––Vuelve a decirme hijo de puta. –– sentenció en un susurró, su voz estaba bastante ronca producto de la rabia.

Podía sentir mi corazón aletear con demasiada fuerza en mi pecho, pero ni eso ni sus palabras me amedrenterían. Elevé mis pies hasta quedar de puntillas sobre ellos y aún así no conseguía pasarlo, era muy alto, pero gracias a que él estaba levemente encorvado hacia mí, pude dejar mi boca a centímetros de la suya.

––Maldito hijo de puta–– respondí haciendo una breve pausa en cada sílaba. Entonces lo que pasó a continuación no me dió tiempo de procesarlo.

No sé en que momento pase de estar parada de puntas frente a él a estar acostada sobre la cama con él a horcajadas sobre mí, con una mano al rededor de mí cuello y con la otra sostenía mis dos manos por encima de mi cabeza.

No quité la mirada ni un solo segundo de sus ojos llenos de furia, y bajo una falsa capa de neutralidad me encargué de ocultar el miedo en mis ojos. Su agarré en mi cuello se fue haciendo más fuerte pero me rehusaba a hacer una sola mueca de dolor o falta de aire.

––Damiá, mi amor–– habló Carmen sin poder dejar de sollozar–– déjala, no le hagas daño.–– no podía verla, solo la oía–– No le hagas daño, cariño.

––¡Vete!–– gritó él sin dejar de mirarme. Ella intensificó sus sollozos.

––Cielo...

––¡Vete de una puta vez!–– volvió a gritar.

Yo no me movía, solo estaba allí sintiendome cada vez más asfixiada.

––Por favor cariño–– insistió ella mientras escuchaba sus pasos–– no le hagas daño, es solo una niña.–– Damián no la miraba él tenía los ojos fijos en los míos. Y tras unos segundos escuché el último sollozo, y luego la puerta de la habitación siendo abierta y luego cerrada.

––¿Que crees que estas haciendo?–– siseo fuera de sí–– ¿Crees que puedes desafiarme sin recibir un castigo por ello?

Estaba muerta de miedo, él estaba descompuesto por la ira, apretando mí cuello con fuerza. Pero aún así le sonreí.

Me miró con el ceño fruncido.

El aire estaba empezando a faltarme pero aún así no hice ni una sola mueca, y aproveché su desconcierto por mi sonrisa y libere mis manos de su agarré, casi inmediatamente el trató de tomarlas de nuevo, pero ser pequeña también tenía sus ventajas.

Tan rápido como dejé mis manos sobre la parte trasera de su cuello, lo traje hacia mí y empecé a besarlo como él lo había hecho horas atrás.

Su sorpresa fué tal que duró un par de segundos en seguirme el beso con la misma intensidad, con la misma ira que tenía en los ojos segundos atrás. Su mano en mi cuello no había cesado pero ya no apretaba como hace unos segundos, solo estaba puesta allí apretando con una muy leve fuerza.

El beso se torno más hambriento cuando nuestras lenguas se rozaron y empecé a sentir como mí temperatura corporal se elevaba. Damián besaba, chupaba y mordisqueba mis labios con demanda, como si le pertenecieran y esa fuera su forma de reclamarlos.

Él estaba sentado sobre mis caderas y desde allí sin aplastar mi cuerpo con su torso había estado ahorcándome segundo atrás, por lo que aprovechó la separación de nuestros cuerpos en esa zona y con su mano libre empezó a subir por encima de la delgada tela del pijama.

No podía permitir que de ninguna manera que mi plan se viera afectado por mis impulsos de defensora, por eso lo tenía así, por eso lo besaba, por eso permitía que su mano siguiera hasta donde sabía que quería llegar.

No Puedes Escapar De Mí.©Where stories live. Discover now