43. Te conozco más de lo que crees, reina

1.4K 111 2
                                    

Voces. Voces y más voces que no me dejan pensar. No he conseguido descansar desde que se fue. Ni siquiera tengo constancia de la hora que es ni de cuánto tiempo lleva desaparecida. Repaso la pantalla destrozada de mi móvil, ahora roto y la imagen de los cajones saltando por los aires se repite una y otra vez en mi mente.

- Alba, júramelo.

Intento poner atención a las voces que no dejan de cotorrear, pero no consigo escucharlas en primer plano. El sol me da de lleno en el rostro y empieza a ser molesto. Me pican los ojos, pero no sabría muy bien si es por la falta de sueño o el dichoso sol que no deja de golpearme en toda la cara. Necesito que alguien baje la persiana, por favor.

- ¡Alba! – Me zarandean.

Veo unas motitas negras moverse aleatoriamente por mis ojos fruto de haber mirado al sol directamente hasta que consigo focalizar a la persona que me ha chillado.

- ¿Puedes bajar la persiana? – Le digo a María. Mi voz sale más áspera de lo normal y carraspeo. Ahora tengo sed.

- Júrame que dices la verdad y bajo la persiana. – Suspiro. ¿Es que ya no se pueden hacer actos desinteresados? ¿Por qué la gente siempre pide algo a cambio? Es agotador. - ¿Te ha pegado?

- No, no me ha pegado. – Digo por décima vez. Miro a Marta, justo al lado de María, para pedirla un poco de ayuda. Ella, con el móvil en la oreja, me acaricia el hombro, mientras intenta localizar a su amiga.

- ¿Nos puedes contar lo que ha pasado? – Silencio. - ¿Por qué está la habitación así? – Esto parece un interrogatorio, no me jodas.

- La persiana. – María resopla, enfadada, antes de dirigirse a la persiana y bajarla de un tirón. – Gracias. – Todas me miran esperando a que prosiga. Suspiro. - Ya os lo he dicho un millón de veces... Discutimos. Yo no quería que se fuese y ella se fue, como siempre.

- ¿Sabes dónde ha podido ir? – Encojo mis hombros a la pregunta de Marta.

- ¿Sabes quién es Iciar?

- Sí, claro. Es una amiga suya de Pamplona de toda la vida. Bueno, ahora estaba viviendo en Madrid, creo. Son como hermanas. ¿Por qué? ¿Te ha dicho que se iba con ella?

- No, pero estaba hablando con ella por teléfono justo antes de... - El recuerdo de la bombilla del baño estallando vuelve a aparecer. - ...de irse. ¿Tienes su teléfono?

- Sí, me lo dio un día que vino a casa, creo. – Dice mirando atentamente la agenda de su móvil. – Aquí está.

- Espera... ¿Puedo? – Todas las personas que están en la sala me miran dubitativas.

- ¿Estás segura?

- Por favor. – Marta asiente y me entrega su móvil.

Antes de que pueda llegar a escuchar el tercer tono una voz de mujer contesta la llamada.

- ¿Si? – Me aclaro la voz antes de contestar. Todas las miradas están puestas en mí. Intento rebajar los nervios paseándome por todo el salón. - ¿Hola?

- Hola. ¿Eres Iciar?

- Si, ¿de parte de quién? – Dudo en si decir mi nombre o no, aunque no sé muy bien por qué. – Oye como esto sea una broma o algo me voy a cagar en la madre que os parió.

- No, no. Soy Alba. Alba Reche. Tú no me conoces, pero... - Escucho a Iciar reírse a través de la línea.

- Te conozco más de lo que crees, reina. - ¿Reina? Decido ir al grano porque lo último que me apetece es ponerme de cháchara con una desconocida de la que previamente sentía celos.

Secretos InconfesablesDär berättelser lever. Upptäck nu