10_Castigo Domiciliario (Ainhara)

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En aquel instante revelador acogido en un ambiente de negación, tuve por primera vez la sensación de estar haciendo algo mal pese a que no me importara. Di la media vuelta para irme, cuando lo que debía hacer era volver a esa puerta.

— ¡Mierda! –masculla Megumi por segunda vez.

Hoy es el segundo día de castigo y de mantener este ritmo de trabajo, acabaremos por limpiar el segundo baño del cuarto piso dentro de dos horas. Anahí continúa distraída higienizando las tazas. Anoche tuvo un terror y evité que se enterara, aunque para lograrlo haya amenazado de muerte a la mirmecófaga mayor, por dárselas de curiosa y filmar el acto por una rendija de la puerta.

Dirijo una mirada ladina en dirección a la pelirroja que limpia los espejos horizontales: con pesar murmura para sí una serie de expresiones imposibles de captar por mi oído y sus pies encabritados develaban impaciencia. Al menos están incómodas, pienso, y eso me satisface. Continúo baldeando el piso en otro intento de avanzar en mi penosa labor, mientras noto a cabalidad la amplitud que poseen los baños.

Megumi –que limpia las duchas cercanas– se queja por tercera vez.

— ¡Se acabó! No lo haré más.

Acompañados de sus palabras caen al suelo los utensilios de limpieza. Se cruza de brazos, gimotea como la niña caprichosa que es y esa actitud me da cringe. Sin embargo, me esfuerzo para no responder ante semejante drama. Volteo para ver a Anahí en busca de esa tranquilidad que siempre me provee y compruebo, además, que sigue absorta en su rol. Hace un tiempo que tiene ese patrón: cuando realiza una actividad –no entiendo cómo ni por qué–, entra en una especie de trance, dónde solo importan las tareas que debe terminar.

— No tenemos más opción. Sabes que no saldremos de esto hasta limpiar los baños del quinto piso –susurra Ankara, quien contuvo su labor para atender a Megumi.

— ¡Uf! Lo sé, pero mira... –la veo mostrar sus manos en evidencia de algo– es la tercera que me rompo. El contacto con los líquidos y el agua me las está quebrando. Esto no me hace bien ¡Ankara haz algo!

En sus ruegos se nota la sobreactuación. Le importan tres carajos sus uñas; ella solo quiere irse. Ni yo fui tan quejica a mi edad de infante.

Una vez más las ignoro, adapto el espíritu productivo de mi compañera esperando que surta efecto. No obstante, al rato vislumbro el intercambio de tareas entre el dúo. Anahí anuncia su acabado levantándose mientras seca sus manos en los shorts. Feliz por ella, le sonrío.

Me devuelve el gesto, entonces, la pelirroja gruñe:

— ¡Qué bien! Ahora puedes venir aquí.

¿Eso fue una súplica? –me planteo.

— ¿Cómo dices?

— Te digo que vengas y ayudes a limpiar las duchas Anahí. ¿O es que aparte de sonámbula eres sorda...?

Estuve en lo cierto desde el comienzo: aquello no era una súplica, sino su contrario.

De un vuelco Anahí planta su cuerpo frente al mío como escudo, o, mejor dicho, barrera. Conocerme, le deja saber el as que en mi mente se cocina; mientras el ámbar de sus ojos pide que no arme un lío.

— Yo puedo –susurra cerca de mí y con ademán aristocrático voltea hacia Ankara– ¿Crees que me vas a mandar? –reta escogiendo una carcajada fortuita sin pisca de gracia– Eso lo debería hacer yo, o Ainhara. En cualquier caso, eres la menos indicada para decir nada porque es por vuestra culpa que estamos aquí... así que, en tu vida vuelvas a dirigirme una orden si no estás cualificada.

— Todas estamos castigadas por igual chiquita –alega Megumi.

Lanza un trapo al suelo y avanza con grandes zancadas hasta tener parte en la improvisada reunión.

Legado de Pilares [ADN I] |Finalista Wattys 2021|©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora