4_Partícipe (Amir)

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Al tiempo de abrir el baile, tomamos lugar.

Según la tradición de Eglossa en cada cumpleaños la joven (o niña) baila en el centro del salón con su padre. Si tiene hermanos hace lo mismo para después de soplar el pastel, recibir felicitaciones y regalos. Luego, las personas se dispersan por el salón a gusto de cada uno. Algunos bailan, degustan alimentos, o beben (en pequeña medida) ya que es de mala educación, en las tres Penínsulas, emborracharse dentro una celebración o acto público.

Astrid y yo damos inicio al vals. Nos movemos de forma elegante, sin dar ningún paso en falso por la simple razón de conocer estos bailes desde edad temprana. No obstante, la pregunta curiosa aquí es: ¿Por qué bailo en lugar de su padre? Bueno, aunque parezca arcaico esto es así: la familia de Astrid es originaria de Eglossa (concretamente de Venegova), allí gozan de una posición renombrada por causa de su economía, e historia familiar. Sin embargo, cuando eligieron venir a vivir a Hill para invertir en los negocios de aquí, bajó un poco su prestigio en la Ciudad Dorada. De modo que, para mantener la estabilidad en ambas Penínsulas, nos comprometieron. A mi familia también le conviene el matrimonio, ya que al estar emparentados con una familia influyente de Eglossa, seremos bienvenidos a invertir allí.

En cada Península solo los endémicos pueden manejar la economía. De igual modo ocurre con todas las ramas que se desarrollen dentro de su territorio. Si un extranjero tiene interés en hacer negocios, puede lograrlo solo si posee enlaces fuertes con alguna familia oriunda, de cualquier ciudad perteneciente al territorio de la Península. En suma, tanto ella como yo aceptamos por ser los buenos hijos que somos. No obstante, falta tiempo para que nuestra unión sea un hecho y nunca tocamos el tema.

Astrid cumple hoy diecisiete años como yo ocho días atrás. Ahí fue cuando lo tuve claro: pensar en ella como mi esposa, es raro porque ni siquiera somos buenos amigos. Mientras que todo lo contrario ocurre con su hermano mayor: Damián. El cual, me releva en el baile y tomo distancia de la muchedumbre para divertirme un poco.

Rio por lo bajo en el transcurso de la interpretación y cuando finaliza la ceremonia, corro a la mesa bufé de dulces. Soy un verdaderos fan de los trabajos de repostería, no sería capaz de hacer ninguna receta completa, pero los admiro siempre que puedo. Por ende, mientras considero probar algunos de ellos, Damián aparece por detrás de mí.

— Me has puesto nervioso hace un rato –cuenta al tomar un ejemplar de la mesa para devorarlo de un bocado.

— ¿Por qué lo dices? Ni siquiera estaba cerca.

Por una vez tengo que reírme yo de él y no al revés. Él, creo que entiende mi intención y no hace más que verme serio.

— No estabas cerca, cierto –da un paso al frente.

Eleva su índice acusador para terminar:

— te fuiste lejos para que los demás no notasen tú diversión y se concentraran en el desastre que tenían frente a ellos.

Mientras acaba su idea se va relajando, aunque en realidad nunca estuvo molesto, sino decepcionado de sí mismo. Vamos, con su ego herido.

— Entonces lo admites...

Comento tan sonriente como los cientos de invitados presentes, pero más divertido que ellos.

— que parecías un robot con falla en el sistema: sin saber qué pie debías mover primero.

Damián aprieta la mandíbula sintiéndose impotente porque tiene que limitarse de pegarme. Entonces vuelve a levantar su dedo amenazante y espero con ansias su contraataque.

— Sí... pero fue por falta de práctica, no te regocijes demasiado –al bajar el dedo agrega en su defensa–. Sabes que sé moverme bien.

— Quizá de otro modo porque en esto estás jodido.

Legado de Pilares [ADN I] |Finalista Wattys 2021|©Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz