15. El huracán Lacunza

2.6K 170 5
                                    

Al día siguiente, llego de trabajar menos cansada que los días anteriores. No ha habido muchos clientes por lo que la cosa ha estado bastante tranquila en general. Aunque aun así tengo ganas de meterme en la cama y acurrucarme con mi mantita. Abro la puerta y dejo las llaves en el bol de la entrada.

- Hola, Mari – Saludo y levanto la vista al salón.

Sentadas en los sofás están Marta y María con una cerveza como de costumbre. Ambas me saludan y me voy a mi habitación para dejar las cosas.

Cuando vuelvo otra persona está con ellas en el salón y no me sorprende para nada ver a Natalia.

Ayer, bajo presión y debido a mucha insistencia por parte de mi compañera de piso, acabé contándole todo lo que ocurrió. Sin dar demasiados detalles, claro. Solo los justos. Era cuestión de tiempo que hiciera de las suyas para volver a juntarnos, lo que me sorprende es que haya sido tan rápido y lo que me sorprende más aún es que la morena haya accedido. Natalia me mira con cuidado, inspeccionando primero mi humor para saber cómo tratarme. Lo que ella no sabe es que ni yo sé cómo me siento. Me siento justo al lado de Marta dejando a pamplonica enfrente de mí. Las tres me miran y prosiguen con su conversación. Si algo he sacado como conclusión estos días es que ya me quedó bastante claro lo que pasó y no merece la pena para nada darle vueltas al mismo tema.

Puedo notar la mirada de Natalia todo el rato puesta sobre mí. A penas participa en la conversación y su mirada viaja de mí hasta sus manos y viceversa. María se levanta a por otra cerveza. Cuando vuelve al salón, se lleva las manos a la cabeza de forma dramática.

- ¡Ay, que nos hemos quedado sin cerveza! Marta, ¿me acompañas al chino de abajo a comprar unas? – Niego con la cabeza mientras me río. Cuando he abierto la nevera había unas diez cervezas.

Luego soy yo la que miento mal... Esta chica de actriz no hubiera durado ni un anuncio de diez segundos. Estaba claro que iban a buscar la mínima oportunidad para dejarnos solas y yo eso ya lo sabía. Supongo que lo tenían todo planeado. María y Marta abandonan nuestro piso entre cuchicheos y Natalia sigue en la misma posición cuando se cierra la puerta.

Me mira y esta vez yo la miro también. En su mirada veo cierta culpa, pero por raro que parezca no me da pena. Lo que pasó, pasó y no le voy a dar tanta importancia como días atrás.

- Me voy a duchar – Digo levantándome del sofá. Natalia me imita y me coge del brazo.

- Venga, Alba... ¿Sigues enfadada? – Su voz denota cansancio y la mía indiferencia.

- No. - Intento seguir mi camino hasta el baño, pero me frena de nuevo.

- Alba, por favor, ¿te puedes sentar y hablar conmigo? – Suspiro y me siento de nuevo en el sofá. Sé que mi actitud la está cansando, pero ahora mismo no me sale actuar de otra forma.

- Dime. – La miro esperando a que hable y ella suspira también.

- Lo que pasó el otro día... - La corto.

- No tendría que haber pasado, lo sé. – Natalia me mira extrañada.

- ¿Qué? ¡No! ¿Te arrepientes?

- ¿Tú no? – Estoy a la defensiva todo el rato y Natalia está empezando a perder los nervios.

- Yo he preguntado primero, contesta. ¿Te arrepientes? – Barajo si mentirla y decirle que sí que me arrepentí, pero no quiero hacerla daño y tampoco sé si se lo haría diciendo eso. Decido cambiar un poco mi actitud porque realmente se está esforzando y yo me estoy comportando como una niña de 5 años.

- No, no me arrepiento – Natalia suelta una bocanada de aire y me sonríe, aunque rápidamente al ver que no la correspondo vuelve a ponerse seria. - ¿Y tú?

Secretos InconfesablesWhere stories live. Discover now