8_Trampa conjunta (Anahí)

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— De acuerdo, te espero entonces –zanjé como despedida.

Hoy pretendía tener su compañía en todo tiempo, era la antesala de las finales, un momento importante ¿Acaso ella y Ken no se la pasaban siempre inventando locuras? ¿No podía posponerlo por un día? Ahora estaba segura de que llegaría tarde, siempre pasaba cuando estaban juntos tonteando y lanzándose por una cuerda. En fin, cumpliría los dos objetivos restantes en mi lista para este día y nada ni, nadie me quitaría eso.

A punto estaba de comenzar la Cuarta Ronda de Competencias del Torneo Popular de Surfistas Aficionados. El rigor de la no daba pie a que intercambiáramos más de dos palabras amistosas entre competidores, aunque el #22 era diferente. Si bien los contendientes estaban tensos por causa de las cinco eliminaciones de hoy, él parecía relajado. Quiero decir, le importaba quedar entre los seleccionados, pero la posibilidad, creo, de que no fuera así, no le causaba un efecto negativo en su ánimo, ni en la manera de tratar a los demás. Por otro lado, mostraba una gentileza difícil de fingir y cuando sonreía, o felicitaba a sus rivales, parecía genuino. No obstante, quizá es de esas personas que lo toman todo a broma.

Ni Ainhara, ni Ken estaban por el lugar, al contrario de cierta pelirroja posicionada en las primeras filas. Seguro notó la presión de mis ojos sobre ella porque volteó dándome una mirada que no supe ni me preocupé por interpretar. Di media vuelta sintiéndome como un globo al que se le acaba el aire. Poco después, el comunicador afirmó el comienzo de la actividad. Por lo tanto, vítores, aplausos y ruidos de festejos llenaron el ambiente.

Todos estaban listos... todos menos yo.

— Treinta y dos –llamó alguien– ¿Te sucede algo?

— Estoy bien, gracias.

Cuando me giré para agradecer de frente la preocupación, noté que por primera vez me habla a mí. Tenía que ser él. ¿Quién más se preocuparía?, pensé. El chico me ofreció una sonrisa tan perfecta que llamó a mis nervios. De modo que le sonreí como una tonta que no podía esconderle nada.

— Es mentira, no estoy bien.

— Puedes contarme tu problema, si quieres –sugirió.

— ¿Puedes traerme a mi mejor amiga desde donde sea que esté, para que, al menos vea mi rutina y hacer que me sienta menos sola? –lo reté, sin embargo, se escuchó más como una petición desesperada.

— No. Eso escapa de mis límites.

— Lo suponía...

Asentí desviando la mirada hacia la Copa de Calificaciones para vislumbrar como le estaba yendo a la joven que estaba en las olas.

— Aunque #32, nunca estamos a cabalidad solos. Yo nunca me he sentido solo.

— ¡Qué bien por ti! –festejé con aplauso y sonrisa hipócrita– Debes tener una gran familia... perfecta seguramente.

Me detuvo un recuerdo dentro de mí haciendo que me arrepintiera de esas palabras.

— No –volvió a decir; esta vez ahogando una risa–. Vivo solo con mi madre, de mi padre no sé nada, ni siquiera llevo su apellido.

— Lo siento, fui muy bruta, nos suelo ser así.

— Debería ser yo quien lo sintiera y no lo hago –me dice sin vestigios de molestia–. No tengo lástima de mí, o de las circunstancias que he vivido. He aprendido a superarlas y si yo no siento lastima... nadie más debe sentirla por mi ¿no crees?

— Tienes toda la razón #22.

En ese instante anhelé tener la madurez de aquel chico para enfrentarme con ella a mis terrores nocturnos. Pues tengo desde hace años la sospecha de que siguen alimentándose de mí por causa de la lástima con la que me mimo. Sus palabras eran tan opuestas a lo que siento por mi pasado, e incluso por el mi amiga. Tanto ella como yo nos hemos engañado al pensar que logramos sobreponernos a lo que una vez vivimos, cuando no lo hemos hecho en absoluto. Estamos igual que a los siete años, solo que las circunstancias han cambiado; nuestro interior no.

Legado de Pilares [ADN I] |Finalista Wattys 2021|©Where stories live. Discover now