explicaré lo que necesitas saber. Lo que quiero decir es que yo te protegeré siempre. Nadie te lastimará –mientras hablaba mi sonrisa se alargaba porque confiaba plenamente en aquellas palabras– y para llegar a ti deberán pasar por encima de mí; tú eres lo más importante en mi vida Anahí.

Sujetó mi cabeza entre sus manos y nuestras miradas se encontraron, felices, vivas, cómplices. No obstante, lo dicho era una cruel mentira. Se trataba de un acto momentáneo para hacerme sentir mejor. Aunque yo ni por un instante lo sospeché.

Legado de Pilares [ADN I] |Finalista Wattys 2021|©Where stories live. Discover now