50. Un tiempo muerto

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El sol está completamente fuera cuando me tumbo en la cama. A pesar de eso, nuestros amigos todavía no han llegado a casa. Frustrada, agarro la almohada y grito contra ella. Entre el baño, el calentón y la pelea con Natalia, ya no queda ni una gota de alcohol en mi cuerpo.

Estoy agotada, pero sobre todo estoy muy enfadada. La morena no paraba de recriminarme que no la dejé explicarse. Sin embargo, la primera que me ha dejado con la palabra en la boca en medio de la discusión ha sido ella. Yo no pretendía utilizarla de una forma sexual ni nada por el estilo. Echaba de menos que me tocase y sé que ella también quería hacerlo. Entiendo que mi actitud puede ser contradictoria, pero eso no le da derecho a recriminarme una mierda. Aunque yo esta noche lo haya hecho todo mal, si corté la relación fue por sus mentiras. Doy vueltas en la cama de un lado hacia otro sin parar. Los pensamientos se agolpan en mi mente y necesito sacarlos como sea. Hoy seré María Villar por un poco más.

Me levanto de la cama de un salto y recorro cabreada la distancia entre mi habitación (o mejor dicho la habitación de María) y su habitación. A mí nadie me deja con la palabra en la boca. Antes de que me dé tiempo a llamar a su puerta, esta se abre. Natalia, que también parece enfadada, se sorprende al ver que iba a tocar su puerta.

Solo el hecho de verla me cabrea aún más. Pienso recriminarla todo lo que no he podido hacer en el jardín. Pero cuando abro la boca para comenzar a chillarla, Natalia aprovecha para atrapar mis labios entre los suyos. Me devora la boca con fervor, como si hubiesen pasado años y no unos minutos desde la última vez. Me agarra por la zona trasera de los muslos y me levanta. Instintivamente coloco mis piernas alrededor de su cadera mientras seguimos besándonos. La morena logra cerrar la puerta con el tobillo y me estampa contra ella lo cual me hace jadear.

- ¿Se puede saber qué haces? - Digo respirando con dificultad, aún agarrada a su nuca.

- Pensar en mí. – Dice atropelladamente mientras me quita la camiseta de manga corta que utilizo como pijama para después volver a estampar su boca contra la mía.

Esta noche sobran las palabras. Hace tanto que no lo hacemos que nuestra desesperación flota en el ambiente. Natalia me lleva hasta la cama y se tira sobre mí.

- Esto es un tiempo muerto. – Aclaro. Me deshago de su top deportivo mientras sus manos recorren mi cuerpo agarrándome el culo. De forma instintiva abro las piernas y ella aprovecha para colocar una piernas entre ambas.

- Sí, un tiempo muerto. - Tan solo la poca fricción que noto me hace temblar. Roza mis pezones con la yema de los dedos y no tarda ni dos segundos en sustituirlas por su boca. La morena me devora los pechos mientras jadeo sin control.

Cuando cree que ya ha tenido suficiente, baja por mi estómago y de un tirón me quita los pantalones y la ropa interior. Estoy completamente expuesta ante ella. Su mirada brilla cuando ve lo mojada que está mi zona íntima y con un descaro que no sabía que tenía abro más las piernas. La morena se acomoda entre ellas y araña el interior de mis muslos mientras me mira desde esa posición. Me retuerzo desesperadamente y ella me agarra de las piernas para que me esté quieta, pero es imposible. Lame el interior de mis muslos impacientándome aún más.

- Natalia, por favor. – Lloriqueo.

Con su dedo índice extiende mi humedad por toda la zona con lentitud y gimo por el contacto.

- Estás empapada, Alba. Dime qué quieres.

- Por favor, hazlo ya. – Protesto. Debe verme tan desesperada que acaba accediendo.

En cuanto su lengua roza mi clítoris comienzo a gemir. La velocidad de su lengua es vertiginosa, pero cuando introduce dos dedos dentro de mí veo las estrellas. Muevo mis caderas contra su boca y agarro su pelo con fuerza.

Secretos InconfesablesWhere stories live. Discover now