-No quise deshacerme de los zapatitos-proseguí- pero tampoco era bueno que siguieran con nosotros, ¿Con que fin? ¿Para guardarlos como un recuerdo eterno de algo que no se nos dió?-su mirada volvió a la mía, fría pero no tan distante como cuando entré- Era insano, amor,- susurré sabiendo lo mucho que le gustaba que lo llamara así.-No estaba bien quedarnos con ellos.-tomé su mano por encima de la mesa y él no hizo ningún ademán de retirarla-Por ello se los di a Amelie. Ella es mi amiga, y esta esperando al hijo de tu amigo-su mirada poco a poco fué descongelandose.- si hay alguién merecedor de esos zapatitos es el bebé de ellos, el bebé del hombre que ha crecido junto a tí como sí fuera tu hermano. El bebé de la mujer que ha estado para mí incondicionalmente en los últimos meses.

-Eres una maldita manipuladora.-susurró esbozando una pequeña sonrisa de medio lado.

No pasaba nada por alto, sabía que había optado por decirle "Amor" con el único fin de persuadirlo. De hacer estó más rápido.

Sonreí de oreja a oreja.

Me levanté de mi silla y salí casi corriendo hacia él que hizo girar su asiento a un lado y cuando estuve de frente con él, no dudé ni un solo segundo en sentarme a horcajadas sobre él. Sus manos me rodearon enseguida y yo acuné su rostro en mis manos para besarlo con todas las ganas que me habían estado consumiendo en los últimos días.

-¿Me extrañaste nena?- preguntó con soberbia. Sabía perfectamente que sí lo había hecho.

-Como no tienes una idea.-respondí sintiendo como mi cuerpo reaccionaba a su cercanía.

-No te imaginas lo mucho que te he deseado en estós dos días-su boca empezó bajar por mi cuello sin ningún tipo de delicadeza al mismo tiempo que sus manos empezaron a acariciar mis muslos hasta llegar a mis nalgas.-Estuve a punto de mandar mi orgullo a la mierda.

No respondí nada, mis mente estaba muy ocupada tratando de quitar su cinturón con mis manos apresuradas.

Lo ansiaba. Lo deseaba.

Sus manos alzaron la falda de mi vestido y las mías bajaron el cierre de su pantalón, y a mi vista quedó la elástica de su boxer Calvin Klein, pero no me detuve allí, quería más. Venía por más.

Mis manos desesperadas se adentraron al interior de su ropa interior hasta que sentí su duro, viril, caliente y apetecible miembro entre mis dedos.

Bajó la parte superior de mi vestido y su boca atacó mis pechos mientras mi mano en su entrepierna lo estimulaba hasta sentirlo cada vez más duro.

Cuando mi intimidad empezó a reclamar con desespero lo que ansiaba, no esperé más y traté de levantarme de encima de él para quitarme el pantys, pero me detuvo afianzando sus manos en mis caderas.

Una de sus manos bajó a mi entrepierna y tan pronto sentí sus dedos rozar con mi humedad gemí de placer, queriendo más pero sólo fué eso; un roce, pues, sus dedos lo único que buscaban eran hacer mis pantys a un lado para luego volver a tomar mis caderas con las dos manos para levantarme y hacerme sentar con fuerza sobre su miembro erecto.

Jadeé de puro y exquisito placer tan pronto como lo sentí, y sin esperar empecé a moverme sobre él. Sus manos apretaban mis nalgas con fuerzas, con ganas. Su boca devoraba mis labios, mi cuello y pechos. Dejaba mordiscos, chupaba, lamia y rasguñaba con sus dientes esas zonas, provocando cada vez más placer.

Me había vuelto adicta a estó gracias a él, constantemente quería que me tocará, que me besara, que me acariciara. Lo quería dentro de mí. Y es que mi maldito rubio sabía como hacerme enloquecer con sólo un beso, una caricia. ¡Con su sola presencia me volvía loca! Y sólo podía pensar en quitarle la ropa y hundirme en él. En saciarme de su cuerpo hasta que mi mente colapsara de puro éxtasis y placer, pero era una jodida trampa de mi cerebro, porqué mientras más sexo teníamos, nuevas y más fuertes ganas me poseían.

No Puedes Escapar De Mí.©Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum