40. ¿Quién ha sido?

3.2K 187 13
                                    

El sol ya pica y mis hombros se resienten cuando les aplico otra capa más de crema. Ayer decidimos que sería una buena idea madrugar para venir a la playa, pero entre que algunos se han levantado más tarde de lo que dijimos y otros tardan mil años para prepararse, pues cuando hemos querido bajar eran más tarde de las 12.

- Yo creo que me voy a meter al agua otra vez...

- Natalia, para estar morena hay que sufrir. – Dice María a lo que África asiente.

- Os vais a quemar y ya verás tú que gracia. – La miro a través de mis gafas de sol y sonrío.

No llevamos más de 10 minutos tomando el sol y Natalia ya se ha quejado tres veces. Se sienta en la toalla resoplando mientras comienza a mirar hacia los lados buscando algo que hacer. Veo como, suspirando, hace un repaso descarado a mi cuerpo para después empezar a jugar con la arena. Coge dos puñados de arena y se los echa en los pies hasta enterrarlos, después, los saca y vuelta a empezar. Es increíblemente adorable cuando está aburrida. Hago círculos en su espalda y se gira a mirarme.

- ¿Quieres que nos metamos un rato? – Natalia asiente efusivamente con la cabeza poniéndose de pie en un abrir y cerrar de ojos.

Ese bikini negro la queda de muerte. No puedo pasar por alto esos abdominales un poco marcados que me vuelven loca. Sus largas piernas tampoco pasan desapercibidas. Creo que nunca me cansaré de mirarla.

La morena echa a correr y se mete en el agua en cuanto nos levantamos de la toalla. Me meto poco a poco en el agua, acostumbrándome a la temperatura. Las olas me golpean a medida que me adentro en la playa. Nado sin meter la cabeza en el agua hasta llegar a la espalda de mi chica y engancharme como un si fuese un koala.

- Gracias por salvarme, ya no aguantaba más... - Me desliza desde su espalda hasta quedar frente a ella.

- Eres una exagerada. Ni 15 minutos has durado. – Me río.

La playa está bastante llena de gente por las horas que son. La morena anda hasta el fondo conmigo encima buscando un poco de paz entre tanto niño escandaloso. El agua le llega hasta las clavículas cuando para.

- Coge aire.

- No, Nat, que no me quiero mojar el pel... - Natalia se agacha arrastrándonos a las dos dentro del agua unos segundos. Sus labios rozan los míos debajo del agua y nos vuelve a impulsar a la superficie. – Te odio.

- Me quieres y lo sabes. – Sus manos se aferran más fuerte a mi cintura y yo afianzo mi agarre en su cuello.

- Un poquito chiquitito. – Susurro muy cerca de su boca. La morena enarca una ceja y me da un corto pico.

- ¿Sólo un poquito chiquitito? – Asiento. - ¿Seguro? – Vuelvo a asentir, pero esta vez sacando la lengua. Natalia comienza a hacerme cosquillas. Nuestro forcejeo y mis chillidos hacen que algunas personas que están cerca de nosotras nos miren. Acompaso mi respiración cuando la morena cesa su tortura. – Me encanta tu risa. – Sonrío y comienzo a repartir pequeños besos por toda su cara para acabar con uno más largo en sus labios. - ¿Qué pasa? – Dice entre risas cuando me paro a admirar su rostro durante unos minutos.

- Tú.








- Mari, estás poniendo la cocina perdida.

Harina hasta en el suelo, chocolate por las paredes y azúcar por todas partes. Así está la cocina tras la maravillosa idea de María de ponerse a hacer un bizcocho. Lleva desde que hemos acabado de comer metida en la cocina.

- Ya verás cuando la pruebes, vas a flipar. - Mete el bizcocho en el horno mientras suelta una carcajada.

Desde que nos conocemos, nunca la he visto hacer repostería de ningún tipo y tampoco es que la apasione cocinar demasiado. Por eso, me sorprende que esté haciendo todo esto. No le doy mucha importancia porque la Mari está así loca. Así que, después de insistir varias veces en que recoja todo este estropicio, subo las escaleras para darme una ducha.

Secretos InconfesablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora