37. Te oigo pensar desde aquí

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- ¿Y Málaga? - Propone África mientras doy un trago de cerveza.

- No, illo, no, que la tengo muy vista ya. - Marta se queja.

María sigue buscando apartamentos disponibles en el portátil que tiene en su regazo, mientras los demás nos rebanamos los sesos para buscar un destino que nos guste a todos.

- ¿Córdoba?

- Pero si eso no tiene playa, tío...

- ¿Ah, no? - Joan golpea ligeramente la cabeza de Miki por su propuesta y todos reímos.

- Benidorm no está mal, yo iba allí con mis padres cuando era pequeño...

- Carlos, ahí solo hay viejos, no me jodas. Algún sitio donde haya fiesta, ¿no? - Carlos se encoge de hombros mientras sigue acariciando el muslo de Julia.

- A ver, yo creo que deberíamos bajar las expectativas, porque encontrar una casa para 10 personas con piscina, cerca de la playa, barbacoa, wifi, aparcamiento y fiesta... Que no somos Amancio Ortega, coño.

Llevábamos ya cerca de dos semanas intentando encontrar una casa decente y no había manera de que estuviese a gusto de todos. Carlos no estaba dispuesto a dejar su Audi nuevo en la calle, Miki quería hacer una barbacoa porque según él, un verano sin barbacoa no es verano, yo quería que estuviese cerca de la playa porque no hay nada más incómodo que montarse en un coche hasta arriba de arena, África quería wifi ya que no estaba dispuesta a quedarse "incomunicada" y todos estábamos de acuerdo en que debía contar con piscina y alguna discoteca por alrededor. Ni siquiera nos habíamos puesto de acuerdo en elegir un destino aún y la fecha estaba cada día más cerca. Estábamos desesperados.

- ¿Qué os parece Mallorca? - Propuso Joan después de un rato de silencio.

- Con lo que cuestan los billetes de avión...

María, tras un bufido, se levanta de mal humor para dirigirse a la cocina después de dejar su ordenador de mala manera en la mesa. Está sacando una lata de cerveza de la nevera cuando aparezco por la cocina. Me apoyo en el quicio de la puerta mirándola mientras ella se deja caer en la encimera de la cocina con ambas manos y agacha la cabeza.

- ¿Qué está pasando por esa cabecita?

- ¡Coño! Alba, qué susto...

Estas últimas semanas, desde que ha dejado de verse con cierto policía simpático, María ha estado irascible y de mal humor todo el tiempo. A pesar de que he intentado hablar con ella en varias ocasiones, siempre ha acabado huyendo o discutiendo conmigo y por lo que me ha contado Natalia, Pablo no está de mejor humor. Ya no sé que hacer para que se apoye en mí y deje de comerse la cabeza o para que hable de una vez con el chico y arreglen lo que sea que haya pasado o simplemente queden como amigos.

- Es normal que no nos pongamos de acuerdo, Mari. Somos muchos. - Acaricio su espalda haciendo círculos.

- No es eso... - Se da la vuelta recostándose en la encimera con la cadera.

- ¿Entonces?

- Necesito salir de Madrid para despejarme un poco... y ese viaje es la mejor opción. - Me acerco a ella para darla un abrazo y ella apoya su cabeza en mi hombro, cansada. Sé que no está pasando un buen momento.

- Ya verás como encontramos algo, no te preocupes. - Asiente aún escondida en el hueco de mi cuello y nos quedamos en esa postura durante unos minutos. - ¿Vas a decírselo?

- ¿El qué?

- A Pablo, lo del viaje. - María se tensa y automáticamente se separa de mí unos metros.

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