13. ¿Te quedas a dormir?

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Rápidamente Natalia me suelta y veo como va a recoger mi camiseta que ha acabado al final del pasillo. Yo corro hasta la cocina a por su camiseta poniéndomela en el acto. Oigo una puerta cerrarse. Por favor, que se haya metido dentro de mi habitación.

- Sí, estoy en la cocina.

María se asoma y me mira mientras yo intento relajar mi respiración sin éxito. Entre la carrera y el calentón parece que vengo de correr una puta maratón. Mi pecho sube y baja sin parar y la rubia me mira extrañada.

- ¿Estabas haciendo deporte?

- Hay que mantenerse en forma.

- ¿En la cocina y a las... – Saca el móvil y mira la hora - ... 12 y media de la noche? - La miro sin saber qué contestar.

- No, mujer – Suelto una risa nerviosa que no me creo ni yo – Estaba en la habitación y he salido a por un poco de agua.

Por alguna extraña razón debo sonar convincente por primera vez en mi vida porque María asiente. Voy delante de ella cuando veo la puerta de mi habitación abierta de par en par. Sin embargo, la única puerta cerrada es la del baño confirmándome lo peor. Natalia se ha metido en el baño, no en mi habitación. Mierda.

- Me voy a pegar una ducha y me voy a dormir que estoy muerta. - María echa mano al pomo de la puerta y yo abro los ojos muchísimo. No me puede estar pasando esto a mí.

- ¡No! – Grito interponiéndome entre la puerta y María.

- Alba, ¿qué te pasa? Estas rarísima... ¿Te has fumado algo o qué? – Yo me río exageradamente.

- Es que me estoy meando. Mira, tú vete a la cocina que te he dejado dos trozos de pizza por si venías con hambre y ahora te duchas tranquilamente. – La empujo hasta la cocina

- Pero si ya he cenado...

- Bueno, pues bébete un vasito de agua, Mari... Luego me dices que yo estoy rara. Hay que hidratarse.

Me dirijo rápidamente al pasillo. Natalia está apoyada en el lavabo con mi camiseta puesta cuando abro la puerta del baño. Miro hacia ambos lados del pasillo comprobando que María no está. Agarro su mano y nos meto a ambas en mi habitación cerrando la puerta tras de mí. Natalia se empieza a reír lo más bajo que puede y yo la imito.

- Ha estado a nada de pillarnos – Digo apoyada contra la puerta recibiendo una risa de Natalia. Unos leves golpecitos contra mi puerta hacen que ambas dejemos de reírnos. Natalia se pone detrás de la puerta y yo saco la cabeza por esta. – Dime, Mari – María me mira con los ojos achinados como inspeccionándome por completo.

- ¿Estás segura de que no te has fumado nada? – Me río y niego con la cabeza esta vez más tranquila, sin llegar a convencerla del todo – Bueno, hasta mañana...

- Buenas noches – Se mete en su habitación y yo cierro la puerta de la mía.

- Que impertinente tu amiga... - Natalia suelta con una risilla que me hace reírme a mí también. Madre mía, vaya caos. Me encojo de hombros.

- ¿Y qué hago? ¿La mato?

Si no hubiese llegado la Mari nos hubiéramos acostado, eso seguro. Pero ahora que nos ha cortado todo el rollo no sé exactamente qué va a pasar. Veo como Natalia inspecciona mi habitación y yo me siento en la cama mientras observo cómo lo hace. De repente se para en uno de mis cuadros que tengo colgados en la pared. En él, aparecemos mi hermana, mi gata y yo. Se da la vuelta y me mira.

- ¿Lo has pintado tú? – Asiento. Se acerca y se tira sobre mí cuidadosamente quedando yo atrapada bajo su cuerpo.

- Como vuelvas a decir que tus cuadros no van a tener éxito... - Su mano se cuela por debajo de mi camiseta. Cuando creo que vamos a comenzar con lo que habíamos dejado en el pasillo, Natalia empieza a hacerme cosquillas. Yo suelto un grito que rápidamente silencio porque María está en la habitación de al lado. Madre mía, tiene que pensar que estoy loca.

- Para, para, para – Susurro y la morena me hace caso para dejar un casto beso en mis labios. Me mira fijamente a los ojos y yo coloco un mechón de pelo en su oreja que me está haciendo cosquillas en la cara. - ¿Te quedas a dormir? – La pregunta sale de mis labios sin yo quererlo y Natalia se levanta como si la hubieran metido un tiro. El pánico cruza su cara y yo me incorporo.

- No, no. – La miro sin entender de nuevo otra de sus raras reacciones. Bajo la vista a mis manos y juego con mis dedos. Seguramente ella se pensaba que íbamos a follar y ya está. Y realmente es lo que íbamos a hacer. Solo que pensaba que estábamos conectando y en el fondo me duele un poco haberme hecho ilusiones. Ella no tiene la culpa. Se pone de cuclillas enfrente de mí y me coge la barbilla para conectar sus ojos con los míos. – Alba – Con un leve movimiento de cabeza quito su mano de mi barbilla y miro hacia otro lado. – Alba, mírame - Ella, que no se rinde fácilmente, vuelve a intentarlo y tiene unos ojos tan bonitos que lo consigue. – No es por lo que piensas, créeme... Es que no puedo – Asiento y me pongo en pie.

- ¿Me das mi camiseta, por favor? – Natalia me mira con las manos en las caderas. Niega un par de veces con la cabeza mientras cierra los ojos para después deshacerse de mi camiseta. Yo hago lo mismo con la suya. Ambas nos vestimos con nuestras propias prendas y la morena me mira intentando analizarme. – Ya sabes dónde está la puerta. – Oigo a Natalia resoplar detrás de mí cuando me apoyo en la mesa de mi escritorio y comienzo a mirar mis uñas.

Pensaba que Natalia no sería de las que echan un polvo y desaparecen, pero al parecer me equivocaba. La decepción se abre camino por mi estómago dejando un nudo en él. Ella se acerca a mí quedando justo enfrente. No levanto la vista de mis uñas porque siento que si le miro lloraré y no es plan.

- No quiero irme así... - Sus manos acarician mi brazo y yo me encojo de hombros sin mirarla retirando mi brazo de sus caricias. Vuelve a resoplar molesta – Está bien, como quieras, Alba – Suelta enfadada, la sigo con la mirada por la habitación cuando veo como coge los cascos de la moto y se marcha por la puerta de la habitación. Unos segundos más tarde se oye la puerta principal del piso cerrarse.

No, si encima se habrá cabreado ella y todo. Ahora soy yo la que resoplo molesta por la situación y me tiro a la cama enfadada. No es que la haya pedido matrimonio o algo. Simplemente dormir juntas y luego cada una con su vida, sin compromisos. Lo siento, pero yo no soy de las que follan y luego se piran. Al parecer ella está más familiarizada con hacer eso con sus conquistas, pero yo no soy así. Y si para ser fiel a mis principios, tengo que perderme un polvo con Natalia, pues lo hago y punto.

Me levanto enfadada y empiezo a desvestirme para ponerme el pijama. Cuando estoy a punto de irme a la cama algo llama mi atención. Me levanto hacia la silla de mi escritorio. En ella, reposa la chupa de cuero que llevaba Natalia esta tarde. Me acerco y la cojo inundando a su paso la habitación de ese olor a vainilla tan característico de la susodicha. Joder. Resoplo y me doy la vuelta para ir a la cama tirando la chupa de nuevo a la silla. 

Secretos InconfesablesWhere stories live. Discover now